Anastasio Aquino

(Santiago Nonualco, 1792 - San Vicente, 1833) Caudillo indígena salvadoreño. Encabezó la rebelión indígena contra los reclutamientos masivos y las excesivas cargas impuestas por el gobierno de Mariano Prado; reivindicó asimismo la propiedad de las tierras y el poder político. Fue derrotado por el ejército gubernamental en los campos de Santiago Nonualco el 28 de febrero de 1833 y fusilado el 24 de julio de ese mismo año.


Anastasio Aquino

El Salvador alcanzó la independencia en medio de graves tensiones sociales que agitaban el campo y que, fraguadas durante la colonia, no harían sino agudizarse en los tiempos de la federación centroamericana (1823-1839). Durante todo el período colonial la población indígena se vio postrada en una marginación social y económica que se agravó con las guerras regionales y las luchas intestinas vividas a partir de 1821. Una de las poblaciones más afectadas fue la de Santiago Nonualco, centro básico del cultivo y la fabricación de añil. A sus difíciles condiciones de vida (determinadas por la precaria situación laboral en que se encontraban) se sumaron las levas organizadas por los ladinos, que reclutaban por la fuerza a los jóvenes indígenas para sus ejércitos.

En este escenario surgió la figura de Anastasio Aquino, quien, como líder de los nonualcos, encabezó en 1833 una rebelión contra del reclutamiento forzoso de su gente y el trabajo obligatorio en las haciendas y fincas de los ladinos. Apoyado en un ejército propio, rústicamente armado, el 15 de febrero de 1833 Anastasio Aquino tomó la ciudad de San Vicente y se autoproclamó rey de los nonualcos en la iglesia de El Pilar, en donde se habían refugiado los ladinos con los bienes que pudieron llevar consigo. Tras una serie de victorias indígenas, las autoridades lograron sofocar la rebelión. A mediados de abril Aquino fue capturado; en julio fue ejecutado y su cabeza se exhibió públicamente.

La rebelión de los nonualcos fue reprimida brutalmente; sin embargo, las condiciones socioeconómicas que la habían alimentado se mantuvieron vigentes a lo largo de todo el siglo XIX y buena parte del XX. Fue sobre la base de esa realidad (una realidad de marginación extrema de la población indígena campesina y de violencia institucional ejercida por las autoridades) que vendría a alzarse la Constitución de 1841. No trataba de aliviar la situación de la mayor parte de la población, sino sólo de legitimar el ejercicio del poder que detentaban las élites (criollas), el cual giraba en torno a la división entre conservadores y liberales. Para los organizadores y líderes de ambas facciones políticas, los campesinos no eran más que mano de obra indígena destinada a la explotación en las haciendas y, al mismo tiempo, carne de recluta de sus respectivos ejércitos.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].