Miguel de Cervantes

 
El cautiverio en Argel. Sanadas las heridas, el joven Cervantes permaneció en el ejército varios años: ingresó en el tercio de don Lope de Figueroa y combatió todavía en Navarino, la Goleta y Túnez. Más adelante, regresando a España desde Nápoles en la galera Sol, fue capturado, junto con su hermano Rodrigo, por el terrible pirata Arnaute Mamí. Durante los cinco años largos que duró su penoso cautiverio, Miguel de Cervantes consagró su ingenio y su valor a la improbable esperanza de la fuga, pergeñando audaces planes tanto para su beneficio como para que otros ganaran la libertad. De sus diversas tentativas frustradas sacó escaso provecho, por no decir ninguno, a no ser, como él mismo escribe, el de templar para siempre su entereza o la inspiración para sus dramas El trato de Argel y Los baños de Argel, para la historia del cautivo contenida en Don Quijote de la Mancha y para otros pasajes dispersos por su obra. En cierta ocasión, cuando su hermano Rodrigo ya había sido rescatado, se tramó una conspiración con ayuda del exterior que fue desbaratada por la traición de un jardinero español llamado "el Dorador", y en otra, el delator también fue un compatriota, el doctor Blanco de Paz, cuya extraña animadversión a Cervantes lo llevó incluso a entorpecer las diligencias para intentar su rescate. Durante su cautiverio, Cervantes también estudió la manera de conquistar Argel, y pretendió hacer llegar el fruto de sus investigaciones y de su atento espionaje al secretario del rey, Mateo Vázquez, pero descubierta esta actividad hostil u otra del mismo jaez, sólo consiguió ser condenado a recibir dos mil azotes en las costillas, castigo que probablemente no se completó, pues de otro modo su enflaquecido cuerpo no lo hubiera resistido. Por fin, gracias a las providencias de fray Juan Gil, se juntaron los seiscientos escudos del rescate que franquearían la salida del hidalgo, produciéndose su anhelada partida de Argel rumbo a Valencia el 24 de octubre de 1580. Tenía treinta y tres años.