Miguel de Cervantes

 
Don Quijote de la Mancha. En el verano de 1604, Miguel de Cervantes entregó el manuscrito de Don Quijote de la Mancha al librero del rey Francisco de Robles, quien negoció la solicitud de la licencia de impresión. La cifra que por ello cobrara el entonces semidesconocido escritor debió de ser exigua y en todo caso inferior a los 1.600 reales que obtuvo en 1612 con la publicación de sus Novelas ejemplares, cuando ya era un literato de renombre. Su parodia de un hidalgo altruista y alucinado, propenso a descalabrarse en todos los lances a los que lo llevaban su desvarío y su sin igual generosidad, le valió un inopinado éxito: tras la primera edición en enero de 1605 se sucedieron ese mismo año otras seis, dos en Madrid por Juan de la Cuesta, dos clandestinas en Lisboa y dos en Valencia; apareció en Bruselas en 1607 y de nuevo en Madrid en 1608; en vida de Cervantes se tradujo al inglés y al francés, en 1622 al italiano y en 1648 al alemán. En la imagen, la primera edición de la obra.