Constantino

 
El Concilio de Nicea. Se supuso que Constantino se convirtió al cristianismo a raíz de su visión del signo de la cruz en la batalla del Puente Milvio; sin embargo, no se bautizó hasta poco antes de morir. En cualquier caso, tras la batalla, el nuevo emperador empezó a adoptar medidas favorables al cristianismo. Junto con Majencio, promulgó en 313 el Edicto de Milán, que prohibía las persecuciones contra los cristianos, les otorgaba libertad de culto y decretaba la restitución de los bienes expropiados. No llegó (como haría el emperador Teodosio en el 391) a convertir el cristianismo en la religión oficial del Imperio, pero otorgó grandes privilegios y donaciones a la Iglesia y dio prioridad a los cristianos en los principales cargos administrativos. Es probable que el nuevo emperador vislumbrara en el cristianismo un elemento cohesionador e integrador capaz de frenar las fuerzas centrífugas que ponían en peligro la unidad imperial. El temor a que las disputas en el seno de la Iglesia acabaran por romper el cristianismo le impulsaría a participar activamente en las cuestiones teológicas. Así, convocó el sínodo de Arlés, que condenó la herejía donatista. Y actuó como si fuera la cabeza de la Iglesia al convocar el Concilio de Nicea (325), el primer concilio ecuménico de la historia. En él se condenaron las doctrinas arrianas y se aprobó el Credo de Nicea, que recogía las propuestas de San Atanasio frente a las de Arrio. En la imagen, el emperador Constantino y los obispos del Concilio sosteniendo el texto del credo.