Francisco de Goya

 
La maja y los embozados
1777
Lienzo. 2,75 x 1,90
Museo del Prado, Madrid.

La producción de Goya es enormemente rica y varia. El Prado, que posee una asombrosa cantidad de obras suyas, muestra casi por entero la evolución, lenta y personal, de su sensibilidad. Los principales jalones de la vida artística de Goya están aquí representados, desde la pintura de sus primeros años madrileños -los cartones para tapices que dan su aspecto vivo, sensible y popular, matizado a veces de ironía y de humor, aún con algo de gracia rococó en su tratamiento- hasta las sombrías y dramáticas "pinturas negras" de su vejez, que parecen anunciar tantas direcciones de la pintura contemporánea, pasando por los retratos oficiales, los cuadros de historia y algunas de sus creaciones de mayor empeño académico, amén de muchos retratos privados y cuadritos menores, de carácter muy vario, acopiados por diversos conductos y ajenos a su quehacer oficial.

Su labor como suministrador de cartones para la Real Fábrica de Tapices, que fue su primera ocupación madrileña, se guarda en el Prado casi en su totalidad. Puede advertirse cómo a lo largo de los casi veinte años que duró esta actividad, de 1775 a 1792, Goya fue aprovechando esta obligación casi artesana para ensayar, armonizar, variar composiciones, observar e interpretar la realidad; es decir, como escuela de pura pintura.

De las primeras obras, aún torpes, mediocres, sin ningún acierto personal que las distinga de las de sus cuñados los Bayeu, pasa pronto a la segura maestría que se advierte en los cartones que entrega en 1777. De esa fecha es La maja y los embozados, de gracioso arranque decorativo, pintada ya con una riqueza de tonos calientes y una seguridad de pincel considerables.