Isabel I de Inglaterra

 
Firmeza de carácter. El testamento de Enrique VIII establecía el orden de sucesión al trono de los tres hijos que le sobrevivieron. El primer lugar lo ocupaba Eduardo, un muchacho enfermizo y único descendiente varón del rey, y los hijos que pudiera tener; le seguía María y, por último, Isabel. Tras la ejecución de su madre, Isabel pasó la mayor parte de su infancia en Hatfield House en Hertforshire, retirada de la corte por orden de Enrique VIII. Sus madrastras Ana de Cleves y Catherine Parr la trataron con consideración y cariño. Isabel se entregó al estudio con devoción. Formada en las disciplinas humanísticas, hablaba y escribía francés, italiano y español, y conocía el latín y el griego. Sin embargo, tuvo una infancia triste, aislada y sometida a los tejemanejes de las intrigas políticas y religiosas que, tras la muerte de su padre en 1547, se tejieron alrededor de sus débiles sucesores, sus hermanastros Eduardo VI y María I. La extrema prudencia y determinación que demostró desde su más temprana juventud la hicieron apartarse de complots que podrían haberle costado la vida y salir airosa de las falsas acusaciones de traición que interesadamente se lanzaron contra ella. En la imagen, un retrato de una jovencísima Isabel realizado hacia 1546 (contaría por lo tanto trece años), atribuido al pintor William Scrots.