Adam Smith

 
Un hombre bondadoso. Tras una sonrisa, que fue definida como de «inefable benignidad», se escondía un hombre de rostro poco agraciado, nariz aquilina y pesados párpados. Increíblemente despistado, era reconocido por una peculiar forma de andar y un hablar atropellado cuando el tema le apasionaba. No se casó nunca y dedicó su vida entera a su obra y a su madre. Según se deduce de sus ideas, tanto filosóficas como económicas, parece haber sido un hombre fundamentalmente optimista y lleno de esperanza, a la vez que realista, práctico y al mismo tiempo capaz de especular, respetuoso con el pasado pero volcado sobre todo en el presente que vivía. En la imagen, Adam Smith en un grabado de 1790.