La verdad sobre el caso Savolta

Publicada en 1975, esta novela del escritor español Eduardo Mendoza se sitúa en la Barcelona de los años de la Primera Guerra Mundial, un momento en que el mundo de la industria está cambiando: se hacen grandes fortunas a la sombra de la guerra y se producen sangrientos enfrentamientos entre obreros y patronos. Eduardo Mendoza retrata en la obra el ambiente de la Barcelona de la primera mitad del siglo XX, dando un perfil casi caricaturesco a sus personajes y a las situaciones, a veces llenas de humor y de ironía.

La trama gira alrededor de los Savolta, una familia de industriales de Barcelona que se enriquece extraordinariamente con la guerra que está asolando Europa. La llegada a la ciudad de un tal Paul André Lepprince, un francés de origen oscuro y modales exquisitos que se introduce enseguida en las altas esferas económicas de la capital catalana, y que un año después de su llegada ocupa un cargo directivo en la empresa más próspera, la de Savolta, despierta la curiosidad de unos y la inquietud de otros.


Eduardo Mendoza

Lepprince, junto con "el Hombre de la Mano de Hierro", otro empleado de Savolta, llevan a cabo una política de coacción y amenazas contra todo aquel que se enfrenta a los intereses de la empresa: "Usted, amigo mío, ha recogido tan sólo rumores, versiones unilaterales, inocentes, pero desmesuradamente abultadas y deformadas por el ángulo de quien participa, de quien tiene, por decirlo así, sus propios intereses en juego. Dígame, don Pajarito, ¿se conformaría usted con la versión que yo pudiera darle de los hechos? ¿Verdad que no? Claro está, claro está", le pregunta sibilinamente Lepprince a Pajarito de Soto, que escribe encendidos artículos en La voz de la Justicia. Y contrata a los forzudos de un circo y a la gitana María Coral como matones a sueldo: "Recientemente se han introducido en el sector obrero elementos perturbadores del... buen orden de la empresa. Los tenemos localizados por medio de confidentes leales, ya saben a lo que me refiero".

La labor de estos matones será disuadir a las personas que aparecen en una lista que les entrega Lepprince. Al francés le ha llamado la atención la gitana: "Como la tumba de un faraón jamás hollada. Dentro puede guardar la belleza sin límites, el arcano latente, pero también la muerte, la ruina, la maldición de los siglos". El primero en recibir una paliza disuasoria es el joven obrero Vicente Puentegarcía García. Los esbirros del patrón le propinan puñetazos y puntapiés y lo dejan en el suelo malherido. Siguen muchos más. La policía no encuentra a los culpables, se han desvanecido en el aire. Como también desaparecen en la nada los asesinos del periodista Pajarito de Soto. Al fin y al cabo se trata de anarquistas.

En medio de la violencia, Lepprince toma a la gitana María Coral como amante: "Era suave, frágil y sensual como un gato; y también caprichosa, egoísta y desconcertante. No sé cómo lo hice, qué me impulsó a cometer aquella locura". Luego el francés la echa. Un hombre de su posición no puede permitirse un escándalo.

Llega la noche de fin de año de 1917 y Lepprince asiste a la fiesta que organiza la familia Savolta. Los hombres fuman y conversan en la biblioteca mientras las mujeres cotillean en el salón. María Rosa Savolta ha abandonado el colegio para pasar las Navidades junto a sus padres. Allí la joven conoce a Lepprince y se muestra muy interesada por él. A la medianoche el señor Savolta se dirige a sus invitados. Apenas ha iniciado su discurso cuando suenan unos disparos. El magnate cae al suelo, muerto. El entierro del empresario es digno de un príncipe. Autoridades, socios, amigos, empleados, cocheros de levita y lacayos de calzón corto.


Fotogramas de La verdad sobre el caso Savolta (1979), filme basado en la novela de Mendoza

Iniciadas las pesquisas, la policía llega a la conclusión de que Enrique Savolta y Gallibós, propietario del 70% de las acciones de la empresa que lleva su nombre, dedicada a la fabricación y venta de armas, explosivos y detonantes, ha sido asesinado como represalia por la muerte de Domingo Pajarito de Soto, y que los medios revolucionarios achacaron a la intervención de uno o varios miembros de esta sociedad. Poco después Lepprince decide casarse con María Rosa Savolta.

Un día del mes de abril del mismo año aparece el cadáver del "Hombre de la Mano de Hierro" en un vertedero municipal, con un tiro en la cabeza. Tampoco se encuentra al culpable, aunque la policía endurezca la represión. Tampoco sirve para detener a los terroristas que días después atentan contra Lepprince en el teatro del Liceo. Sólo consiguen herirlo levemente, pero el guardaespaldas del francés logra matar a dos de los atacantes. La boda de Lepprince con María Rosa Savolta, celebrada sin pompa alguna por respeto a la muerte del padre y para evitar aglomeraciones peligrosas que favorecieran un posible atentado, cierra la primera parte del libro.

El año 1919 es nefasto para la industria. Las fábricas cierran, aumenta el paro y fluyen a la ciudad inmigrantes procedentes del campo. Abundan en las calles de Barcelona personas hambrientas, niños flacos y malnutridos y prostitutas. El nombre de Lenin aparece pintado en las paredes de las casas y las huelgas y las manifestaciones de los obreros se suceden cada vez más virulentas. María Rosa Savolta está esperando un hijo y la gitana María Coral trabaja en un cabaret de ínfima categoría. Javier Miranda, el secretario de Lepprince, la encuentra enferma en la habitación de la pensión de mala muerte en la que está alojada y avisa a su patrón. Lepprince se hace cargo de la joven y la traslada a un hotel donde la visita el médico y se inicia su recuperación.

Un día Miranda va a visitar a la joven gitana y le comunican en el hotel que María Coral se ha marchado. Javier Miranda se lo transmite a Lepprince y éste le propone que se case con la muchacha. Pero Javier apenas puede mantenerse, no está en condiciones de crear una familia. Entonces Lepprince le hace la siguiente proposición: varios grupos le han insinuado que podría dedicarse a la política. Sería el próximo alcalde de Barcelona. Para ello ha decidido crear una oficina, un secretariado dedicado exclusivamente a sus actividades políticas. Ha pensado en él para dirigir dicho secretariado.

Miranda se casa con María Coral y poco después a Lepprince se le empiezan a complicar las cosas en la empresa. Uno de los fundadores y pequeño accionista de la casa Savolta le comunica: "Hace tiempo que vengo notando serias anomalías en el negocio y fuera del negocio. Hice averiguaciones por mi cuenta". Lepprince se enfurece y el otro lo amenaza: "Acabaré contigo, Lepprince. Te juro que acabaré contigo. Me sobran pruebas". El pobre señor Parells muere poco después. Alguien ha lanzado una bomba desde la calle y ha ido a parar al interior de la casa, matándolo. Se sospecha que Lepprince está detrás del atentado, pero nada se puede probar; habrán sido los anarquistas.

María Coral y su marido viven una vida tranquila hasta que ella le confiesa la verdad: sigue siendo la amante de Lepprince. Cuando él sale de casa para ir al trabajo se presenta el francés y pasa allí todo el día. Se va antes de que él vuelva. Toda Barcelona lo sabe. Desesperado, Miranda sale de su casa y se va a correr una juerga. Cuando vuelve se encuentra a María Coral sin sentido en la cama, con su camisón de novia y la espita de gas abierta. Asimilada la nueva situación, Miranda tiene que sufrir la humillación de vivir con una mujer que es la amante de otro.

Cierto día María Coral desaparece con el chófer de Lepprince, un matón extranjero llamado Max. Su marido corre detrás de ella y localiza a los fugados en un pueblo de los Pirineos. Max ha resultado muerto en un enfrentamiento con la guardia civil y María Coral ha desaparecido lanzándose al vacío. Nada se sabe de ella. Miranda tiene la esperanza de que sobreviva a pesar de que la joven está esperando un hijo del francés y su estado es delicado.

De vuelta en Barcelona, Javier Miranda se entera de que Lepprince, arruinado, ha muerto en el incendio de su fábrica. María Rosa Savolta ha dado a luz a una niña y su salud está muy quebrantada. Cuando el secretario va a visitarla a su casa, se entera de que todos los criados la han abandonado y han saqueado la casa, llevándose todo lo valioso que han encontrado. Sólo se ha quedado al lado de María Rosa su vieja nodriza.

Mientras hace compañía a la viuda, Miranda escucha unos pasos en el piso superior. Creyendo que se trata de ladrones, sube y se encuentra a la policía. El comisario que dirige la investigación sobre la muerte de Lepprince y sus actividades delictivas le cuenta la verdad sobre su jefe. Nadie conoce su origen. Pero sí sus oscuros negocios. Cuando empezó a trabajar en la empresa de Savolta robaba armas y las vendía en Alemania; de ahí su riqueza. En cuanto se hubo introducido en la familia de su patrón y hubo pedido la mano de María Rosa, uno de sus esbirros asesinó al señor Savolta. Lepprince había estado detrás de todos los asesinatos.

Cuando Miranda vuelve a su casa se encuentra que María Coral lo está esperando. Ha sobrevivido, pero ha perdido el hijo que esperaba. También le espera una carta de Lepprince. Una carta y un documento: una póliza de seguros cuyo beneficiario es él: el dinero deberá enviarlo a María Rosa Savolta y al hijo que esperaba. Pero habrán de pasar años hasta que pueda cobrarla, para eludir a los acreedores. Miranda y María Coral emigran a los Estados Unidos.

Allí pasan unos años de penurias hasta que él consigue la nacionalidad norteamericana y empieza a trabajar en la Bolsa. Ha llegado el momento de cobrar la póliza y enviar el dinero a la viuda de Lepprince. El caso es muy extraño y ha de entablar un pleito con la compañía de seguros. Tras el juicio, que gana Miranda, envía el dinero a María Rosa. El juicio ha despertado en él los recuerdos de aquellos años intensos vividos en Barcelona a la sombra de Lepprince. Ahora Miranda vive una vida tranquila y feliz junto a la gitana María Coral. Poco después de enviar el dinero de la póliza, Miranda recibe una carta de María Rosa Savolta: "Ya sabe que nos tiene a su entera disposición y que nuestra gratitud por su desinteresada ayuda no conoce límites. Crea que con ella ha contribuido a despejar un poco el negro panorama de nuestras vidas y a rehabilitar la memoria de aquel gran hombre que fue Paul-André Lepprince".

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].