Buenaventura Carlos Aribau

(Bonaventura Carles Aribau i Farriols; Barcelona, 1798 - id., 1862) Escritor, periodista, político y economista español. Como poeta, debe su fama a la Oda a la Patria (1833), poema en catalán considerado el punto de partida de la «Renaixença» o renacer de las letras y la cultura catalana en el siglo XIX. Empleó sin embargo el castellano en prácticamente el resto de su variada producción literaria y periodística, e incluso dirigió la Biblioteca de Autores Españoles. Aribau contribuyó asimismo a introducir en España las ideas del romanticismo europeo.


Bonaventura Carles Aribau

Inclinado a las cuestiones económicas y financieras, Bonaventura Carles Aribau fue secretario de la Diputación de Lérida, y ocupó igual cargo en la Junta de Comercio del Principado. Pasó luego al servicio de Gaspar Remisa, banquero catalán establecido en Madrid junto al que trabajó desde 1826 hasta 1841. En la capital de España desempeñó los cargos de consejero de Agricultura y de secretario de la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio.

Hombre de letras y editor, en 1857 emprendió con Manuel Rivadeneyra la publicación de la colección titulada Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días, más conocida como Biblioteca de Autores Españoles o simplemente BAE, para la que compuso estudios sobre Cervantes, Moratín y la novela castellana de los siglos XVI y XVII. Fue también periodista y en su juventud fundó en Barcelona la revista El Europeo, junto con López Soler, Cook, Monteggia y Galli, por lo que puede considerarse como uno de los iniciadores del movimiento romántico en Cataluña. Colaboró además en El Constitucional, El Español y La España; en 1861 fundó la revista La Verdad económica, desde la que sostuvo vivas polémicas con los partidarios de la escuela librecambista.

Aribau poseyó asimismo una sólida formación filosófica y humanística, y fue miembro de la Sociedad Filosófica de Barcelona; poeta y prosista en castellano, defensor del progreso, mereció el elogio de Manuel José Quintana. Sus artículos, publicados en las revistas románticas de su tiempo, fueron luego reunidos con el título de Ensayos literarios. Sus maestros son Walter Scott, Lord Byron, Chateaubriand, Alessandro Manzoni y Schiller; de este último tomó el concepto de «estética», término que Aribau introdujo en España.

La Oda a la Patria

Pero por encima de sus varias actividades, el nombre de Aribau es recordado y celebrado como la primera voz que determinó el despertar de la lengua y las letras catalanas, nunca olvidadas del todo, pero sí minimizadas y arrinconadas por el dilatado predominio político y cultural de Castilla en la vida catalana.

En 1833, el banquero Gaspar Remisa celebraba en su casa de Madrid su fiesta onomástica; entre las felicitaciones y panegíricos que recibe de sus amigos y subalternos figura una oda escrita en catalán y firmada por Aribau. La composición, que pronto sería conocida como Oda a la Patria, era un canto de añoranza de la tierra natal y un apasionado elogio de la lengua materna, tan menospreciada; apenas los dos últimos versos delatan su carácter circunstancial.

Exactamente cien años después, en 1933, un importante hallazgo arrojó nueva luz sobre las circunstancias de este célebre poema: se descubrió una copia autógrafa del mismo junto con una carta, fechada en Madrid el 10 de noviembre de 1832, en la que Aribau ruega a un amigo suyo en Barcelona, el autor dramático Francisco Renart, que revise los "informes alejandrinos" que el compromiso le había forzado a componer, y los lleve a la imprenta de Bergnes de las Casas. El hallazgo permitió restablecer un texto más genuino y quitó todo valor a ciertas conjeturas y dudas a que algunos críticos se inclinaban acerca de la génesis y contenido del poema, e incluso sobre la sinceridad de Aribau. En la carta consta que Aribau lo había escrito para felicitar los días de su patrón y paisano el banquero Gaspar Remisa, establecido en Madrid. Pero además, la carta precisa que los empleados de Gaspar Remisa habían acordado felicitarlo en varios idiomas, y que a Aribau le correspondió el catalán.

El tono, el tema y el movimiento de la Oda a la Patria quedan explicados por este detalle, pues, para contender eficazmente con otras lenguas más felices, Aribau hace la apología de la suya y la eleva a la pureza y dignidad con que fuera antaño cultivada. En la lengua nativa, viene a decir el poeta, se le hace presente la Cataluña alejada, no sólo en el espacio, sino también en el tiempo: paisajes familiares que quizá no volverá a ver, afectos enraizados en la infancia que dejó atrás, glorias históricas, tradiciones perennes; usándola, un catalán se encontrará siempre a sí mismo, en la más auténtica forma de su pensar y su sentir; experimentará no sólo un consuelo a sus nostalgias, sino un orgullo por sus realizaciones, y asegurará inmortalidad a lo que exprese.

Tales conceptos flotaban en el ambiente barcelonés, penetrado por el romanticismo; el poema de Aribau los condensó con suma energía poética y en un idioma concebido de nuevo según una idea absoluta de su perfección. La Oda a la Patria, en efecto, está escrita en un catalán correctísimo, exento de coloquialismos y arcaísmos, de una calidad desconocida desde hacía siglos, y su idea aparece desarrollada en una forma de noble mesura y armonía. No hay tan sólo añoranza en la oda; hay además un vivo deseo de reivindicación y renacimiento.

Puede afirmarse que el mismo Aribau no era consciente de la importancia de su composición. Pero los editores de la revista literaria barcelonesa El Vapor intuyeron la trascendencia de la poesía y, publicándola en el número del 24 de agosto de 1833, la dieron a conocer a los catalanes con orgullo y esperanza. La Oda a la Patria tuvo extraordinaria resonancia en los medios culturales catalanes de la época; desde su misma divulgación, la juventud de la Renaixença catalana tuvo en la oda un manifiesto, un punto de partida y un modelo. Seis años más tarde, Joaquim Rubió i Ors iniciaría en el Diario de Barcelona la publicación de una serie de poesías catalanas que pretendían recuperar la lira de los antiguos trovadores, y veinte años después, en 1859, serían solemnemente restaurados los Juegos Florales. La Renaixença estaba en marcha.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].