Vicente Carducho

(Vincenzo Carducci; Florencia, 1576 - Madrid, 1638) Pintor y tratadista español de origen italiano. Conocido tanto por su apellido original como por la versión castellanizada de su nombre, Vicente Carducho llegó a España acompañado de su hermano Bartolomeo, a quien sucedería como pintor de cámara del rey, y, hasta la llegada de Velázquez, fue la personalidad dominante de la escuela madrileña. Aparte de sus trabajos para los sitios reales, pintó gran número de obras para iglesias y conventos y escribió el tratado Diálogos de la pintura (1633).

Cuando apenas contaba nueve años, Vincenzo Carducci acompañó a su hermano mayor, el también pintor Bartolomeo Carducci, en su venida desde Florencia a España; no abandonaría ya nunca el país excepto por algún viaje esporádico, considerándose él mismo un madrileño. Discípulo de Bartolomeo, aprendió con él todos los recursos de la más exigente formación académica, y su contacto con el medio cortesano le familiarizó con las pinturas atesoradas en el Alcázar, a la vez que completaba y facilitaba una educación de tipo humanístico nada frecuente entre pintores, que hicieron de él el teórico español más importante de su época.

Sucesor de su hermano en el puesto de pintor del rey (1609), cargo que conservaría durante los reinados de Felipe III y Felipe IV, Vicente Carducho ejerció, junto a su colega y amigo Eugenio Caxés, una especie de dictadura artística en Castilla hasta la llegada de Diego Velázquez a la corte en 1623. Hombre muy fecundo y con un taller muy bien organizado, atendió incansablemente encargos de Palacio y de los conventos e iglesias de Madrid y de toda Castilla.


San Bruno renuncia al arzobispado de Reggio Calabria (1626-1632, conjunto de la cartuja de El Paular)

En las obras más tempranas de Vicente Carducho, como la Predicación de San Juan Bautista (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid), fechada en 1610, quedan aún vestigios manieristas relacionados con las obras de Federico Zuccaro y Pellegrino Tibaldi; su estilo se empieza a perfilar en 1614, con el retablo del convento de la Encarnación de Madrid, para el que pintó una Anunciación, repetida luego por sus seguidores, y con la decoración de la capilla del Sagrario de la catedral de Toledo, ejecutada al fresco en colaboración con Eugenio Caxés. Junto a este pintor trabajó en el monasterio de Guadalupe, en cuyo retablo mayor participó con tres lienzos: Anunciación, Epifanía y Adoración de los pastores (1618).

El encargo religioso de mayor envergadura y trascendencia tuvo lugar en 1626, procedente de la cartuja de El Paular, en la provincia de Segovia; consistía en una serie de cincuenta y seis cuadros, veintisiete dedicados a San Bruno (fundador de la orden), otros tantos a las vidas de cartujos ilustres y dos más para representar las armas del rey y de la cartuja. Se firmó el contrato con el compromiso de entregar catorce cuadros al año, pero el conjunto no se concluyó hasta 1632. Según el tratadista Antonio Palomino, Vicente Carducho efectuó un viaje a Granada con el fin de conocer el ciclo de igual temática que había realizado el pintor Juan Sánchez Cotán.

Cada lienzo de este conjunto supuso previamente una serie de dibujos preparatorios y bocetos posteriores al óleo que sometió a la aprobación de los comitentes, hoy conservados en colecciones particulares y en el museo de Edimburgo (Reino Unido) y en la Galería de los Uffizi (Florencia). Obra mesurada en gestos y emociones, tiende a organizar las composiciones con personajes monumentales alineados ordenadamente ante un fondo de arquitecturas clásicas. Tras la exclaustración de 1836, los cuadros fueron trasladados al Museo de la Trinidad y, desaparecido éste, se dispersaron.

En 1627 su Expulsión de los moriscos fue derrotada en concurso por la de Diego Velázquez; en ese punto se inició su declive en la Corte en favor del vencedor, aunque siguió siendo requerido por la Iglesia. De 1631 es el encargo del retablo de San Antonio de los Portugueses (Madrid), del que se conservan cuatro lienzos, y de 1632 la serie de San Félix y San Juan de Mata para los trinitarios de la misma ciudad, de la que quedan once historias.

En 1634 el conde-duque de Olivares acometió la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, con un programa iconográfico que pretendía ensalzar el poder y la grandeza de la monarquía española; Vicente Carducho, Diego Velázquez, Francisco de Zurbarán y Eugenio Caxés participaron en los trabajos. A Carducho se le encomendó la ejecución de tres de los doce cuadros de batallas victoriosas habidas durante el reinado de Felipe IV: La batalla de Fleurus, El socorro de la plaza de Constanza y La expugnación de Rheinfelden. La composición resultó poco novedosa y muy del gusto del siglo XVI, con un personaje en primer plano que dirige la acción representada en el fondo.


La expugnación de Rheinfelden (1634)

Aunque autor prolífico y de temática variada, Vicente Carducho no se inclinó por el bodegón, el paisaje o el retrato (sólo un Autorretrato, conservado en la colección Stirling-Maxwell). Su formación clásica se tradujo en composiciones equilibradas con personajes monumentales y en la síntesis de naturalismo e idealismo que propugnaba en su obra teórica. Utilizó una luz de raíces venecianas, poco violenta en sus contrastes y alejada de Caravaggio y sus seguidores.

Preocupado por la dignidad de la pintura y de los artistas, impulsó la creación de una academia, que habría colocado bajo la protección real, para la formación no sólo de pintores, sino también de arquitectos, tejedores, canteros, jardineros y plateros, y programó el método de enseñanza. En su constitución siguió el modelo italiano, pero con la diferencia de que en su proyecto era dicha institución la que facultaba para el desarrollo de las distintas actividades. Esto chocaba con la realidad del trabajo en España y fueron los propios artistas los que hicieron fracasar la tentativa. En la misma línea de preocupación porque se reconociera la pintura como arte liberal consiguió, en una campaña que fue de 1625 a 1633, liberar a los pintores del pago de la alcabala, impuesto que colocaba sus obras al mismo nivel que cualquier otra mercancía en venta.

En 1633 publicó los Diálogos de la pintura, obra teórica sólo comparable en el siglo XVII a El arte de la pintura, de Francisco Pacheco. Se trata de ocho diálogos entre maestro y discípulo en los que alude a las obras vistas en los viajes a Italia, Flandes y Francia. La obra presenta la pintura como un arte con una normativa, susceptible de ser enseñada, y aboga por un naturalismo mediatizado, por una naturaleza perfeccionada por el artista, no meramente copiada de la realidad; el objetivo del arte así tratado es acercar al hombre a Dios.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].