Fernando de Casas Novoa
(Santiago de Compostela, hacia 1670-1749) Arquitecto español que fue el principal representante de la arquitectura barroca en Galicia. En 1711 sucedió a su maestro, fray Gabriel Casas, al frente de las obras del claustro de la catedral de Lugo, finalizado en 1714. En esta obra y en los conventos de las capuchinas de La Coruña y de las dominicas de Belvís de Santiago adoptó soluciones clasicistas, inspiradas en la arquitectura del siglo XVI. Pero a partir de 1725 evolucionó hacia el barroco más puro y vibrante en lo que son sus obras maestras: la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, en la catedral de Lugo, y, sobre todo, la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela, en la que movimiento, decoración y empuje vertical crean efectos de puro sabor barroco.
Fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago
Heredero de la tradición barroca iniciada en Galicia por Domingo Antonio de Andrade, la fama de Fernando de Casas Novoa se debe sobre todo a una obra excepcional: la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela (1738-1747). Pero entre sus obras arquitectónicas ocupa cronológicamente el primer puesto el claustro de la catedral de Lugo, continuado por Casas Novoa sobre trazas de su maestro fray Gabriel Casas. Es un claustro procesional de un solo piso, solemne y rítmico gracias a las clásicas pilastras pareadas que separan sus arcos; los ornamentos menudos de tipo floral que lo esmaltan le confieren, sin embargo, una gracia y una elegancia muy dieciochescas.
Le sigue la capilla del Pilar de la catedral de Santiago, continuada en 1712 por Fernando de Casas a la muerte de Domingo Antonio de Andrade. A la existente decoración de sartas de frutas, trofeos militares e insignias jacobeas, Fernando de Casas añadió placas recortadas y volutas de muelle, características en Santiago de Compostela a comienzos del siglo XVIII. Además levantó la cúpula octogonal sobre la base cuadrada de la capilla, colocando como enlace, en las esquinas, trompas en formas de veneras y rellenando el intradós de decoración ejecutada a escala menuda.
En 1726 fue llamado a Lugo para construir la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes de la catedral de Lugo, que terminó su discípulo Lucas Antonio Ferro Caaveiro. Se trata de una capilla cilíndrica cuyos pisos se levantan escalonadamente en ordenados y claros volúmenes arquitectónicos, sin apenas concesiones al decorativismo. Su admirable efecto se ve realzado por el conjunto urbano de la plaza que preside.
El mismo dominio severo y solemne de las masas arquitectónicas, como añorando el fenecido clasicismo, demuestra Casas Novoa en las iglesias de las capuchinas de La Coruña y de las dominicas de Santiago de Compostela. En esta última ciudad intervino también en el enorme edificio de San Martín Pinario para rematar ciertos detalles: construyó la capilla del Socorro y la sacristía de la iglesia, el ático y la escalinata de la fachada principal, y la graciosa fuente que centra el patio de las oficinas. Antes de emprender su obra maestra, la fachada del Obradoiro, Casas Novoa realizó una especie de ensayo en la portada de la iglesia del monasterio de Villanueva de Lorenzana, donde anticipó ya muchos de sus elementos.
La fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela necesitó varios proyectos antes de comenzarse definitivamente en 1738. El triple objetivo que se perseguía, proteger el viejo pórtico de la Gloria, asegurar la iluminación de la nave y ofrecer al asombro del peregrino una nueva y deslumbrante portada, fueron conseguidos plenamente. La nueva fachada se ofrece como una gigantesca mampara transparente tendida entre las torres gemelas de la catedral. La enorme área de vidrio está vertebrada genialmente para obtener grandes superficies vacías, que recuerdan tanto las articulaciones góticas como las armaduras de hierro y hormigón de la época industrial.
El ímpetu ascendente, así como el verticalismo de las torres (la de la Carraca fue levantada por el mismo Casas Novoa a imitación de la ya existente), rememoran igualmente las grandes fachadas góticas; pero el escalonamiento de los planos en admirable efecto de perspectiva, la rotura de los perfiles y la múltiple ornamentación (a los elementos orgánicos menudos de tipo floral o de rocalla se asocian los cuerpos sólidos, los placajes y las planas volutas) confieren al conjunto un dinamismo y una fastuosidad plenamente barrocos.
En su faceta de tracista de retablos, Fernando de Casas Novoa diseñó en 1728 el retablo de la capilla de San Fernando en la catedral compostelana, esculpido por Diego de Sande, y el retablo mayor del monasterio de San Martín Pinario, que llevó a cabo Miguel de Romay; destacan por su adscripción a las fórmulas barrocas más avanzadas, que influyó en la evolución de los escultores que llevaron a cabo sus proyectos, y por la profusión de elementos decorativos, así como por las novedades estructurales en su diseño a modo de baldaquinos monumentales tallados por sus cuatro frentes.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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