Ludwig Feuerbach
(Landshut, actual Alemania, 1804 - Nuremberg, id., 1872) Filósofo alemán. Abandonó sus estudios de teología para estudiar filosofía en Berlín junto a Hegel, a quien más tarde se opondría. Centró sus intereses en la elaboración de una interpretación humanística de la teología, en obras como Pensamientos sobre la muerte y la inmortalidad (1830) y La esencia del cristianismo (1841), su obra más destacada, en la que considera a Dios como una hipóstasis del hombre. Definido en términos abstractos pero pensado como ente sensible, Dios es en sí mismo una noción contradictoria según Feuerbach; su filosofía trata de reconducir esta y otras «espiritualizaciones» a la realidad del «hombre singular», el hombre físico, con sus sentimientos y necesidades concretas. Ludwig Feuerbach es una de las principales figuras del llamado «hegelianismo de izquierdas».
Ludwig Feuerbach
Hijo de un famoso jurista, estudió teología en la Universidad de Heidelberg y posteriormente se trasladó a Berlín para seguir los cursos de Hegel, por quien quedó literalmente deslumbrado: "de Hegel he aprendido en un mes todo lo que antes no aprendí en dos años", dijo el propio Feuerbach. Doctorado en Erlangen, permaneció allí de 1829 a 1832, como profesor libre. La ruptura con su maestro, sin embargo, surgió pronto y se concretó en Pensamientos sobre la muerte y la inmortalidad (1830), ensayo que por la tesis anticristiana que sostenía (inmortal es la humanidad, no el individuo singular) le costaría a Feuerbach la carrera universitaria.
Se retiró entonces a una localidad de Baviera y cuidó de la publicación de Historia de la nueva filosofía, aparecida entre 1836 y 1841; de ensayos sobre Leibniz y Pierre Bayle, y de una Crítica de la filosofía hegeliana (1839), así como de textos de crítica religiosa que fueron el prólogo de la principal de sus obras: La esencia del cristianismo (1841). Sucesivamente dio a luz Tesis de introducción a la reforma de la Filosofía, Fundamentos de la filosofía del porvenir (1843), y, finalmente, otros dos grandes textos: La esencia de la religión (1845) y Teogonía.
La fama de ateo determinó la completa marginación del filósofo del ambiente académico. Sólo en 1848, invitado por la asociación de estudiantes revolucionarios de Heidelberg, tuvo la oportunidad de impartir un curso universitario, que sería publicado tres años más tarde (Lecciones sobre la esencia de la religión). El resto de su vida vivió en soledad, apartado y en miserables condiciones económicas. En estado fragmentario quedó un ensayo sobre la ética, que la muerte le impidió terminar.
Las reflexiones de Feuerbach se centraron siempre en la investigación de un único problema. El propio filósofo afirmo: "La primera tendencia que se hizo luz en mí no fue la ciencia o la filosofía, sino la religión. Como consecuencia de esta tendencia, hice de la religión el fin y la profesión de mi vida... Mi primer pensamiento fue Dios; el segundo, la razón; el tercero y último, el hombre". Feuerbach estaba interesado no tanto en el problema de la existencia de Dios como en el proceso de la formación de la idea de Dios en el pensamiento humano, y toda su filosofía puede resumirse en esta máxima: no es Dios quien crea al hombre, sino que es el hombre quien crea a Dios.
En su obra analiza y critica el hecho religioso desde una perspectiva antropológica: la religión es entendida como una forma de enajenación por la cual el hombre escinde la realidad en un mundo terrenal, material y sensible, y otro espiritual. Para superar esta escisión es necesario «mundanizar» e «inmanentizar» la religión, convertir la teología en antropología. Con su crítica de la teología especulativa de Hegel, Feuerbach ejerció una poderosa influencia sobre los jóvenes filósofos de la izquierda hegeliana, especialmente en la primera época de Karl Marx y Friedrich Engels.
La primera de sus obras principales, La esencia del cristianismo (1841), provocó gran entusiasmo, sobre todo entre los jóvenes. Con ella la izquierda hegeliana rompía las reservas que Hegel y sus epígonos de derechas habían conservado hacia el cristianismo, y extraía las consecuencias de la crítica iniciada en la Vida de Jesús, de David Friedrich Strauss, para quien los evangelios no son biografías de Jesús de Nazaret, sino relatos míticos y simbólicos destinados a expresar y propagar la fe. Para Feuerbach, la identidad del espíritu humano con el divino, afirmada por los hegelianos, no es más que la identidad del hombre consigo mismo. El hombre no puede elevarse por encima del hombre; cuando habla de Dios, proyecta fuera de sí sus pensamientos más elevados; pero el ser en que estos pensamientos convergen no tiene realidad fuera del sentimiento que lo crea. Ese ser es infinito porque infinito es el deseo; el deseo teogónico, el deseo creador de los dioses, es la esencia de la religión, incluso de la cristiana. Toda teología es psicología, y su interés no reside en el conocimiento objetivo que pretende ofrecer, sino en sus motivos genéticos. Decir, por ejemplo, que Dios es justicia y bondad, significa expresar la convicción de que la justicia y la bondad son las cualidades más elevadas del hombre.
La proyección fantástica del sentimiento religioso obra sobre el sentimiento mismo, exaltándolo; pero puede también tener, de acuerdo con Feuerbach, consecuencias dañosas. El hombre, que ha concentrado en la idea de Dios todo lo mejor de sí mismo, si se siente privado de todo, pecador y perdido en el seno del ser ideal, y es injusto consigo mismo, olvidándose de que Dios es el hombre mismo en su expresión más alta. Por otra parte, las cualidades humanas, referidas a un ser absoluto, vienen alteradas en su concepto: la justicia divina, a causa de estar por encima de la justicia humana, termina confundiéndose con la injusticia; y el hombre religioso puede ser inducido a sacrificar su propia conciencia en homenaje al ser creado por esta conciencia. La rotura de la unidad del espíritu humano, del que nace el divino, se traduce así, por una parte, en una divinidad inhumana, y por otra, en una humanidad sacrificada. Pero el deseo teogónico puede tomar conciencia de su humanidad, liberándose de toda forma de objetivismo teológico, sin que se sacrifique nada, piensa Feuerbach, de la esencia del cristianismo.
En La esencia de la religión (1845), el filósofo alemán renovó y completó la tesis desarrollada en La esencia del cristianismo. En esta segunda obra, partiendo del punto de vista de la religión en general, extiende su análisis a la idea de la naturaleza, de la cual es también una proyección la idea de Dios. De este modo se puede decir que la "teología" no es tanto "antropología" como "fisiología", divinización de la naturaleza. Las religiones de todos los pueblos reflejan, en su idea de Dios, su interpretación del mundo y de la vida, su concepción de la naturaleza, sus instituciones políticas, su grado de civilización.
Los primitivos representan, por ejemplo, la acción de la Providencia divina como el gobierno patriarcal de un soberano absoluto, cuya voluntad es ley en sí misma sin límites. Los teólogos racionalistas, no pudiendo ignorar la idea y el determinismo de la naturaleza, se resuelven a un compromiso: conciben a Dios como un soberano constitucional, cuya voluntad está limitada por leyes a través de las cuales se manifiesta: Dios reina, pero no gobierna. Pero la naturaleza está en realidad gobernada por un régimen republicano, esto es, sin soberano. Las ideas de este libro fueron divulgadas por Feuerbach en 1848 en una serie de Lecciones sobre la esencia de la religión, dadas en Heidelberg y publicadas en 1851.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
[página consultada el ].