Ignacio de Luzán
(Ignacio de Luzán Claramunt de Suelves y Gurrea; Zaragoza, 1702 - Madrid, 1754) Escritor español autor de una célebre preceptiva literaria, La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies (1737), en la que quedó condensado el ideario estético del neoclasicismo.
Primera edición de La poética (1737), de Ignacio de Luzán
Huérfano a los cuatro años, Ignacio de Luzán pasó su infancia al cuidado de su abuela paterna, residente en Barcelona. Ya desde niño dio muestras tanto de una salud endeble como de una muy buena predisposición al estudio, en particular de las lenguas. Junto a su tío paterno José de Luzán, en 1715 viajó, tras un paso por Mallorca, a Génova y Milán. En la capital lombarda vivió durante unos cuatro años y estudió en el Seminario de Nobles de los jesuitas, obteniendo muy buenas notas en disciplinas como retórica, francés y latín.
Posteriormente su tío fue nombrado inquisidor de Sicilia; el joven Luzán lo acompañó y prosiguió sus estudios en la isla, doctorándose en derecho canónico y derecho civil por la Universidad de Catania (1727) y emprendiendo el aprendizaje de otras lenguas, como el griego antiguo y el alemán, e interesándose por otros ámbitos del conocimiento tan diversos como la historia, la filosofía, las matemáticas y las ciencias experimentales.
En 1729, tras el fallecimiento de su tío, se trasladó a Nápoles, donde vivía su hermano mayor Antonio de Luzán, el primogénito, gobernador entonces del castillo de San Telmo. De carácter retraído, volcado al estudio y la erudición, y con escasas habilidades para la vida práctica, Ignacio de Luzán se acomodó en Nápoles a la vida erudita y literaria de la Corte y entró en contacto con Giovanni Battista Vico, cuya particular filosofía de la historia influiría en su obra posterior. Durante su estancia en Italia escribió Razonamiento sobre la poesía (1728) y El sueño del buen gusto (1729).
Vuelto a España en 1733, se estableció en Aragón para hacerse cargo de los asuntos que competían a su familia, en concreto las deudas e hipotecas que pendían sobre sus bienes desde muchas décadas atrás por diversas cuestiones. En cuanto pudo abandonó Zaragoza y residió en la casa que la familia poseía en Monzón (Huesca), villa natal de su padre y su abuela paterna, más acorde por su tamaño con su delicada salud y su necesidad de tranquilidad. Fue allí donde escribió La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies (1737). En años posteriores siguió enfrascado en su labor erudita, dando a imprenta traducciones líricas de Horacio, Ovidio y Anacreonte, así como de comedias y óperas italianas de Pietro Metastasio. Escribió asimismo de su propia pluma la comedia La virtud coronada y alguna composición poética.
En 1741 fue nombrado miembro honorífico de la Real Academia Española, en cuyo seno trabajó a partir de 1746 como miembro supernumerario en la revisión de las cédulas reales, en la segunda edición del Diccionario de Autoridades y, más adelante, en diversos estudios y trabajos de investigación gramaticales y ortográficos. Ingresó también en la Real Academia de la Historia (1745) y en la Academia de Buenas Letras de Barcelona, y perteneció como miembro de honor a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1752).
Instalado en la capital española, comenzó a entablar amistad y buenos contactos no sólo con literatos y eruditos, sino también con personalidades influyentes como Fernando de Silva y Toledo, duque de Huéscar, y el secretario de Estado José de Carvajal y Lancaster, para quien escribió un Plan de una Academia de Ciencias y Artes y trabajó como revisor de las cartas de los embajadores holandés e inglés. Esto le supuso el ser nombrado secretario de la Embajada de España en París (1747-1750); aprovechó la estancia para conocer el mundillo literario, librero y académico francés, experiencia que describió en unas Memorias literarias de París (1751). De vuelta en España fue llamado a desempeñar importantes cargos públicos, frecuentó los círculos afrancesados y clasicistas y siguió participando en la vida literaria madrileña hasta su fallecimiento en 1754.
La Poética de Luzán
Ignacio de Luzán es recordado especialmente como autor de La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies (1737), un tratado de preceptiva literaria claramente alineado con los principios estéticos del entonces vigente neoclasicismo europeo. La obra se divide en cuatro libros. El primero discurre sobre el origen, los progresos y la esencia de la poesía; el segundo, sobre la utilidad y el deleite de la poesía; el tercero examina los géneros dramáticos, fundamentalmente la tragedia y la comedia; el cuarto y último se ocupa de la poesía épica.
Como tantas preceptivas literarias, La poética de Luzán tiene su primer ancestro en la Poética de Aristóteles, pero sigue mucho más de cerca el Arte poética (1674) de Nicolas Boileau, que fue prácticamente el manifiesto del neoclasicismo, y también el tratado De la perfecta poesía (1706) del erudito italiano Ludovico Antonio Muratori, revelando en ello el fuerte influjo que la cultura italiana ejerció en el conjunto de su obra.
Al igual que Boileau, Luzán aboga por una literatura elaborada desde la razón y la admiración hacia los modelos clásicos, libre de los excesos formales, fantásticos y sentimentales del barroco y ceñida a la verosimilitud. Define la poesía como «imitación de la naturaleza en lo universal o en lo particular, hecha con versos para utilidad o para deleite de los hombres, o para uno y otro juntamente». La utilidad de la poesía y de la literatura en general es transmitir una enseñanza; toda obra literaria ha de poseer, por consiguiente, una finalidad didáctica y moral.
Respecto al teatro, defiende la neta separación de los géneros: la tragedia ha de desarrollar una acción seria entre personajes de encumbrada condición; sólo en la comedia son admisibles los campesinos, criados o burgueses y los enredos cómicos. La tragedia, por otra parte, ha de escribirse en verso, siendo la prosa aceptable solamente para la comedia. Y siempre debe respetarse la regla de las tres unidades: unidad de lugar (toda la obra debe transcurrir en un único espacio), unidad de tiempo (el tiempo ficticio debe coincidir con el tiempo de la representación, o alargarse a lo sumo un día) y unidad de acción (ha de presentarse una única acción principal, no varias acciones paralelas).
Todo ello había sido ignorado por los dramaturgos que triunfaron en el Siglo de Oro español; no obstante, Luzán manifiesta una mayor comprensión de la que cabría esperar hacia figuras como Lope de Vega y Calderón de la Barca. La poética de Luzán llamó bien pronto la atención en los cenáculos literarios madrileños y movilizó partidarios y detractores, como muestran los artículos que sobre el libro publicaron Juan de Iriarte y Juan Martínez Salafranca en el periódico Diario de los Literatos de España, a los que Ignacio de Luzán respondió con el Discurso apologético de Don Íñigo de Lanuza (1741).
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
[página consultada el ].