Mani

(Mani o Manes; ?, 216 - Gundeshapur, h. 274) Fundador del maniqueísmo. De origen persa, Mani predicó su nueva religión en la India. Llamado por el rey Shapur I, le siguió en sus expediciones. Según la tradición fue pintor y escritor, además de inventor de la escritura llamada maniquea. De sus libros sagrados sólo nos han llegado fragmentos y traducciones. En 1930 se descubrió en El Fayum una serie de papiros que contenían traducciones al copto de textos de Mani y algunos de sus discípulos. La religión maniquea, que reúne elementos de las mitologías gnóstica, cristiana, judía y budista, entre otras, admite dos principios opuestos en el cosmos, la luz (bien) y la oscuridad (mal). Según el maniqueísmo, Dios envió a sus profetas, el último de los cuales sería Mani, para guiar a las almas en su intento de salir de las tinieblas y alcanzar la luz divina. Mani murió en Persia, crucificado por orden de Bahram I.


Mani o Manes

Nacido al parecer en 216 en algún lugar al sur de Babilonia, en su juventud se sintió llamado por un ángel para predicar una nueva religión. Mani logró adeptos primero en la India y luego en su patria, Persia, bajo la protección de Shapur I. Durante el reinado de Bahram I fue perseguido por los sacerdotes del zoroastrismo (que era la religión oficial persa) y murió en Gundeshapur entre el año 274 y el 277, tras veintiséis días de encarcelamiento que sus discípulos denominaron «la pasión del Iluminador» o «la crucifixión de Manes».

El propio Mani se preocupó de consignar por escrito la doctrina que predicaba, dándole carácter canónico u oficial, y la hizo traducir a diversas lenguas. Se consideraba a sí mismo como el último de una serie de profetas, entre los que contaba a Adán, Buda, Zoroastro y Jesucristo. Las religiones anteriores habrían tenido un carácter de revelación local, luego erróneamente sobrepasada por sus seguidores. La religión que él predicaba era universal y definitiva, y trataba de integrar las verdades parciales de otras religiones (el zoroastrismo, el budismo, el cristianismo) considerándolas como adaptaciones culturales de la única verdad.

Fundamentalmente, el maniqueísmo era un tipo de gnosticismo que ofrecía la salvación mediante el conocimiento (gnosis) de la verdad espiritual. El hombre terrenal es obra del dios malvado, porque las fuerzas de las tinieblas encerraron en la materia al hombre primitivo que había sido creado por el dios bueno. El hombre debe, por consiguiente, liberarse de la materia mediante el ascetismo (penitencia) y el conocimiento espiritual o iluminación interior.

El maniqueísmo presenta la historia dividida en tres grandes estadios. En un principio estaban separados los dos principios: espíritu y materia, Dios y el mal, la luz y las tinieblas. En el segundo período se produjo la rebelión de las tinieblas, que querían elevarse hasta la luz y lograron mezclarse con ella en el hombre. En el tercero y definitivo se restablecería la separación original. El hombre que hubiera superado la materia iría al paraíso; aquel que continuara mezclado con la materia por no haberse desligado de la fornicación, la procreación, la gula u otras inclinaciones sería condenado a renacer en nuevos cuerpos.

El maniqueísmo, dado que rechazaba todo lo material, no admitió ningún tipo de ritos o símbolos externos materiales. Los elementos esenciales del culto fueron el conocimiento, la renuncia a todo lo material, la oración, la confesión, los himnos espirituales y la limosna; es decir, que el culto practicado por los maniqueos fue muy simple, sin altares y sin ritos; tan sólo se sirvieron de símbolos para la iniciación de sus adeptos.

Como religión organizada, el maniqueísmo se extendió a través del Imperio Romano sobre todo durante los siglos IV y V. En el norte de África atrajo a un joven pagano, inteligente e inquieto, Agustín de Hipona, que al convertirse al cristianismo llegaría a ser el más importante doctor de la Iglesia y enemigo acérrimo de las doctrinas maniqueas. El pensamiento maniqueo inspiró en la Europa medieval diversas sectas o herejías dualistas surgidas dentro del cristianismo. Entre ellas cabe citar la de los bogomilos en Bulgaria (siglo X) y, de forma destacada, la de los cátaros o albigenses, desarrollada en el sur de Francia en el siglo XII y sofocada sangrientamente a principios de la centuria siguiente.

En Persia el maniqueísmo, pese a sufrir diversos hostigamientos, sobrevivió hasta la persecución desencadenada por los musulmanes en el siglo X, a raíz de la cual la sede principal del culto se estableció en Samarcanda. Misioneros maniqueos llegaron a fines del siglo VII a China, donde fueron oficialmente aceptados hasta el siglo IX. Más tarde se les persiguió, pero hubo comunidades de adeptos hasta el siglo XIV. En el Turquestán oriental el maniqueísmo fue reconocido como religión estatal durante el reino Uigur (siglos VIII-IX) y perduró hasta la invasión de los mongoles en el siglo XIII.

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Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].