San Olegario

(Barcelona, hacia 1060 - 1137) Obispo de Barcelona y arzobispo de Tarragona durante el reinado del conde Ramón Berenguer III y los primeros años del de Ramón Berenguer IV. Ocupó la sede episcopal de la Ciudad Condal desde 1116 y la metropolitana de Tarragona desde 1118. Venerado como santo desde su muerte, Olegario (Oleguer, en catalán) fue canonizado en 1675.

Era hijo de Olegario, secretario del conde Ramón Berenguer III, y de su esposa Guilia. Aunque en algunas fuentes tarraconenses se le atribuye un origen franco, parece más probable que naciera en Barcelona. A los diez años fue encomendado por sus padres a la catedral de Santa Cruz de la Ciudad Condal, donde recibió su primera educación. En 1087 tomó las órdenes menores y, dos años después, fue nombrado diácono. En 1093 accedió al cargo de presbítero de la catedral y, poco después, al de prepósito. Al parecer no se ordenó sacerdote hasta 1095, cuando contaba unos 35 años.

Inclinado a una vida de mayor recogimiento, Olegario marchó al monasterio de canónigos regulares agustinos de San Adrián del Besós, donde llegó a ocupar el puesto de prepósito. En 1110 pasó al convento de San Rufo en Provenza, casa madre del monasterio de San Adrián. Al poco tiempo fue elegido prior de dicho convento.

En 1115 formó parte del séquito que acompañó a la condesa Dulce, mujer de Ramón Berenguer III y señora de Provenza, a recibir a su esposo a su regreso a Barcelona tras una exitosa expedición contra los musulmanes de Mallorca. En el transcurso de esta campaña había muerto el obispo de Barcelona, Ramón Guillém. Olegario, que tenía fama de hombre sabio y justo, fue aclamado por el clero sufragáneo y el pueblo de Barcelona (según la fórmula antigua de elección de prelados) para ocupar la sede vacante.

Según cuentan sus biógrafos, al conocer su elección Olegario abandonó precipitadamente Barcelona para refugiarse junto a sus monjes en San Rufo. En junio de 1116 y a instancias del conde de Barcelona, el papa Pascual I amonestó a Olegario para que aceptara la cátedra episcopal. El propio Ramón Berenguer acudió a San Rufo para escoltar a Olegario hasta Barcelona. En el camino, el nuevo obispo fue investido en la catedral de Magalone, en Provenza.

Olegario unía a su fama de santidad buenas dotes para la administración señorial. Una vez instalado en su sede, se ocupó de la ordenación administrativa y disciplinar de la diócesis, en cuyos tribunales se acumulaban multitud de pleitos. Poco después de tomar posesión de su cátedra, en 1118, viajó a Roma para realizar la visita preceptiva ad limina y, según sus hagiógrafos, cautivó al papa con su vigorosa predicación. Cuando, ese mismo año, Ramón Berenguer III conquistó Tarragona a los musulmanes, el conde nombró a Olegario arzobispo de la antigua sede metropolitana, cediéndole en privilegio el señorío sobre la ciudad y sus términos. El papa Gelasio II confirmó tal nombramiento en marzo de 1118.

A su regreso a Cataluña, Olegario fue reconocido como obispo metropolitano, desgajándose Barcelona de la archidiócesis de Narbona, a la que pertenecía desde la conquista musulmana de Tarragona. Olegario trató de reorganizar la archidiócesis y de reconstruir la ciudad, sin abandonar la administración del obispado de Barcelona, que retuvo debido a la falta de beneficio propio del arzobispado tarraconense.

Sin embargo, las rentas de los sufragáneos no bastaron para acometer la reconstrucción de la ciudad, por lo que Olegario cedió el señorío, con todas sus rentas y privilegios, al conde Roberto de Cuelio, cesión que fue confirmada por el papa, creándose de esta forma el condado de Tarragona. Olegario siguió participando en el proceso de reconstrucción de la ciudad y, en 1131, consiguió del papa Inocencio II la promulgación de dos bulas para que los sufragáneos y los fieles contribuyeran a la construcción de la catedral metropolitana.

Olegario participó muy activamente en la vida eclesiástica de su época. Asistió a los concilios de Narbona (1118), Toulouse, Reims (1119) y Letrán (1123) y fue el único prelado español que acudió al de Clermont Ferrand de 1130. En éste último fue nombrado legado pontificio a latere en España para la cruzada contra el Islam. En virtud de su nuevo cargo, participó en la preparación de la campaña de Ramón Berenguer III contra los musulmanes de Tortosa y Lérida, acompañando también al conde en el campo de batalla.

En 1125, cuando contaba cerca de 65 años, emprendió la peregrinación a Tierra Santa. Según sus hagiógrafos, la fama de su santidad le precedió hasta lugares tan lejanos y fue recibido con altos honores por el obispo de Trípoli y el patriarca de Antioquía. A su regreso, participó junto a Ramón Berenguer III en la instauración de la Orden de los Caballeros del Temple en Cataluña.

Se sabe que mantuvo su actividad pastoral hasta el último momento, pues en noviembre de 1136 convocó un sínodo de su diócesis. Después se retiró de su cátedra, ya enfermo. Murió el 6 de marzo de 1137, rodeado por el cabildo catedralicio, que le asistió en su agonía. Muy pronto su tumba fue venerada como la de un santo. En 1281, el rey Pedro III de Aragón solicitó del papa Martín IV su canonización. Pero no fue hasta 1630 cuando se inició el proceso de beatificación, extendiéndose la encuesta hasta 1659. En mayo de 1675 el papa Inocencio XI aprobó finalmente la canonización de Olegario. Actualmente, su cuerpo momificado (cuya supuesta incorruptibilidad se considera prueba de santidad) puede contemplarse en la capilla del Santísimo de la catedral de Barcelona.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].