Axel Oxenstierna

(Axel Gustavsson Oxenstierna, conde de Södermöre; Fanö, 1583-Estocolmo, 1654) Político sueco. Nombrado canciller del reino por el rey Gustavo II Adolfo el Grande en 1612, a cuyo servicio realizó las más importantes tareas políticas, a la muerte de éste fue nombrado jefe del Consejo de Regencia de la reina Cristina, período en el que impulsó la guerra contra Dinamarca, enemigo tradicional de Suecia, y dirigió acertadamente las conversaciones y negociaciones de su país en la Paz de Westfalia, en el año 1648, que convirtieron a Suecia en la mayor potencia del Báltico.

Axel Oxenstierna entró, en el año 1603, al servicio del rey Carlos IX de Suecia, una vez que hubo terminado sus estudios en las universidades de Rostock, Jena y Wittenberg, con lo que dio comienzo a una carrera diplomática fulgurante. El primer destino de importancia lo obtuvo en 1606, al ser nombrado embajador en Mecklemburgo, de donde pasó a ejercer como consejero imperial y, posteriormente, en el año 1611, miembro del Gobierno de Regencia del joven monarca Gustavo Adolfo II.


Axel Oxenstierna

Al acanzar la mayoría de edad para reinar al año siguiente, Gustavo Adolfo II le nombró canciller del reino, cargo con el que logró ganarse la confianza absoluta del joven monarca y en el que ejerció una gran influencia, tanto en política interior como exterior. Oxenstierna llevó a buen puerto una serie de tratados de paz firmados con Dinamarca (1613), con Rusia (1617) y con Polonia (1623). También acompañó a Gustavo Adolfo II varias veces en las campañas suecas en Polonia, y le reemplazó en las tareas de Gobierno durante sus largas ausencias del país.

Durante esta etapa como canciller, Oxenstierna reorganizó jurídicamente las relaciones, bastantes tirantes hasta entonces, entre la nobleza y la Corona. Defensor a ultranza de las libertades y prerrogativas nobiliarias frente a la arbitrariedad y abuso de poder de la monarquía, logró la concesión por parte de Gustavo Adolfo II de una carta que daba solución constitucional al conflicto surgido entre ambos poderes en el año 1611, tras la muerte del anterior rey Carlos IX.

Oxenstierna siguió con la ordenación jurídica del estamento nobiliar, para lo cual dictó, en el año 1617, la Riksdaggordning, que regulaba la composición de la Dieta sueca en cinco colegios, todos ellos subordinados a un Senado formado por cinco miembros y, en el año 1626, la Riddarhnsordning, por la cual se dividió la nobleza en tres estamentos bien diferenciados según el poderío económico.

Tras la reanudación de la guerra contra Polonia, Oxenstierna fue enviado por el rey a Prusia en 1626, en calidad de gobernador de los territorios conquistados por Suecia, y dirigió con éxito las posteriores negociaciones de paz entre ambos países, las cuales dieron como resultado la firma del Armisticio de Altmark (en 1629) por el que Suecia consiguió sustanciales ventajas territoriales. En noviembre de 1631 fue enviado a Frankfort del Main para encargarse de los negociados de guerra, de la administración civil y del avituallamiento del ejército sueco en la Guerra de los Treinta Años, además de participar activamente en tareas militares en las que aconsejó sin éxito un ataque sueco contra Viena, además de mandar un ejército que socorrió a Gustavo Adolfo II en Nuremberg.

A la muerte de éste, en noviembre de 1632, Oxenstierna fue designado por la Dieta sueca legado plenipotenciario en Alemania, con poderes absolutos sobre todos los territorios del ejército expedicionario sueco, tarea en la que obtuvo un éxito brillante al asumir la dirección de la protestante Liga de Heilbronn en 1633 (unión de Suecia, Suabia, Franconia y el Alto y Bajo Rin), alianza cuyo objetivo principal era el de organizar una fuerte defensa militar contra las pretensiones expansionistas imperiales.

Al ser nombrado jefe del Consejo de Regencia de la reina Cristina, Oxenstierna tuvo que regresar a Suecia, en el año 1634, donde redactó el esbozo de una nueva Constitución. A pesar de ello, entró en serios conflictos con la reina madre María Leonor. De vuelta a los asuntos políticos exteriores, sufrió, en 1634, un serio revés militar al ser derrotados los ejércitos suecos por los polacos en la batalla de Nördlingen, tras la cual Suecia fue obligada, al año siguiente, a firmar unas durísimas condiciones de paz con Polonia para poder renovar una tregua de paz necesaria con este país, la cual pasaba por la devolución íntegra de todos los territorios conquistados por Suecia en Prusia hasta la fecha.

Después de semejante fracaso militar y diplomático, Oxenstierna cambió el rumbo de las alianzas exteriores de Suecia al buscar el apoyo de la Francia de Richelieu, con la que firmó, en el año 1636, el Tratado de Wismar por el que Suecia y Francia se comprometieron a unir sus fuerzas para luchar contra el Imperio de los Habsburgo y contra la Corona de España, amén de la promesa francesa de ayudar económicamente y con tropas a Suecia, cuyos recursos se encontraban bajo mínimos como consecuencia de una guerra tan larga como fue la de Los Treinta Años, la cual dejó exhaustos a todos los países que participaron.

Con el determinante apoyo francés, Oxenstierna pudo llevar a cabo una afortunada política expansionista que culminó con el triunfo sueco en la guerra que reinició con Dinamarca, entre los años 1643 y 1645, que concluyó con la firma de la Paz de Brömsebro, en 1645, por la que se suprimieron todas la tarifas de las mercancías suecas transportadas a través del Sund y por el que Dinamarca cedía a Suecia los territorios de Gotland, Ösel y Halland. Gracias a su labor en esas negociaciones, Oxenstierna fue distinguido por la reina Cristina con el título de conde de Södermöre.

La última gestión diplomática que llevó a cabo con éxito fue la dirección de la delegación sueca en la firma de la Paz de Westfalia, en la que consiguió para Suecia la cesión de toda la Pomerania occidental y las bocas del río Oder, junto con las poblaciones de Settin, Bremen y Verder, con lo que se hizo realidad el sueño que tuvo y no pudo ver el rey Gustavo Adolfo II, su gran valedor, de convertir a Suecia en la potencia del Báltico.

Tras ser declarada mayor de edad, la reina Cristina se opuso frontalmente a la política de Oxenstierna, al que veía como genuino representante y cabeza visible de la nobleza contraria al reforzamiento de la monarquía, oposición que también encontró, como era lógico, en el campesinado, el cual se consideraba lesionado por las continuas renovaciones de los privilegios señoriales que dictó en su época como canciller y regente del reino.

Retirado de la política activa, el sucesor de Cristina, Carlos X reiteró la confianza en su persona al consultarle en numerosas ocasiones sobre cuestiones importantes de Gobierno. Su labor como político, hombre de estado e impulsor del desarrollo de la Suecia moderna fue reconocida en el año 1890, al erigirle el ayuntamiento de Estocolmo una estatua en una de las plazas principales de dicha ciudad.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].