Zoé Porfirogéneta

(Constantinopla, 978 - 1050) Emperatriz bizantina, hija de Constantino VIII. Como última representante de la dinastía macedónica, su padre Constantino VIII, preocupado por el asunto de la sucesión, la casó con Romano Argiro, eparca de Constantinopla, quien gracias al matrimonio obtuvo la diadema de Emperador Bizantino, con el nombre de Romano III. El nuevo emperador, una vez alcanzado su objetivo, soportó las infidelidades de su esposa que, sintiéndose despreciada por su marido, se echó en brazos del hermano de Juan Orfanotropo, poderoso eunuco de la corte falto de escrúpulos (otros rumores la relacionaban con Constantino Arkoklines y Constantino Monomachos).


Zoé Porfirogéneta

A pesar de ampliar el territorio de Bizancio con la conquista de Edesa, Romano era muy mal visto por el pueblo bizantino, ya que, al contrario de lo que había venido sucediendo durante la dinastía macedónica, el Emperador comenzó a apoyarse para gobernar en la nobleza funcionarial latifundista, en lugar de en el ejército y el campesinado. La decisión que colmó la paciencia de los bizantinos fue la liberación del pago por parte de los latifundistas de los impuestos que debían pagar por los territorios no ocupados, lo que les ayudó a aumentar sus posesiones a costa de los campesinos, quienes pasaban a depender de los grandes señores.

Zoé, impulsada por la presión popular, ordenó asesinar al emperador en 1034, mientras éste tomaba una baño. El mismo día del asesinato contrajo matrimonio con su amante, quien fue coronado con el nombre de Miguel IV. Éste se hizo enseguida con el control del poder y puso a su reciente esposa Zoé bajo el control y tutela de su hermano Juan Orfanotropo, quien controlaba los hilos de la administración y se estaba enriqueciendo de forma notable. Zoé fue obligada por su marido Miguel IV a adoptar a su sobrino Miguel. El nuevo soberano, a pesar de sofocar una revuelta búlgara en los alrededores de Salónica en 1041, se ganó la enemistad de la nobleza militar, a cuyos miembros había aumentado considerablemente los impuestos.

Ese mismo año, Miguel IV murió de un ataque de epilepsia, lo que provocó la subida al trono del hijo adoptivo de Zoé con el nombre de Miguel V. Éste, de forma sorprendente, hizo frente a su tío Juan y le desterró junto con la mayor parte de su familia, mientras que dio la libertad a sus principales enemigos: Jorge Maniaces y Constantino Doliseno. En la noche del 18 de abril de 1042, despojó a su madre adoptiva de sus títulos y dignidades y la obligó a ingresar como monja en el monasterio de Metamorfosis, en la isla del Príncipe. El pueblo de Constantinopla se levantó el 20 de abril e hizo venir a la ciudad desde su retiro en el campo a la hermana de Zoé, Teodora, y al patriarca de Santa Sofía, Alejo el Estudita, para que dirigiesen el ataque al palacio Imperial. Miguel V, ante la amenaza, huyó al monasterio de Estudio, donde fue hecho prisionero y poco después cegado.

Zoé y Teodora, con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, fueron nombradas emperatrices. Las hermanas abolieron la costumbre de la venta de cargos, aumentaron el poder del senado y repartieron numerosos donativos entre la población más desfavorecida de Constantinopla. Sin embargo, el gobierno se hizo cada vez más difícil debido a los continuos enfrentamientos de las dos hermanas, quienes estaban enemistadas desde hacía muchos años.

Para poner fin a esta situación, Zoé se casó con el senador Constantino Monomachos, uno de sus antiguos amantes, lo que obligó a Teodora a regresar a la vida privada. El nuevo esposo de la emperatriz, que fue coronado con el nombre de Constantino X, resultó ser un mal gobernante; pero su esposa se había desentendido ya de las obligaciones del gobierno y de las labores de la regencia, para entregarse más a su cuidado personal y a múltiples diversiones en las que dilapidó el Tesoro del Estado.

Su tercer marido la abandonó por una bella e inteligente dama de la corte y Zoé murió completamente sola en 1050. Se conserva un retrato de la emperatriz Zoé con las galas imperiales en uno de los mosaicos de Santa Sofía, en el que fue representada junto a uno de sus dos primeros maridos, cuyo nombre fue cambiado por el de Constantino X. El hecho de que la figura de Jesucristo que aparece entre los dos esté mirando a la emperatriz y no al emperador se entiende como símbolo de que la legitimación se encontraba en la dinastía macedónica.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].