Pedro Llorens Llatchós
[Por Antonio Gascón Ricao, colaborador de la sección Especiales]
Pedro Llorens y Llatchós, vecino de Barcelona, domiciliado en la calle Petrixol número 13, calle con salida a la denominada Plaza del Pi, profesor de primera enseñanza, de música y maestro de capilla de la parroquia de Santa Ana, fue, sin duda, digno sucesor del pionero catalán José Ricart y de su Escuela Municipal de Ciegos de Barcelona [1]. Detalle que bien merece una breve semblanza biográfica del personaje. [2]
Más aún, al ser Llorens el representante más cualificado, en la larga transición que se vivió en España, por mantener vivo un método de enseñanza de la lectura y escritura para ciegos, el denominado alfanumérico normalizado, casi idéntico al utilizado de común por las personas videntes.
Sistema pedagógico que se había estado utilizando en dicha Escuela Municipal de Ciegos desde 1820, gracias a la obra pionera de José Ricart, frente al nuevo sistema, impuesto en España, en la propia época de Llorens, de puntos en relieve del francés Braille, tanto en Madrid como en Barcelona, impuesto hoy en día a nivel universal, celebrándose en el presente año el bicentenario del nacimiento de Braille.
Sistema francés, del cual Llorens no era nada partidario, al considerar, con mucha razón, vista la actual experiencia, que dicho sistema no permitía una fluida comunicación escrita entre las personas invidentes y las personas videntes, en su caso, las alfabetizadas, de hecho en su época una minoría, y por ello luchando Llorens, hasta el final de sus días, por mantener vivo su sistema ambivalente, en beneficio de ambos colectivos humanos.
Cruzada la de Llorens, que permite conocer con una cierta profundidad el estado de aquella educación especial en España durante el siglo XIX, y de paso los avances que se fueron produciendo, tanto en nuestro país como a nivel internacional, y de igual forma las extrañas luchas en las que se enzarzaron los maestros más punteros de la época, incluidos los españoles, de los cuales poco o nada se sabe en España, cayéndose de este modo en muchos de los tópicos que circulan en la actualidad.
Introducción a la educación de los ciegos en el siglo XIX: Barbier y Braille.
De hacer historia, dicha escuela municipal barcelonesa, en la cual con los años entraría a trabajar Llorens, dedicada en directo a la enseñanza de ciegos y bajo el amparo del Ayuntamiento, había abierto sus puertas en fecha tan temprana como fue la del año 1820. La escuela nació de la mano del humilde relojero barcelonés José Ricart, siendo por tanto pionera en España, puesto que la segunda, la de Madrid, no abriría sus puertas hasta el año 1842.
Pero al producirse tristemente la caída del Trienio Liberal en 1823, invasión francesa incluida, encabezada por los celebérrimos “Cien Mil Hijos de San Luis”, en apoyo del absolutista Fernando VII, aquella escuela pionera, como otras muchas escuelas municipales barcelonesas, incluida la de sordomudos, abierta con altibajos desde 1800, fue clausurada y no se reabriría hasta 1839.
Fecha última en la que Ricart llevaba dos años fallecido, motivo por el cual asumió la dirección de dicha escuela su antiguo ayudante Antonio Marés y Llompart, subteniente retirado del ejército dedicado al oficio de platero, pues de algo había que comer, ayudado por Joaquín Ayné, músico y de segundo oficio sastre, voluntariosos pioneros ambos a los cuales se unirá un tiempo más tarde Jaime Bruno Berenguer, en su caso, dedicado al apartado musical.
Hacia aquella misma época de 1839, Berenguer, con la magra ayuda económica de los otros dos profesores compañeros de la escuela de ciegos, viajó a París para observar los procedimientos que se estaban utilizando en la modélica escuela parisina, abierta desde el año 1785, escuela que primero amparó la Revolución y después el propio Napoleón. A su regreso, Berenguer, con la debida autorización del Ayuntamiento, puso en práctica dentro de la escuela varios de los adelantos que se estaban utilizando en París, principalmente la escritura convencional de puntos en relieve, que acababa de perfeccionar el entonces ya profesor ciego de dicha escuela Luis Braille.
Por una de aquellas casualidades, el mismo año de 1819 en que Braille ingresó como simple alumno en la escuela de París, el catalán José Ricart inició en Barcelona su labor docente, de modo totalmente altruista y en su local de negocio sito en la calle de Puertaferrisa. Aventura pedagógica la suya que conduciría al año siguiente, después de diversas gestiones, a la apertura de la Escuela Municipal de Ciegos, puesta de aquel modo bajo el amparo del propio Ayuntamiento, la primera de España de carácter municipal y, además, universal y gratuita.
De ahí el que se pueda afirmar que Ricart en su época resultó ser un auténtico pionero, en el más amplio sentido del término, al poseer un método y sus correspondientes aparatos pedagógicos propios, tanto en el tema de la escritura como en el de la música, “empleando para la lectura, la aritmética y la música unas planchas de latón en las que trazaba de modo perceptible al tacto caracteres de diferentes clases” [3]. Mérito el suyo que España todavía no le ha reconocido.
Así, aquel año de 1819, un desconocido llamado Luis Braille (1809-1852), ciego desde los tres años a causa de un accidente ocurrido en su casa paterna, ingresó como alumno en la parisina Institución para Jóvenes Ciegos, fundada por Valentín Haüy en 1785. Escuela de la cual en aquel momento era director Sebastián Guillié, el cual será substituido en febrero de 1821 por François-Rene Pignier.
Personaje último al que se dirigirá un militar, en este caso un capitán de artillería retirado llamado Nicolás-Marie-Charles Barbier de La Serre (1767-1841), a la postre inventor de un modelo de escritura basada “en seis puntos colocados en una línea recta”, precursor del posterior ideado por Braille, proponiéndole su sistema denominado “Sonografía” para su uso dentro de la enseñanza de los ciegos. [4]
Sin embargo, aquel sistema ideado por Barbier, en principio, estaba pensado para su utilización exclusiva dentro del Ejército, al ser un modelo de escritura nocturna con aplicación directa a fines militares, mediante el cual se podían redactar todo tipo de mensajes y órdenes, dado que dicha escritura debería leerse al tacto y en la más absoluta oscuridad, evitando de aquel modo que el enemigo viera una luz, que de noche convertía al combatiente en un blanco seguro.
Charles Barbier
En su versión llamémosla clásica, el código diseñado por Barbier comprendía 36 sonidos, en unos casos letras alfabéticas y en otros sílabas concretas, repartidas unas y otras en una tabla de seis columnas verticales, cada una de las cuales se dividía a su vez en seis casillas horizontales, y donde cada letra o silaba podía representarse a través de dos cifras, indicando la primera el número de la línea, mientras que la segunda indicaba por su posición el número de la columna, en algo muy parecido a los actuales crucigramas.
En el caso de las columnas horizontales, cuatro de ellas correspondían a las letras del alfabeto común francés, primera, tercera, cuarta y quinta, pero distribuidas de forma muy aleatoria, y donde curiosamente no aparecía la letra “c”, mientras que las otras dos restantes estaban formadas por sílabas establecidas a su vez también de forma aleatoria.
Por otra parte, de intentar buscar algún antecedente de aquel moderno sistema Barbier, habría que buscarlo en Italia y en el siglo XVII, ya que el jesuita Francesco Lana Terzi, físico y precursor del globo aerostático, dentro de su obra Prodomo, overo saggio di alcune invenzioni, editada en Italia en 1670, describía un sistema encaminado a que el ciego de nacimiento pudiera escribir y guardar sus “secretos” personales, y el motivo de dicha afirmación pasaba por el hecho puntual de que el sistema de Lana permitía “cifrar” los escritos, de forma ambivalente, al poder utilizarse para uso exclusivo y personal o para remitir cualquier mensaje a una segunda persona impuesta en el sistema.
De hecho, aquella aportación de Lana, en puridad, se podría calificar como el origen de los diferentes sistemas de escritura codificados para uso exclusivo de los ciegos, al permitir a las personas invidentes, según sus propias palabras, “escribir con soltura trazando únicamente líneas y haciendo puntos”.
Por tanto, y al advertir, que el sistema ideado por Lana pasaba, en primer lugar, por una “plantilla” o “pauta” rectangular formada por nueve celdas, en las cuales Lana situó hasta un total de 28 letras del alfabeto latino, formando grupos de dos o tres letras y no precisamente en su orden alfabético común, ya que, las celdas o casillas de aquella “pauta” se iniciaban con una primera línea superior, de derecha a izquierda y con la secuencia AO, GP, BTV; una segunda línea y en el mismo orden FL, MN, ESP, y una tercera que incluía por último las letras CJ, HR, DIZ, aquel sistema no dejaba de ser en sí mismo, por su alteración del orden alfabético, un ingenioso sistema criptográfico que podía ser utilizado por ciegos o por videntes, por lo mismo, habrá que reconocer que Lana se anticipó en mucho a los posteriores sistemas franceses, tanto al de Barbier como al de Braille, a última hora sucesor del primero.
De ahí que en 1952, el francés Pierre Henri lanzara una justificada hipótesis, en su obra La vie et l’oeuvre de Louis Braille, inventeur de l’alphabet des aveugles (1809-1852), afirmando que Barbier se había inspirado en el trabajo de Lana Terzi, que de poder confirmarse tras un minucioso estudio, daría como resultado final que el italiano también era un precursor muy anterior de Braille. [5]
En la versión nocturna, aquella “sonografía” ideada por Barbier se representaba no con cifras o símbolos comunes, sino con unos puntos en relieve, dispuestos en dos columnas de seis puntos cada una. El número de puntos de la columna de la izquierda indicaba el número de la línea, mientras que el número de puntos de la derecha daba a entender el de la columna.
Con miras a aquella aplicación concreta para los ciegos, el militar retirado Barbier, es de suponer que tras su fracaso con el Estado Mayor del ejército francés, puesto que no hay noticias que se aceptara en Francia su sistema, diseñó una regleta, que al principio consistía en una tablilla de madera en la cual se abrían seis surcos horizontales paralelos. Colocando una hoja de papel encima de ella, se podían formar los puntos de relieve necesarios mediante la ayuda de un punzón o estilete.
Con aquel nuevo sistema diseñado por Barbier, en función del uso que deberían darle los ciegos, la verticalidad y el grosor del signo quedaban garantizados gracias a una guía móvil: un “corchete” metálico, que se reemplazó más tarde por una regleta perforada y por un renglón de alvéolos verticales. Más adelante, aquella tablilla se agrandará hasta convertirse en una auténtica pauta, con formato de hoja de papel común. [6]
Gracias, pues, a la conjunción del director Pignier y del militar Barbier, el sistema del último se puso a prueba en el Instituto, donde los alumnos después de evaluarlo de forma conveniente se mostraron partidarios de utilizarlo. Fue por ello que Pignier autorizó su uso, aunque únicamente circunscrito a tomar notas en las clases y realizar con él los deberes, pero negándose a imprimir libro alguno con aquel nuevo y novedoso procedimiento.
De hecho, aquel adelanto de Barbier rompía con el método pedagógico impuso en su época por Valentín Haüy desde 1785, referido al uso de las letras o de los números comunes en relieve, mediante el cual incluso se habían llegado a imprimir en su día 14 libros, los primeros pensados para uso exclusivo de los ciegos, y con los cuales se había formado en la escuela una pequeña biblioteca, y por tanto idéntico al sistema de letras y números utilizado de común por las personas videntes, sistema que se había mantenido intacto y sin modificación alguna hasta aquellas mismas fechas de 1821.
De aquel modo, en la escuela se dio la extraña paradoja de que todo continuaba igual de puertas a fuera, pero en el orden interno todo había cambiado, puesto que los alumnos estaban utilizando para sus apuntes o para sus trabajos el sistema Barbier de puntos en relieve, con todos los inconvenientes que ello comportaba, rompiéndose de aquella forma la uniformidad del sistema educativo, mantenido en dicha escuela desde su creación.
Sin embargo, aún era peor, pues la “Sonografía” de Barbier únicamente servía para representar sonidos concretos y no letras individuales, y por lo mismo no era en sí mismo un sistema alfabético normal, o en su defecto uno de carácter simbólico, como al final resultará el creado por Braille. Además, con ella tampoco se podían representar en toda su extensión la ortografía normal y habitual, ya que, por ejemplo, los acentos y los puntos estaban excluidos, hecho que no inquietaba en absoluto a Barbier, al afirmar convencido de que los ciegos no necesitaban para nada de ella.
Por otra parte, el sistema tenía, entre otros muchos defectos, dos fundamentales. El número demasiado elevado de puntos, hecho que constituía un grave inconveniente a la hora de tener que palpar al tacto dichos puntos, y el otro la dificultad que comportaba la localización de las matrices, hecho que impedía una lectura táctil medianamente rápida.
Puesto en marcha el sistema Barbier, varios alumnos de la Institución, por su cuenta y riesgo, decidieron dedicarse en sus ratos libres a intentar mejorar el sistema de Barbier, vistos sus muchos inconvenientes y entre aquellos mismos alumnos se encontraba el joven Braille. Hecho que confirmará el catalán Pedro Llorens en 1856. Modificaciones finales que los alumnos ciegos intentaron imponer a Barbier negándose éste, lógicamente, y más aún después del reconocimiento oficial que había recibido por parte de la Academia de Ciencias de París en 1823.
En 1825, Braille, que contaba ya 16 años y que continuaba en la escuela como simple alumno, tenía prácticamente ultimado su sistema, que, al principio, era una enrevesada combinación de puntos y líneas, y por tanto haciendo bastante más difícil su interpretación y su escritura, en comparación con el sistema Barbier. A pesar de ello, se decidió a presentárselo al director de la escuela Pignier, pero el hecho fue que no sucedió nada hasta dos años más tarde.
Luis Braille
En 1827, con el permiso de la administración del colegio, Braille transcribió con aquel sistema suyo, todavía muy poco perfeccionado, extractos de Gramática de las gramáticas. En agosto de 1828, Braille fue nombrado repetidor de la Institución recibiendo una gratificación en metálico. Un año más tarde Braille se decidió a dar a conocer oficialmente su nuevo sistema modificado. [7]
En aquel mismo año de 1828, pero en España, a causa de una posible apoplejía, el pionero catalán José Ricart quedó definitivamente inválido hasta su muerte, acaecida en 1837, teniendo que substituirle en sus labores docentes con los ciegos barceloneses, a título personal y sin apoyo económico de ningún tipo, Antonio Marés, que gracias a su oficio de platero se encargaba de realizar las planchas y las letras necesarias en metal, que contaba con la inapreciable ayuda del músico Joaquín Ayné, en opinión de sus contemporáneos, un virtuoso violinista.
Al año siguiente de 1829, se puede considerar, desde el punto de vista historiográfico, que tuvo lugar el nacimiento “oficioso” del Braille, puesto que fue el momento preciso en que la Institución de París editó en su taller de imprenta su obra Procedimiento, primer texto impreso mediante el sistema ideado por Braille: Procédé pour écrire les paroles, la músique et le plain-chant au moyen de points, a l’usage des aveugles et disposés pour eux, aunque impreso con caracteres en relieve lineal.
Nuevo sistema que se afirma, aunque sin prueba alguna que lo avale, que Braille puso en práctica entre los alumnos puestos a su cargo, ya que su sistema no sería adoptado, con carácter oficial y en aquella misma institución, hasta casi ocho años más tarde.
Del mismo modo se desconoce la suerte que corrió, a partir de aquel momento, el sistema Barbier, que se llevaba utilizando en la escuela de París, al haber sido aprobado su uso interno, desde 1822. Sistema aquel de Braille que acabaría aterrizando en Barcelona y en su Escuela Municipal de Ciegos en 1839, y en su caso de la mano del catalán Jaime Bruno Berenguer.
Los cambios pedagógicos de la escuela de ciegos de Barcelona
Otra de las consecuencias de los contactos de la escuela barcelonesa de ciegos, con la escuela de París, fue que se trató de introducir en dicha escuela barcelonesa, a imitación de la francesa, la enseñanza de varios trabajos manuales u oficios, destinados a que los ciegos que pasaran por dicha escuela pudieran posteriormente ganarse la vida por sí mismos, con oficios tales como cestero, alpargatero, hojalatero, empajador de sillas, confección de objetos de paja, de jaulas, cordones o objetos de esparto, consignando el Ayuntamiento con aquel motivo una partida presupuestaria en el año 1841.
Pero aunque se llegaron a poner en marcha algunos de aquellos oficios, no dieron el resultado apetecido y por ello se decidió muy pronto abandonarlos, y el motivo habría que buscarlo en la preferencia general de los alumnos ciegos por ejercer de músicos. La prueba está en que el propio Reglamento de la Escuela de 1841, a través de las disposiciones generales, artículo 25, estableció la forma y manera en que debían agruparse los músicos, en realidad casi todos los alumnos de la escuela, pero siempre en virtud de la formación finalmente alcanzada.
Regulando también quienes deberían ser los músicos encargados de tocar en las iglesias, durante las funciones litúrgicas, o en las audiciones públicas, o la manera en que tendrían que repartirse los honorarios entre profesor, alumnos e institución, en lo que no dejaba de ser una fuente suplementaria de ingresos para todos.
Según ha podido comprobar Esther Burgos [8], por mediación de una abundante correspondencia de los años de 1844, 1845, 1846, existieron durante los mismos constantes requerimientos de parte de diversas instituciones o del propio Ayuntamiento a la escuela de ciegos para que sus alumnos tocaran en numerosos actos públicos.
Parece, pues, que fue una práctica muy habitual que las agrupaciones u orquestas de ciegos se solicitaran para solaz y entretenimiento de determinados acontecimientos mundanos o ciudadanos, incluidos los bailes y saraos que de forma habitual celebraba la burguesía, o amenizando incluso las pausas en los exámenes públicos, por ejemplo, según carta de 22 de junio de 1844, la Comisión Local de Instrucción Primaria de Barcelona solicitaba a la escuela de ciegos una orquesta de músicos para que tocara en los intermedios de dichos exámenes, costumbres que se mantuvieron hasta los finales de aquel siglo.
Pero de hecho, aquel intento de enseñar un oficio de provecho a los ciegos no era ciertamente nuevo, puesto que ya en el siglo XVI, Luis Vives explicaba en su obra De subvencione Pauperum que los ciegos y ciegas pobres de su época ejercían los más variados oficios manuales, o tocaban instrumentos musicales, todo ello, sin haber pasado previamente por ninguna escuela:
“No permitiremos, ni siquiera a los ciegos, ser o conseguir estar desocupados; hay muchas cosas a las que se pueden dedicar: unos tienen aptitudes para las letras, siempre que alguien lea para ellos. Que estudien, ya que observamos en un número de ellos unos progresos en erudición nada desdeñables. Otros son aptos para la música; que canten y toquen instrumentos de cuerda o viento; que otros trabajen en prensas, ayudando a manejarlas; que otros se afanen en el fuelle en los talleres de los herreros. También sabemos que los ciegos fabrican cajas, cestas, canastos y jaulas y que las mujeres ciegas hilan y devanan. En pocas palabras, si no quieren estar parados ni huir del trabajo, encontraran fácilmente a qué dedicarse.” [9]
En 1842, el mismo año que en Madrid se inauguraba la primera escuela para ciegos, incorporada a la ya anterior establecida de sordos, bajo el pomposo nombre de Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos, ambas bajo la dirección de Juan Manuel Ballesteros, que desde 1834 llevaba practicando, a nivel privado, la enseñanza de ciegos, se procedió a la ampliación de la escuela de Barcelona al cederles el Ayuntamiento la totalidad del antiguo convento de San Cayetano, en las proximidades de la plaza de Santa Ana. Dos años más tarde, Marés y Berenguer andaban tristemente a la greña intentando conseguir del Ayuntamiento, cada uno por su lado, que se les nombrara director único de la escuela.
En marzo de 1846, sin causa alguna que lo justificara, se cesó de su cargo al maestro de la clase elemental Antonio Marés, después de más de 25 años de magisterio, nombrándose en su lugar en el mes de mayo al presbítero Pablo Recolons. Decisión que provocó de forma automática una grave insurrección por parte de los alumnos, ya que una parte importante de ellos abandonaron en protesta la escuela, con dimisión incluida de la maestra de las niñas Manuela Lucía de Carmona y Alba, que por su cuenta y riesgo siguió dando clases gratuitas en su casa a las alumnas ciegas que estuvieran interesadas, convocando, incluso, exámenes públicos.
Aquellos cambios y los problemas inherentes, de hecho vinieron dados por la supresión radical de la enseñanza de la lectura, la escritura y las matemáticas, sustituidas por asignaturas tales como “moral”, religión e historia sagrada y profana, materias que hasta entonces no se habían impartido en la escuela, a diferencia de las otras materias tan elementales, que se llevaban impartiendo desde 1820.
Cambios pedagógicos que de forma harto discutible se justificaban en 1849, al aducirse como argumento principal la baja extracción social de la mayoría de los alumnos. Motivo por el cual, se consideró por parte de las autoridades municipales que no se hacía necesaria su alfabetización. Por otra parte, política muy similar a la llevada a cabo de siempre por parte del Colegio Nacional de Madrid, aunque en su caso con los sordos pobres asilados, reducidos casi a la enseñanza de oficios:
“En un principio, a más de la instrucción musical se enseñaba a los ciegos leer, escribir y contar por medio del tacto e insiguiendo el método que se utilizaba en Francia; pero como la experiencia demostró después de algunos años que el aprovechamiento de los alumnos era poco y aun más pocos los adelantos que hacían en esta clase de enseñanza, ya porque se dedicasen la mayor parte con preferencia a la música, pues que ella es de la que únicamente podían confiar para ganarse el sustento, ya fuese porque tal vez aquella enseñanza no estuviese dirigida ni aplicada con toda la inteligencia que se requiere, el Excmo. Ayuntamiento resolvió suprimir a principios del año 1846, aquella enseñanza; pues a más de los motivos expuestos se persuadió que de poco o de nada pudiera servir a los alumnos al salir de la escuela, porque así por su precaria posición social como por la falta de los medios necesarios para adquirirse los útiles indispensables para la práctica, de aquellos conocimientos, de ningún provecho les hubiera sido. Así fue que se sustituyó esta enseñanza con la moral, la religión y la historia que antes no se daba a los ciegos.” [10]
En 1852, Berenguer y Ayné, según explica Antonio Rispa en su Memoria relativa [11], dedicaron a la reina Isabel II un método para ciegos, “sacado del de Braille, para enseñar la lectura, la escritura y los principios musicales”, método que hoy en día no aparece en ninguna biblioteca española, quedando de este modo la duda razonable de si se llegó o no a imprimir.
Según también Rispa, Berenguer inventó, además, una taquigrafía musical, en la que usaba, para los músicos con vista, “signos”, que al parecer después sirvieron de notas en otros sistemas musicales para ciegos, obra igualmente desaparecida, pero cuyo antecedente habría que buscar tal vez en la obra del afamado grabador e inventor de la taquigrafía española (sistema Martí), Francisco de Paula Martí, Taquigrafía de la música o arte de escribirla sin usar del pentagrama, obra que editó en Madrid en el año 1833 el hijo del autor Ángel Ramón Martí.
A pesar de los cambios realizados en la escuela, y de la decadencia en que había entrado aquella enseñanza, dicha escuela continuó adelante. Buena muestra es que en 1853 su número de alumnos alcanzaba a “49 varones y 8 mujeres, entrando y saliendo anualmente de diez a doce.”
También en el mismo año, pero en enero, por recomendación de la Junta del colegio, pasó a engrosar la plantilla de profesores, en la parte correspondiente a instrumentos de viento, el músico Ramón Payrot, del cual se conservan únicamente tres piezas musicales: A María, romanza, poesía de F. Lanzano, partitura manuscrita, para coro y acompañamiento, hoy depositada en la Biblioteca de Cataluña, Solfeo o curso de lectura musical, compuesto por…, librito editado en 1860, y la composición musical: “Las chinescas: rigodones dedicados a…” .
De creer a Rispa, en 1855, Payrot dio a la luz un nuevo método para la lectura y escritura de las letras, las cifras y notas musicales en relieve para uso de los ciegos. Sistema del cual se desconoce casi todo, salvo la descripción que en su día nos legó Rispa, dado que el método, si llegó a imprimirse, hoy está desaparecido:
“Todos los signos provenían de la descomposición de las líneas que entran en la formación de un pequeño cuadrado dividido en ángulo recto por una cruz. Las letras unas mayúsculas y otras minúsculas, eran muy semejantes, sino iguales, a las usadas por los de vista, los números eran convencionales, así como los signos de música tomadas al parecer en parte, aunque no con igual valor, del método de taquigrafía de Berenguer.” [12]
A mediados de aquel mismo año de 1855, el Ayuntamiento decidió separar de sus puestos a Ramón Payrot, director de la orquesta, al presbítero Juan Oliver, substituto del también presbítero Pablo Recolons, despedido en 1852, y en aquel momento profesor de la clase oral, clase que quedó abolida, y a Josefa Pérez, profesora de la clase de las niñas.
Por aquellas mismas fechas Berenguer empezaba a quedarse ciego, y el único que quedó fijo en plantilla fue el veterano Joaquín Ayné. Vacío que tuvo que cubrir a la carrera la Junta de Gobierno, nombrando a José Clariana, para la orquesta y a Felicia Costa de Rispa, cuñada de Antonio Rispa y mujer de Miguel Rispa, director de la Escuela Municipal de Sordos, para la clase de las niñas. Y así andaba la cuestión en Barcelona, cuando en aquella historia hizo su aparición Pedro Llorens y Llatchós.
El método Llorens
Por motivos, hasta la fecha desconocidos, en el año de 1855 Llorens presentó a las autoridades municipales barcelonesas un método pensado e ideado por él, que dentro de la instrucción de lo ciegos, abarcaba la lectoescritura y la musicografía, solicitando a la par una plaza de maestro en la Escuela Municipal de Ciegos, donde tenía intención de impartirlo, en el caso supuesto de que fuera aprobada su solicitud, pidiendo al mismo tiempo, como por otra parte era lógico y humano, el derecho de propiedad exclusivo del método que presentaba. [13]
En el transcurso de aquel mismo año, el Ayuntamiento y la Junta de Gobierno de la Escuela Municipal de Ciegos se estuvieron intercambiando oficios y cartas, discutiéndose en muchas de ellas el sistema que había presentado Llorens, aunque advirtiéndose en una de aquellas comunicaciones que su sistema ya había sido dado a conocer al gran público por mediación de la prensa barcelonesa, concretamente en el Diario de Barcelona, de fecha 7 de diciembre de 1855. Precaución o publicidad muy lógica por parte de Llorens, dada la facilidad que existía en aquella época para el vulgar plagio, en aquel tiempo no penado por ley.
Llorens, desde que presentó su sistema al Ayuntamiento de Barcelona aquel año de 1855, se mostró en todo momento perfecto conocedor de cuantos sistemas existían para la lectura y escritura de ciegos, conociendo además casi al dedillo a todos los maestros y pedagogos de Europa, así como de todos los sistemas empleados en Norteamérica, y haciendo constantes referencias al Instituto de Jóvenes Ciegos de París y a su afamada publicación L’Instituteur des Aveugles, dirigida en aquel momento por el profesor Joseph Guadet. Prueba indudable de que Llorens llevaba muchos años estudiando y trabajando en el campo de aquella educación especial.
Joseph Guadet (1795-1887), antiguo alumno de Louis Braille y discípulo del también antiguo director Sebastián Guillié, fue el principal impulsor del sistema Braille tras su aprobación definitiva en Francia en el año 1854, y justamente a él se debe su traducción y edición al inglés, al italiano, al alemán, al español o al latín.
En aquellos mismos años Guadet, entonces jefe de estudios de Institución de Jóvenes Ciegos de París, describió, en el tomo primero de la revista L’Instituter des Aveugles de 1855-1856, la metodología seguida por Louis Braille para codificar el alfabeto latino, y sobre todo haciendo hincapié en la forma en que Braille había creado la serie de los diez primeros símbolos de su sistema, de los cuales derivaban el resto, en lo que hoy se conoce como La demostración de Guadet. De ahí el peso específico de sus declaraciones a favor del método español de Llorens. [14]
En su Memoria posterior, dedicada por Llorens a la Junta de Gobierno de la Escuela de Ciegos y Sordomudos de Barcelona, empleó como argumento principal a su favor las propias declaraciones de Guadet que ponían de manifiesto la superioridad de su método con respecto al del profesor madrileño ciego Gabriel Abreu [15], de hecho su competidor en España en aquel momento, método que el francés Guadet criticaba abiertamente. [16]
Aparte de las palabras del profesor francés, Llorens citaba fuentes periodísticas a su favor, tales como la noticia aparecida en el Diario de Barcelona, que en su número del 25 de Septiembre de 1855 decía lo siguiente respecto a él y a su sistema de notación musical:
“Sabemos que D. Pedro Llorens, conocido profesor de música de esta ciudad, ha inventado un sistema de escritura para la enseñanza de los ciegos [...] hemos tenido ocasión de examinar este nuevo sistema de notación musical, aunque muy someramente, y nos ha parecido ver en él simplificación y mayor facilidad en aplicarlo y comprenderlo sobre el sistema que está en uso de puntos en relieve…” (El autor se está refiriendo al sistema Braille y por ende a su derivado el sistema musical de Abreu).
Meses después, la Junta de Gobierno de la Escuela Municipal de Ciegos presentó ante el Ayuntamiento de la ciudad el sistema de Llorens, afirmando que era de fácil aplicación y por lo mismo solicitando a la corporación municipal que lo aprobara para que pudiera ponerse en marcha, afirmando al mismo tiempo que aquel método era mucho mejor que el del francés Braille, que se estaba utilizando en la misma escuela municipal:
“El sistema de Llorens es más ventajoso que el de Braille: conviene su adopción.” [17]
En el mismo escrito, se solicitaba para Llorens, el inventor de aquel sistema, la plaza de maestro, pero aquel mismo comentario oficial, en cierto modo también autorizaba a Llorens para poner el acento sobre la discutible idoneidad del método Braille, en comparación con el suyo, pues aquel método estaba implantado en dicha escuela desde 1840.
Al año siguiente, concretamente el 30 de abril de 1856, Llorens entró a formar parte de la plantilla de profesores de la Escuela Municipal de Ciegos de Barcelona, en calidad de maestro interino de música, introduciendo en ella su nuevo sistema con el cual pretendía enseñar a los alumnos la lectura y la escritura de las letras, de los signos aritméticos y de las notas musicales en relieve.
En una carta de noviembre de 1856, enviada por la Junta de Gobierno de la Escuela de Ciegos al Ayuntamiento, se pedía formalmente en ella el nombramiento definitivo de Llorens, plaza en propiedad, en substitución del veterano maestro Jaime Bruno Berenguer, que llevaba en la escuela como profesor interino de música desde 1839, pero que tras quedar ciego había sido definitivamente jubilado:
“… la Junta en sustitución del maestro nombrado (se refiere a Bruno Berenguer), debe proponer y propone a V. E. al profesor de música D. Pedro Llorens merecedor de esta distinción por su patente aptitud y sobre todo por la invención de su sistema muy sencillo a la par que ingenioso para la enseñanza a los ciegos tanto de lectura y escritura de la música como para la caligrafía de cuyo mérito y buenos resultados tienen noticia varios señores de la Excma. Corporación municipal”. [18]
A partir del momento mismo en el cual Llorens pasó a hacerse cargo de la enseñanza musical, en su clase se impartieron las materias de lectura musical (siguiendo su sistema) y de letras, guitarra y principios de violín, aunque el verdadero maestro de violín continuaba siendo el viejo profesor Joaquín Ayné, el último superviviente de la lejana era de José Ricart.
En 1858, el Ayuntamiento tomó la decisión, siguiendo el ejemplo del Colegio Nacional de Madrid, de unificar la escuela de ciegos con la de sordos, constituyendo una única escuela y cuya dirección sería rotativa cada tres años, entrando en ella un maestro de sordos y después uno de ciegos, y así sucesivamente.
En 1859, el director interino de la escuela de ciegos era José Clariana Alguer (1810-1861), músico del Batallón de Milicia Nacional de Barcelona, que había sustituido en el cargo a Raymón Payrot, profesor de instrumentos de aire en 1855, y en música, además de Llorens, continuaba todavía Joaquín Ayné, el antiguo ayudante de Joaquín Catalá en su Academia Cívica y Gratuita abierta en 1820 [19]. Meses más tarde Llorens pasaba a cursar la llamada “enseñanza intelectual”.
De hecho, y ante el aumento tan notorio del número de alumnos, el Ayuntamiento se vio obligado a tener que nombrar en el año 1861 a Domingo Bonet Espasa, profesor de guitarra en el Conservatorio del Liceo, segundo maestro y ayudante respectivamente de Llorens. El año anterior, en atención a las circunstancias particulares del ciego Cayetano Pullés, la Junta había decidido darle una pequeña asignación para que hiciera de auxiliar en la clase de violín, y al mismo tiempo le había encargado la afinación de los pianos.
Al inicio de 1861, el cargo de director de ambas escuelas recayó en José Clariana, que por desgracia fallecería en julio aquel año, y por lo mismo teniéndose que hacer cargo de la dirección, ya que por turno le correspondía, Llorens.
Desaparecido Ayné aquel mismo año de 1861, entró por oposición y con carácter de director de orquesta Juan Carreras y Dagas (1828-1900) [20], al que pasará a ayudar, en 1864, el joven Laureano Carreras y Roure (1848-1887), como ayudante de clase superior de música, que con el tiempo será autor de numerosas composiciones musicales. Para la enseñanza de labores domesticas de las alumnas ciegas, había además una profesora, Felicia Costa de Rispa, y una ayudante, María Mestrés, que a la vez daban clases a las alumnas sordomudas de la otra escuela municipal.
Las listas de los alumnos que cursaban todas aquellas materias, y que todavía se conservan en los archivos municipales de Barcelona, contienen información no sólo de sus nombres y domicilios sino también de las clases a las que asistían y del tiempo que estuvieron cursando dichas materias. [21]
La supuesta rivalidad de las escuelas de ciegos de Madrid y Barcelona
Una historia curiosa, puesto que da hasta cierto punto la medida de la posible rivalidad que pudo existir entre las propias instituciones de Barcelona y Madrid, es la que recoge Esther Burgos en su Historia de la enseñanza musical para ciegos en España, referida en este caso a los avatares sufridos por el maestro ciego madrileño Gabriel Abreu Castaño cuando intentó introducir su método musical en la Escuela Municipal de Ciegos de Barcelona, justo en el momento mismo en que Llorens empezaba a negociar con el propio Ayuntamiento su admisión como maestro, apoyada precisamente en su nuevo sistema, método el suyo que nada tenía en común con el ideado por Abreu.
De esta forma, cuando Abreu tuvo perfectamente concluido su Sistema de escribir la música en puntos, lo hizo público presentándolo en el Real Conservatorio de Madrid, quedando los profesores altamente impresionados, ya que tras felicitar a su inventor, le sugirieron que solicitase inmediatamente la patente y con ella el privilegio de su invención.
Finalmente y por mediación de una Real Cédula, la reina Isabel II concedió el 30 de diciembre de 1854 a Gabriel Abreu el privilegio de ser el inventor del sistema “musicográfico” ideado para su aplicación directa entre los alumnos ciegos. Casi dos meses después, concretamente el día 19 de febrero de 1855, Abreu realizó una nueva demostración pública en el Conservatorio de Madrid a la cual asistieron, entre otros, un nutrido grupo de profesores. [22]
Consecuencia de todo ello, fue que a partir del curso 1855/1856, el método de Abreu se impuso con carácter obligatorio en el Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid. Aunque el organismo que contribuyó en gran medida a que Abreu fuera nombrado profesor de música del mencionado colegio fue el Conservatorio Nacional de Música de Madrid, así como las recomendaciones dadas por el propio director y maestro del Colegio Nacional, el insigne Juan Manuel Ballesteros. Fue por ello que por una Real Orden del 9 de julio de 1855, Gabriel Abreu fue nombrado profesor perpetuo de música del colegio madrileño, con el respetable sueldo anual de 1.500 pesetas. [23]
Puesto ya en funcionamiento el método de Abreu en el Colegio Nacional de Madrid, y con la seguridad que le confería el haber sido aceptado tanto él como su sistema en dicho colegio, Abreu decidió enviar dos ejemplares de su método musical al Ayuntamiento de Barcelona, sugiriendo de paso que lo valorasen, considerando la posibilidad real que existía de que la corporación barcelonesa decidiera adoptarlo para su uso también en su Escuela Municipal de Ciegos.
Según consta en una carta que se encuentra en el expediente que sobre Gabriel Abreu existe en el Archivo Administrativo de Barcelona, aquel envío tuvo lugar el 6 de agosto de 1856. [24]
Sin embargo, según el estudio de Esther Burgos, en dicho archivo no aparece respuesta formal alguna a dicha carta, aunque de hecho sí la hubo, pues tal como explicaba en una segunda misiva el propio Abreu, dicha respuesta quedó reducida al remite y devolución de su propio sobre anterior, donde una mano anónima había escrito un “Recibido”, firmando debajo de forma confusa y por tanto anónima.
Debió ser por ello mismo que Abreu, muy molesto ante aquella extraña y lacónica respuesta y ante el posterior silencio administrativo, se vio casi en la obligación moral de tener que volver a escribir nuevamente al Ayuntamiento barcelonés. Misiva que Abreu cursó, prudentemente, unos meses después, pidiendo en ella, como era lógico, explicaciones:
“…con fecha 6 de agosto último tuve la honra de dirigir a V. E. un paquete certificado con dos ejemplares del sistema de escribir la música en puntos de relieve para la enseñanza de los ciegos que acababa de publicar, que si bien se me devolvió el sobre con la palabra Recibido y con una rúbrica, que no tengo el honor de conocer, al haber transcurrido tanto tiempo sin que se me haya acusado recibo, y el tener noticia de que no se ha dado cuenta a esa ilustre Corporación, que V. E. tan dignamente preside, me ha puesto en el caso de duplicar dicho envío por si se hubiera extraviado (sic)…” [25]
Aquella segunda carta de Abreu, fechada en Madrid el 18 de noviembre de 1856, al ser recibida en el Ayuntamiento de Barcelona, provocó el envío a su vez de una notificación de éste a la Junta de Gobierno de la Escuela Municipal de Ciegos, donde la corporación pedía la opinión que le pudiera merecer a dicha Junta el nuevo sistema remitido en su día por Abreu:
“D. Gabriel Abreu profesor de música del colegio de ciegos de Madrid, ha remitido a este Cuerpo municipal dos ejemplares del sistema de escribir la música en puntos de relieve para la enseñanza de ciegos, del cual es autor, por si ensayado dicho sistema en la escuela que para estos seres desgraciados costea esta municipalidad, ofrece el mismo resultado que está produciendo en el colegio de la Corte [...] esta Sección espera que V. I. se servirá informar sobre su utilidad y demás cuanto considere conveniente, para en su vista elevarlo al superior conocimiento de S. E. el Cuerpo municipal...” [26]
A partir de aquella petición del Ayuntamiento todo son misterios, porque en principio y apariencia ni la Junta de Gobierno ni la propia escuela contestó a la misma, dando así la impresión de que no mereció consideración alguna el analizar el sistema de Abreu, salvo claro está, que si hubo respuesta oficial, aquel papel esté en la actualidad perdido.
De haber acaecido lo primero, hecho probable, sería indicativo de que la Junta de la Escuela de Ciegos barcelonesa hizo caso omiso, tanto a la petición formal por parte del Ayuntamiento como a la sugerencia del maestro de Madrid de probar su sistema con los alumnos barceloneses.
Hecho nada sorprendente si se tiene en consideración que a causa de una casualidad o de un azar, los dos maestros, inventores ambos de dos sistemas musicales paralelos aunque distintos para las personas ciegas, el madrileño Abreu y el catalán Llorens eran coetáneos, como también lo fueron sus métodos, al haberlos hechos públicos ambos con una diferencia escasa de meses. Uno, el de Abreu, con la correspondiente bendición de la reina Isabel II, y el otro, el de Llorens, con el beneplácito y la bendición del Ayuntamiento de Barcelona.
Intentando dar respuesta a aquel enigma histórico, Esther Burgos ha localizado un papel, más bien borrador, que no está dirigido a nadie en concreto, como tampoco está fechado ni firmado, pero que ella cree, casi con total seguridad, hipótesis con la cual estamos totalmente de acuerdo, que fue escrito de mano del propio Llorens, en respuesta a aquella petición del Ayuntamiento barcelonés respecto al sistema de Abreu, papel que nunca se debió enviar.
Dicho escrito comenzaba explicando al posible lector que el sistema pedagógico empleado en la escuela Municipal de Ciegos de Barcelona desde 1841, un hecho históricamente discutible, pues de creer a Antonio Rispa fue el año anterior, era el del francés Louis Braille, en concreto el de puntos convencionales en relieve, sistema importado de París tras su viaje en 1839 por el maestro de la escuela de Barcelona Jaime Bruno Berenguer, cuestión que confirma igualmente Antonio Rispa. [27]
Inmediatamente, el autor anónimo de aquel informe pasaba a comparar el sistema del francés Braille, aplicado ya en la escuela de Barcelona, con el de nuestro compatriota madrileño Abreu, resultando que el último, a juicio del que escribía aquellas notas, era mucho más complicado aún que el francés.
El mismo autor anónimo, después de analizar el sistema del francés, basado aquel en seis puntos en relieve, afirmaba que según su opinión aquello ya suponía de por sí un gran esfuerzo intelectual para la persona ciega, pero despreciando también el de Abreu al considerarlo aún más difícil al tacto que el del francés y, por supuesto, mucho más difícil en todo lo que se refería a su sistema de escritura.
Un hecho que se debería tener en cuenta es que el anónimo autor de aquel escrito sabía perfectamente de lo que estaba hablando, puesto que Abreu había añadido, diríamos que de forma muy cuca, dos puntos más al sistema inventado por el francés Braille complicándolo aún más con ello, detalle que en el fondo no dejaba de ser un vulgar apaño del sistema francés.
Hecho que en principio demostraba justamente eso, que el nuevo método de Abreu no era de hecho ninguna novedad sino más bien un vulgar plagio, eso sí, legalizado mediante decreto por la reina Isabel II. Todo ello sin merma alguna del sistema musical ideado por Abreu, que en la práctica posterior en España se demostrará muchísimo mejor que el de Braille, incluso en la actualidad, teniendo en cuenta que el Braille actual se lleva rectificando y modificando más de 50 años. [28]
A propósito de la lectura, aquel autor, insistimos, anónimo, afirmaba que:
“… si para un punto que deba hacerse sin el apoyo de los ángulos superior e inferior hay dificultad, que será si en lugar de uno se debiesen escribir dos puntos... Si de la escritura pasamos a la lectura diremos tan solo, que el ciego tiene que imponerse para conocer una figura de todos los puntos de que está compuesta su posición, y que si en el sistema braille a pesar de ser la figura de un tamaño tal que permite tantearla toda con la yema del dedo por ser su longitud de tres puntos, no ha podido el alumno más aventajado, leer seguido...” [29]
Argumentos muy similares a los que utilizará Llorens en los próximos años, personaje que en aquel momento era una de las personas más autorizadas, tanto en materia musical como elemental, de la Escuela Municipal de Barcelona, e incluso en la propia España, al ser inventor de un sistema totalmente alternativo, ya que nada tenía que ver con el de Braille, y que en aquel preciso momento estaba intentando poner en práctica entre los alumnos ciegos de la Escuela Municipal.
Circunstancia que se dio justo en aquel mismo mes de noviembre, en que se recibió, procedente de Madrid, la segunda carta de Abreu, un hecho más que da en suponer que Llorens, tal como afirma Esther Burgos, pudo ser el autor de aquel papel anónimo, mediante el cual se despreciaba y arrinconaba el método que se había recibido vía Abreu, intentado, habrá que reconocer que de forma muy egoísta, primar Llorens su método, teniendo en cuenta que al final el sistema Abreu fue también puesto en marcha en la escuela barcelonesa, al contar con la bendición del Conservatorio de Música.
Cuestión anterior que en principio nada tuvo que ver con unas supuestas e hipotéticas rivalidades existentes entre las escuelas de Madrid y Barcelona, que resalta Esther Burgos, opinión de la cual discrepamos. La prueba de ello fueron las buenísimas relaciones que Llorens siempre mantuvo tanto con Juan Manuel Ballesteros, maestro y director del Colegio Nacional de Madrid, como con Francisco Fernández Villabrille, su ayudante. Hechos que vienen a demostrar que si hubo en un momento dado alguna rencilla, dicha rencilla debió pasar única y exclusivamente entre Abreu y Llorens y no entre las propias y respectivas escuelas, en el caso de la de Madrid, dependiente desde 1852 de la Corona.
Confirma lo anterior un comentario muy posterior de Pedro Cabello y Madurga, director del Colegio Nacional de Sordos y Ciegos de Madrid en los finales del siglo XIX, sucesor de Carlos Nebreda en el cargo, que tras analizar en un artículo el sistema ideado por Llorens, resaltaba que el sistema Llorens, aun siendo bueno y útil, había sido mirado por los profesionales españoles con la más absoluta de las indiferencias, haciéndose así bueno el dicho de que nadie es profeta en su tierra.
“Al llegar á este punto y antes de dar por terminado con la exposición de algunas advertencias generales cuanto por ahora nos hemos propuesto decir de la escritura en sus relaciones con la instrucción que conviene dar á los ciegos, permítasenos manifestar la extrañeza y profundo pesar que nos causa el hecho de que un sistema, al parecer tan sencillo como ventajoso y útil, no haya traspasado entre nosotros el recinto de la escuela á cuyo magisterio pertenece su laborioso, modesto é ilustrado autor, porque, en efecto, no hallamos razón plausible para explicar la indiferencia con que, al menos aparentemente, parece haberse recibido por maestros especiales españoles un trabajo debido á otro maestro especial, también español.” [30]
Llorens, siguiendo con su particular campaña de difusión de su sistema, en diciembre de 1857 envió al Instituto de París un ejemplar de su recién impreso Nuevo Sistema de Enseñanza que se vio reproducido en la revista, casi al completo, en el número del 1 de abril de 1858. En los comentarios que aparecieron junto a la presentación del sistema de Llorens, su autor Guadet, director de estudios de la escuela de París, afirmaba lo siguiente:
“Este nuevo sistema de escritura y de notación musical es obra de un hombre experimentado en la materia, y de buena fe. Haremos ver primero en qué consiste dicho método, traduciendo el que ha publicado el autor; traducimos también lo que dice de los sistemas que han salido antes que el suyo, y del suyo propio; en fin, haremos nuestras objeciones, mas primero diremos, que si no estamos acordes con todas las teorías del honorable profesor, conservaremos sin embargo una buena estima por su obra.” [31]
Un hecho que se observa a través de las anteriores declaraciones, y de otras muchas en que se habla del sistema de Llorens, destaca el que fue siempre muy bien recibido en todos los ámbitos educativos o en los centros de enseñanza, pero, por alguna circunstancia no esclarecida, no terminó de cuajar como lo hicieron los sistemas de puntos que él mismo criticó durante toda su vida, entre ellos el del propio Braille.
Pero si hubo algo en el método de escritura de Llorens, que de por sí era una ventaja incuestionable, hecho que el propio Guadet reconoció públicamente, fue que su sistema de escritura alfabética era perfectamente legible por todo el mundo, tanto por los ciegos como por los videntes, objetivo que Llorens siempre persiguió haciendo de él una auténtica cruzada, circunstancia que no se dio en igual medida o fortuna con su escritura musical.
De cualquier forma, habrá que advertir que se tardó mucho tiempo en aceptar plenamente un único sistema educativo en la escuela de Barcelona, ya que, por ejemplo, siguieron funcionando durante al menos otros veinte años más, distintos sistemas de forma autónoma y paralela, tanto para la escritura como sobre todo para la música.
De hecho, el propio sistema de Llorens estuvo vigente en la escuela de Barcelona desde el momento mismo en el que el maestro lo enseñó por primera vez a sus dos primeros alumnos, para satisfacción de la Junta Directiva en el año de 1856, hasta el año 1918, es decir, durante 62 años, momento en el que se decidió desechar en aquella institución el sistema de Llorens, pasándose a imponer, de manera definitiva y por decreto, el sistema Braille. [32]
Sin embargo y en su época, sería el director del Colegio Nacional de Madrid, Juan Manuel Ballesteros, uno de los que mejor acogió el sistema de Llorens, prodigándole calurosos elogios, como se demuestra a través de un oficio enviado al interesado en octubre de 1860:
“Esta Dirección ha recibido con suma satisfacción el nuevo sistema de escritura en relieve de letras y cifras con signos comunes, y de notación musical con signos convencionales inventado por Vd. para uso de los ciegos, y adoptado con feliz éxito en esa Escuela por el Excelentísimo Ayuntamiento, y después de haberlo examinado detenidamente, tiene el singular placer de felicitarle por su trabajo, ya porque con él los ciegos tienen una escritura común para ellos y los de vista, y ya porque con él desaparece la especialidad en que estaba esta parte de la enseñanza (se refiere al sistema Braille). Tocante a la notación musical, creo que ha de ser ventajoso para el músico ciego, el que los signos que indican las notas sean diferentes de los que expresan su valor. Por tanto, esta Dirección le da las mas expresivas gracias por la obra y el aparato que ha servido mandarle, y por el buen concepto que le ha merecido este Colegio.” [33]
Pero no todas las opiniones fueron en España favorables a Llorens, puesto que Carlos Nebreda [34], sucesor de Ballesteros en la dirección del Colegio Nacional de Madrid, afirmaría unos años más tarde lo siguiente, concretamente en 1879, respecto a los métodos de Llorens:
“El profesor Sr. Llorens, llevado de su amor por la enseñanza y deseoso de mejorar la instrucción de los ciegos, inventó y publicó en 1857 un sistema para la enseñanza de la lectura y escritura con caracteres comunes de relieve, trazados por los mismos ciegos con aplicación también a la música, y valiéndose de un ingenioso aparato [35]: solo dos palabras diremos sobre este método por no prestarse esta memoria a detenidas consideraciones.
A nuestro juicio es un sistema más sobre los muchos conocidos, y del que no hemos visto sino los resultados prácticos en la escritura usual; pero por el estudio teórico que de este método hemos hecho, creemos que si se abreviara su complicación y pudieran representarse las letras con alguna más exactitud, pudiera tener una gran aplicación, y por consiguiente, ser de suma utilidad para comunicarse los ciegos con los de vista; más para la formación de cuadernos y libros para uso exclusivo de ciegos, no llena ni con mucho sus necesidades, y por lo tanto es inferior al sistema Braille. En cuanto a su aplicación a la música, le creemos desde luego inferior al sistema Abreu.” [36]
En 1861 y al fallecer en octubre Clariana, Llorens fue nombrado director de la unificada Escuela Municipal, compuesta por la de Ciegos y Sordomudos, cargo que ostentaría hasta 1864, año en cual fue suprimido el cargo de director, y una vez terminada su gestión en la dirección, Llorens continuó hasta su muerte en 1894 como maestro de música y al mismo tiempo como responsable del taller de imprenta de la propia escuela. [37]
Durante los años en que Llorens estuvo al frente del taller, fue el responsable de la edición y publicación de numerosas obras necesarias para la instrucción de las personas ciegas, así como de los principales libros y manuales que existían para la enseñanza de la música.
Cuestión curiosa fue que al término de aquellos trabajos de impresión, Llorens sugiriera siempre a las autoridades barcelonesas, al igual que durante su etapa de director, el envío de diversos ejemplares a otros centros o escuelas hermanas. Prueba de ello es la carta del entonces director del Colegio Nacional de Sordos y Ciegos de Madrid, Juan Manuel Ballesteros, donde agradecía el envío que le habían hecho del método de Llorens y, a la vez, aprovechaba él para enviar otras obras para la Biblioteca de la escuela de Barcelona. [38]
Igual actitud adoptada por Francisco Fernández Villabrille, profesor igualmente del Colegio Nacional de Madrid, que agradecido por el trato que le habían dispensado los catalanes tras su paso por la ciudad, les envió también dos ejemplares de su Memoria, fruto del viaje que realizó comisionado al extranjero para observar y aprender de otros centros. [39]
Una cuestión que sorprende es que poco o casi nada se conoce respecto a la vida particular y familiar de Llorrens, y que a su muerte en 1894 ni el Ayuntamiento, ni la Escuela Municipal de Sordomudos y Ciegos, ni su propia familia tuvieron el detalle de hacer público su deceso, pagando una esquela en el apartado de necrológicas, por ejemplo, en La Vanguardia.
Detalle que sí se tuvo en cuenta al fallecer años más tarde su esposa, María Mestres y Tapies, viuda del antes fallecido Pedro Llorens Llatchós, fallecida el 10 de abril de 1913, sabiéndose así por dicha esquela que los difuntos tenían “hijos, hijas políticas, nietos, hermanas, hermanos políticos”, y que ambos estaban emparentados con la razón social Tapies y Llorens, empresa dedicada a la fabricación e instalación de aparatos eléctricos y similares, constituida en 1901.
Escritura convencional en relieve o escritura de puntos en relieve: el debate
Una cuestión que cabe resaltar es que Pedro Llorens, contemporáneo pues del madrileño Gabriel Abreu [40], se destacó siempre por su incesante búsqueda de métodos más sencillos encaminados a la instrucción de las personas ciegas en todos sus aspectos.
Pero según la opinión de Esther Burgos, es casi seguro que Llorens tomó como punto de referencia de su trabajo el sistema ideado anteriormente por Ramón Payrot, músico y antiguo maestro de la Escuela Municipal de Ciegos de Barcelona, y que basado en él confeccionó su propio sistema de lectoescritura.
No obstante, de haber sido de aquel modo, cabe afirmar que LLorens lo debió modificar y mejorar notablemente, puesto que el sistema de Payrot quedó reducido a su aplicación en aquella escuela y sin que se llegara a publicar nunca, teniendo en cuenta, además, que Payrot sólo trabajo dos años en la escuela, motivo que da en poder suponer, de forma lógica, que la influencia de su método sobre los alumnos debió ser mínima.
Cuestión a la postre casi banal, al afirmar Antonio Rispa en su Memoria relativa que en el caso de las cifras musicales, Payrot las había copiado en parte del método taquigráfico musical inventado por Bruno Berenguer, con lo cual, de ser cierta aquella afirmación, la historia de los plagios, como era costumbre de aquel momento, volvió de nuevo a repetirse. [41]
De hecho, a gran diferencia de Payrot, se conoce perfectamente el sistema de Llorens a través de sus propias obras, en las cuales explica con claridad y detalle cómo eran los signos en relieve que él concibió para enseñar la lectura y la escritura a las personas ciegas y que, a su vez, los videntes pudiesen entender con facilidad aquella misma escritura, puesto que aquel era en realidad su objetivo final.
También a través de sus escritos, Llorens razona y justifica la validez de su sistema alfanumérico frente a los otros vigentes, muy en particular frente al de Braille o el de Abreu, basados ambos en los puntos en relieve, que fundamentalmente fueron sus principales competidores en aquella extraña carrera por la gloria.
Recordemos que en 1839, y al reabrirse la escuela de ciegos de Barcelona, Jaime Bruno Berenguer, ayudado económicamente por Marés y Ayné, había viajado a París para ponerse al día de los nuevos procedimientos que se estaban utilizando en la escuela parisina, aplicándose a su vuelta la escritura en puntos de relieve, que acababa de perfeccionar Braille.
Aplicación pedagógica, que por otra parte no significó la renuncia en la misma escuela a la enseñanza de la denominada escritura convencional hasta 1846, año en que fue abandonada, al considerar las autoridades civiles que no era necesario ni imprescindible escolarizar a los ciegos, o que en 1852, Berenguer y Ayné, habían ideado un método para ciegos, “sacado del de Braille, para enseñar la lectura, la escritura y los principios musicales”.
Todos aquellos esfuerzos por mantener viva la enseñanza de la escritura normalizada los justifica el catalán Pedro Llorens en 1857, afirmando que estaban encaminados a la búsqueda de una escritura general y común, como medio de que no resultara “jeroglífica” para las personas videntes, tal como sucede en la actualidad, teniendo en cuenta que hoy en día, para más comodidad de las personas invidentes (leer en Braille es muy lento), se ha generalizado, gracias a las nuevas tecnologías, el uso de los audio libros.
Polémica muy similar, por no decir idéntica, a la que debió tener lugar entre los maestros de sordos, partidarios unos de una lengua “signada”, o jeroglífica, denominada hoy “lengua de signos”, mientras que otros eran partidarios de que los sordos usaran el alfabeto manual que representaba las letras comunes minúsculas utilizadas en la imprenta, y que se podía ejecutar con la ayuda simple de los dedos de la mano derecha, o de que los sordos aprendieran directamente a leer y escribir al igual que los oyentes. De ahí que Llorens afirmara, respecto a los ciegos, lo siguiente:
“…Habiendo demostrado la imprenta que el ciego podía leer y leía los caracteres comunes con las modificaciones que, sin destruir su forma, las hacía más perceptibles al tacto; se renovaron los esfuerzos para obtener una escritura común a los ciegos y a los de vista.” [42]
De hecho, el sistema de Llorens estaba concebido a partir de las letras mayúsculas del alfabeto común, pero con las letras algo alteradas en su forma o figura habitual y común. De este modo, para poder escribir, Llorens ideó una pauta o regla muy parecida a las ya existentes en el mercado, que permitía escribir todas las letras del alfabeto latino en relieve y, además, en paralelo también el alfabeto de puntos de Braille, dando de aquel modo a sus alumnos una doble alternativa, y en función si el escrito estaba destinado a una persona ciega o vidente.
En el caso de algunas letras del alfabeto latino, Llorens las reelaboró, modificando en parte su forma o figura original, con la única finalidad de que fueran inconfundibles al tacto de los ciegos, haciendo igual con las cifras numéricas, modificando o alterando su forma o figura habitual. Según su opinión, el alumno ciego, mediante el tacto, podía aprender una sucesión de líneas y curvas, mientras que el vidente podía captar con suma facilidad lo escrito por el ciego, con indiferencia de las alteraciones por él realizadas.
De aquel modo su sistema era ambivalente, ya que era fácilmente comprensible para el ciego, y muy fácil de leer por parte de los videntes ilustrados, y mucho mejor que el sistema Braille o cualquier otro sistema de puntos, incomprensible todos ellos para las personas videntes no impuestas en su uso, circunstancia que en la actualidad sigue acaeciendo. [43]
Según también el propio Llorens, no fue hasta el año 1836 cuando Braille acabó de pulir el sistema ideado por el militar Barbier, y del cual por tanto descendía en línea directa, pero dando forma definitiva al sistema conocido en la actualidad como sistema Braille, que se ejecutaba taladrando el papel con un punzón, con la ayuda de “paraleógrafo”, y conformado por dos puntos en ancho y tres en alto. Sistema de signos “convencionales”, denominados de aquel modo, al haber sido aceptados mediante acuerdo previo de los propios usuarios, pero signos obtenidos, según Llorens, tras diversas modificaciones, efectuadas gracias a la práctica ejercida por algunos alumnos del propio Braille, en todos los casos anónimos. [44]
Hablando del sistema Braille, Llorens afirmaba en 1865 que:
“Este sistema fue adoptado con preferencia (en la escuela de París), porque permitía al ciego escribir y leer lo escrito; y fue tanta su aceptación, que a fin de dar mayor desarrollo a los medios materiales de enseñanza estableciese en dicho Instituto una imprenta con tipos convencionales de puntos. Más, viendo muy pronto el aislamiento en que en la parte literaria quedaban los educandos, porque el texto de sus libros solo era inteligible a ellos y a sus maestros, volvióse a la fundición de tipos comunes a los de la vista para las impresiones literarias, ya que no podía hacerse otro tanto para la música, por no ser propia al uso de los ciegos.” [45]
De hecho, según el propio Llorens explica en el párrafo anterior, habría que resaltar el detalle que tras ser aceptado el sistema Braille en la escuela de París, se tuvo la idea de imprimir materiales de enseñanza “con tipos convencionales de puntos”, para poco tiempo después descartarse dicha idea, volviéndose de nuevo a imprimir con tipos normales todo lo que era la parte literaria, y por tanto descartando el sistema Braille.
Sistema que únicamente se mantuvo en lo que hacía referencia a la música, y en su caso, por la dificultad que entrañaba el enseñar a los ciegos el mismo sistema que utilizaban los videntes, partituras musicales incluidas, y el motivo principal de aquel cambio, pasó al haberse comprobado lo minoritario en todos sus aspectos de aquellas impresiones de puntos en relieve, ya que sólo las utilizaban los alumnos y sus maestros de la escuela, puesto que el mundo vidente no estaba impuesto en aquel sistema. Apostillando Llorens, lo enrevesado que resultaba el sistema Braille, incluso para los propios alumnos, al ser excesivamente polivalente.
“…cada una de las diez primeras letras (del alfabeto) servían para representar una cifra, un signo de puntuación y un signo algebraico; y cada una de todas las del alfabeto un signo de música.” [46]
En cuanto al sistema musicográfico inventado por Llorens, en su caso de “signos convencionales”, uno de los testimonios más laudatorios sobre él fue el escrito en 1896 por el profesor Domingo Bonet, aunque dos años después de haberse producido el fallecimiento del maestro, en lo que no dejó de ser un homenaje póstumo.
En un informe de seis páginas, Bonet, no olvidemos que era profesor de guitarra en el Conservatorio del Liceo, explicaba las ventajas y los inconvenientes del sistema inventado por el médico catalán Aniceto Mascaró [47], afincado en Portugal, otro nuevo inventor en aquel campo educativo, en comparación con el de Llorens, para concluir que era mejor y más comprensible el último, por lo que apostaba para que se siguiera enseñando, y después de enumerar una lista de inconvenientes del sistema Mascaró en siete apartados, Bonet concluía del siguiente modo:
“Todos estos inconvenientes quedan solventados con el uso del sistema del Sr. Llorens, pues con su aparato no solo pueden escribirse las letras del alfabeto mayúsculo romano y signos musicales para que se inventó, sino que puede aplicarse y se aplica desde luego para la escritura de los signos convencionales del sistema de puntos de Braille, para la de puntos de forma usual (mayúsculas de trazo recto), para la de relieve y color y aun la escritura con lápiz si el ciego necesita hacer uso de ella.” [48]
La admiración de Bonet por la obra póstuma de Llorens fue tan grande que el primero se encargó de realizar una versión ampliada y corregida, de hecho una tercera edición, del Sistema musical de escritura en relieve escrito por el maestro, obra que salió a la luz en el año de 1896, y cuando Llorens llevaba de hecho dos años fallecido.
La relativa influencia del sistema Braille en España
Por otra parte, y en contra de lo que se pueda pensar, la influencia del sistema Braille en España fue progresiva y muy lenta, ya que, por ejemplo y según Llorens, en la escuela de Barcelona y desde el año 1856 se estaban impartiendo dos sistemas: el de Braille, introducido por Berenguer en 1840, más el del ciego madrileño Gabriel Abreu, primero alumno y después profesor de música del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid, que el año anterior había creado y dado a conocer un sistema para la escritura y otro para la música, añadiendo dos puntos más al de Braille, es decir, dos de ancho por cuatro de alto, sistema el último que también se había adoptado en Barcelona, previo informe favorable del Real Conservatorio de Música. [49]
A los cuales se añadiría en 1858 un tercero, el creado por el propio Llorens. Aunque el sistema Llorens estaba elaborado con letras y cifras basadas en las mayúsculas romanas, es decir, las conocidas de común por los videntes, mientras que el de música, o notación musical, era de signos “convencionales”, de convención, creados e ideados por el propio LLorens.
Puesto a definir, Llorens esgrimía a su favor que para poder utilizar el sistema Braille, “de escritura esteganográfica” [50], esto es, con signos “convencionales”, hacía falta un “aparato” o “rejilla”, que era la que permitía “escribir letras, cifras y música”, aunque de manera muy confusa.
Mientras que el caso del sistema Abreu, también basado en la “escritura esteganográfica”, hacían falta dos: una para escribir y otra para la música, aunque reconociendo Llorens con toda honradez que el sistema de Abreu era mucho mejor que el Braille, dado que con él no se creaba la confusión que generaba el del francés, y aunque en la práctica resultara para el alumno más lento.
Mientras que en el caso suyo, solo hacía falta un aparato que permitía una escritura alfabética, de letras o de números comunes, y en música con “signos convencionales”. Sistema que aplicaría con éxito en 1863 el ciego Miguel Zurrón en Zaragoza, maestro de ciegos y profesor particular, pues todavía no había en aquella capital una escuela genérica para invidentes, personaje que resulta ser otro gran olvidado en esta historia pedagógica tan particular, al desconocerse casi todo respecto a su vida o a su obra. [51]
Vistas todas aquellas disquisiciones, respecto a los diferentes modelos de enseñanza para ciegos, de ahí que se haya especulado tanto sobre el porqué de la tardanza en incorporar el sistema Braille en la enseñanza de las personas ciegas en España. Pero olvidándose en muchas ocasiones que los principales maestros de ciegos españoles de la época, Ballesteros o Villabrille, ambos videntes y profesores del Colegio Nacional de Madrid, eran más partidarios del sistema de letras normales en relieve, ideado por el francés Valentín Haüy en el siglo anterior.
Detalle que da en pensar, aunque no lo dijeran los implicados, en que el aquel sistema normalizado permitía, especialmente a los que veían, reconocer fácilmente las letras en relieve o cualquier símbolo numérico, pensamiento o corriente general a la que se adscribió un tiempo más tarde el catalán Llorens, con total independencia de que tanto en el Colegio de Madrid como en la escuela de Barcelona se utilizaba de común el sistema Braille de puntos.
De hecho, el director del Colegio de Madrid, Juan Manuel Ballesteros, fue uno de los que mejor acogió el sistema Llorens y más halagos le hizo, tal como se demuestra a través de un oficio enviado al interesado en octubre de 1860, antes visto.
Sin embargo, como muy bien resalta Esther Burgos, no dejó de ser curioso aquel reconocimiento por parte del director del Colegio de Madrid, a diferencia del francés Joseph Guadet, jefe de estudios del Instituto de París, al advertir las ventajas, por ejemplo, del sistema de escritura musical ideado por Llorens, a gran diferencia del de Gabriel Abreu de puntos en relieve, siguiendo así a Braille y que se estaba utilizando en el Colegio de Madrid desde 1856, hecho que se sobreentiende en los comentarios de Ballesteros y aunque no lo afirme en explícito.
Por ello mismo, vuelve a sorprender que no se decidiera adoptar la enseñanza de aquel sistema concreto de Llorens en el Colegio Nacional de Madrid, en toda su extensión, ya no tan sólo la musical, y más aún conociendo de antemano el pensamiento al respecto, tanto de Ballesteros como el del propio Fernández Villabrille.
Incógnitas que hacen preguntarse a Esther Burgos varias cuestiones, hoy todavía por resolver:
“¿Era tan fuerte la presión ejercida por el profesor Abreu? ¿Cuál fue la verdadera razón para que el sistema Llorens no saliera de Barcelona? ¿Por qué razón no se explicó como otra alternativa a los sistemas vigentes? ¿Había otros intereses en juego que hiciesen descartar la enseñanza del sistema Llorens en Madrid?” [52]
Preguntas, que al no tener respuesta, permiten emitir algunas hipótesis razonables. Como por ejemplo, ¿quién fue en realidad Abreu? Más en llano. ¿Quién era en realidad su familia, que tuvo la suficiente capacidad económica para conseguir la genialidad posterior de Abreu? Detalles que ninguna biografía suya descubre, a la inversa del catalán Jaume Isern, el ciego de Mataró [53], del cual se sabe el origen y las causas de sus posteriores habilidades, cuestiones que en principio y de forma muy simple pasaron por algo tan vulgar, pero tan necesario, como era la evidente capacidad económica de su familia.
De hecho, y ante aquel desinterés general, y en particular por parte del Colegio Nacional de Madrid, no resulta nada sorprendente que Llorens procurara intentar por sus propios medios, incluidos los económicos, que su sistema fuera conocido por propios y extraños, y muy en particular por todos aquellos que trabajaban en el ámbito de la enseñanza en los colegios de ciegos.
Dentro de aquella campaña suya de divulgación, sacó fuera de nuestras fronteras su sistema presentándolo y exponiéndolo, con todos sus detalles, en la Exposición Universal de Londres de 1862, viaje y estancia que corrieron a cargo de su bolsillo particular, puesto que ninguna institución española lo apoyó en lo más mínimo, incluido el propio Ayuntamiento de Barcelona, del cual era maestro.
Experiencia aquella nada gratificante para Llorens, pues cada vez que tuvo ocasión, relataba los halagos recibidos de los colegas extranjeros en Londres, con motivo de la presencia de su invento en dicha exposición, pero aprovechando para decir, de forma algo velada, que su invento no prosperó más a nivel internacional, ni recibió premio alguno en aquella Exposición londinense, al encontrarse entre el jurado el francés Joseph Guadet, jefe de estudios del Instituto de ciegos de París.
Dando a entender Llorens de aquel modo que Guadet, un personaje de reconocido prestigio internacional en aquel campo educativo, había presionado para que todos los premios o los honores fueran a parar directamente a Francia y con motivo del invento de Braille, hecho que debió ser así, a la vista de los resultados posteriores.
Un triste hecho que a Llorens no le hizo renunciar nunca, al seguir a todo lo largo de su vida exponiendo la simpleza de su sistema frente a los otros de puntos, ya fueran el de Braille o el del propio Abreu, y al estar firmemente convencido que lo más fácil y cómodo era dotar a los ciegos de un sistema apto y válido, pero que a su vez les acercara al mundo intelectual de los videntes, cuando menos al de los ilustrados, en el fondo, una auténtica minoría en aquella época, hecho que incluso le tuvo que reconocer el propio Ayuntamiento de Barcelona.
“Los signos literarios de Braille, pues igual Abreu se sirve de los mismos, son convencionales; y los de Llorens son comunes. Los primeros se apartan del gran principio de acercar todo lo posible al ciego con el que ve por medio de la instrucción, y el segundo parte de este principio, luego ¿cuál ha de ser preferible?” [54]
Guerra particular que Llorens ya había iniciado por su cuenta y riesgo sobre 1860, redactando un informe favorable, lógicamente, para él, frente a los sistemas de Braille y Abreu que se estaban utilizando y corriendo por España.
En aquel informe Llorens se despachó a gusto con todo el mundo, al entrar en temas tan sutiles como, por ejemplo, que con su sistema no se “quebraba” o rompía el papel, al mantenerse sus trazos más tiempo y en mejores condiciones, hecho ya constatado, en el mal sentido, con las impresiones de libros realizadas la Institución de París, que a causa de su uso cotidiano acababan por ser ilegibles, o afirmando que a una persona ciega le era totalmente indiferente, al utilizar en su caso el tacto como sentido alternativo, aprender mediante una sucesión de puntos o con trazos similares que bien podían representar a las letras o los números comunes, que a última hora era lo que más interesaba a todos, ya fueran ciegos o videntes.
Siguiendo en aquella misma línea argumental, Llorens explicaba los requisitos que debería tener, según él, una escritura, ya fuera la literaria o musical, para ser útil tanto en la enseñanza como en su aplicación diaria, insistiendo de nuevo en la claridad o semejanza que deberían tener los signos, tanto para los ciegos como para los que veían, pues de esta forma las personas invidentes podían comunicarse con todo el mundo, al ser la lectura fácil, aunque dicho sistema tendría que requerir un espacio menor del que ocupaban de normal los sistemas de puntos, refiriéndose al tamaño del papel de soporte.
Aspectos o matizaciones, que llevaban a Llorens a la conclusión de que con indiferencia de que al final se lograra un código ideal, mediante el cual los ciegos pudieran aprender a leer y escribir, además, se tendría que procurar que el tiempo empleado en aquella escritura por parte del ciego no fuera excesivo, tal como estaba sucediendo con aquellos sistemas de puntos, puesto que a pesar de cumplirse el objetivo de escribir los ciegos, tendría que ser mucho menos enojoso el tiempo que empleaban aquellos en dicha consecución final.
Otra cuestión que abordaba Llorens en aquel informe era la puramente económica, pues insistía que los materiales necesarios para aquel modelo de educación deberían ser más baratos, a la hora, por ejemplo, de poder adquirir las “pautas” o las “regletas” necesarias, capítulo que él entendía que no se había tenido en cuenta hasta entonces, en su caso por parte de la gran mayoría de los inventores de sistemas de escritura destinados a los ciegos, que constantemente estaban apareciendo.
Pero de forma ya muy premonitoria, Llorens se preguntaba a sí mismo, en aquel lejano año de 1860, el por qué se cree (de común) que el sistema Braille es universal.
Pregunta a la que se respondía afirmando que aquello no era del todo cierto, pues lo único cierto pasaba por el hecho verificable de que aquel sistema francés era el más conocido a causa de ser el más difundido y publicitado, y la razón de lo mismo estaba, según su experta opinión, en dos cuestiones fundamentales.
La primera, la utilización del idioma francés como vehículo lingüístico, en aquella época, una lengua franca y a su vez diplomática, y de ahí se podía entender su difusión universal, mientras que la segunda razón residía en el abultado presupuesto que el Ministerio de Gobernación francés destinaba anualmente al Instituto de Ciegos de París, haciendo así que aquel instituto fuera el más capaz de todos, al igual que sucedía con sus respectivos responsables, bien formados y mejor pagados.
Comentario último de Llorens que no dejaba de ser en el fondo un enorme varapalo a todas las instituciones españolas, ya fueran las municipales o las estatales. Pero insistiendo de nuevo en aquella misma línea argumental, Llorens se vanagloriaba, con razón o sin ella, cuestión a última hora indiferente, de que su sistema era por lo mismo tanto o igual de popular que los sistemas de puntos, al haberse preocupado él mismo en difundirlo.
Pero lo que estaba muy claro era, según Llorens, que de tener la intención de en España de contrarrestar la preponderancia del sistema del francés Braille, la solución era muy sencilla, ya que para ello bastaba que el estado español, o cualquiera otra institución pública, tuviera la misma voluntad y la misma capacidad económica que la administración francesa. De ser así, vendría a resultar que su sistema también sería “universal”, al igual que sucedía en aquel momento con el francés.
“Con idénticos medios todos los sistemas serían universales. Imprímase en francés la exposición y procedimientos del sistema Llorens, remítase oficialmente a todos los estados y principales municipios del globo y tendremos el sistema Llorens tan universalizado como el de Braille...” [55]
Comentario anterior que demuestra la fina ironía o el desparpajo de Llorens a la hora de tener que argumentar, teniendo en cuenta que, en cierto modo, razón precisamente no le faltaba, tal como se ha demostrado con el paso del tiempo, demostrando de paso la desidia general de las autoridades españolas ante el problema de aquella enseñanza tan particular.
Aquel asunto concreto de la difusión del Braille al que hacía referencia Llorens no era tema precisamente de aquel momento, sino consecuencia de la campaña anterior llevada a acabo por Pignier, director del Institución de París hasta 1840, pues tras la segunda edición del Procedimiento de Braille en 1837, que contenía básicamente la trascripción o traducción al sistema Braille del Padrenuestro en seis lenguas; latín, francés, italiano, español, ingles y alemán, Pignier también se preocupó, al tener los medios económicos necesarios, de enviarlo a todas las instituciones para ciegos existentes en el mundo, tanto de Europa como de Estados Unidos, y de ahí las justificadas quejas de Llorens al respecto en 1860. [56]
De hecho, tal como explicaba Llorens en sus Ventajas e Inconvenientes [57], tras la desaparición en la dirección del Institución de París de Pignier en 1840, el nuevo director Pierre-Armand Dufau (1795-1877), al observar el aislamiento y la ignorancia padecida por los alumnos en todo lo que se refería a la parte literaria, Dufau, teniendo aún a Braille como profesor en la escuela hasta 1844, momento en que éste dimitirá por motivos de salud, había relegado al sistema de Braille dentro de la propia institución, a un plano muy secundario, volviéndose de nuevo a los llamados “caracteres lineales”, inspirados en los que se estaban utilizando con éxito en Edimburgo o en Filadelfia.
Dándose así la paradoja de que mientras el sistema Braille se extendía por el mundo como una mancha de aceite, gracias a la publicidad desarrollada por el antiguo director Pignier, en la escuela de Paris sólo se utilizaba el Braille para la notación musical, con todos sus defectos, o simplemente se toleraba su uso entre alumnos y profesores para tomar notas personales [58]. Hecho que indudablemente daba la razón a Llorens.
Algo de ello debió intuir Braille, al descubrir que su sistema, que evidentemente resultaba una herramienta eficaz para los ciegos, puesto que les permitía comunicarse por escrito entre ellos mismos, a la inversa, no les permitía comunicarse con el mismo medio y por escrito con los videntes, que lógicamente y en general no conocían aquel código suyo, y ya fuera por presión de unos o de los otros, tratando de satisfacer y subsanar aquella misma necesidad, una constante en la educación de los ciegos, Braille publicó en 1839 Nuevo procedimiento, un pequeño folleto de 16 páginas, en 12, impreso en negro.
Con aquel nuevo procedimiento ideado por Braille, las letras, ahora de tipo romano, se podían recrear a través de una combinación de puntos dispuestos según una tabla numerada que ofrecía las coordenadas verticales y horizontales de cada punto en una letra dada.
Aquellas combinaciones requerían diez puntos de altura, motivo por el cual pasó a denominarse sistema de “decapunto”, y los puntos necesarios para la formación de las letras se “perforaban” por mediación de una rejilla muy fina, que se debía desplazar de reglón en reglón con una regleta modelo Braille, parecida a la pauta Braille ya clásica. Gracias a aquel procedimiento la escritura se hacía legible para el vidente, pero su gran inconveniente estaba en la lentitud de su ejecución, puesto que requería por parte del ciego una gran minuciosidad, hecho que demuestra en el fondo que Braille ya había agotado definitivamente su inventiva con el sistema de puntos en relieve, al volver a intentar lo mismo, aunque ahora aplicado a las letras de tipo romano o común, y sin aceptar la existencia anterior de los sistemas pedagógicos alfanuméricos, en su caso los ideados por videntes como Haüy, el fundador de la propia escuela de París en el siglo anterior.
Prueba de ello es que aquella propuesta de Braille cayó rápidamente en el olvido, aunque su idea básica será recogida en Bélgica por Isidoro Clé (1862-1917), profesor del Instituto real de Woluwe-Saint-Lambert, que en 1886 se encargó de elaborar una variante del “decapunto”, sistema donde únicamente se empleaban las letras mayúsculas, formado por combinaciones de cinco puntos de alto y tres de ancho como máximo, nuevo alfabeto táctil que se extenderá bajo el nombre de “punteado belga”. [59]
Otros sistemas alternativos
Siguiendo la estela de aquel nuevo sistema alfabético de Braille dado a la publicidad en 1839, un ciego interno del hospicio parisino de “Quinze-Vingts”, antiguo alumno de la Institución de París, Pierre François Víctor Foucault (1797-1871), inventó en 1843 una máquina mediante la cual se podían imprimir aquel tipo de escritura, llamémosla “normal”, con puntos en relieve, trazar figuras geométricas e incluso mapas. La denominada y primitiva “plancha de palancas” de Foucault, llamada más tarde “rafígrafo”, dio lugar a múltiples modificaciones, utilizándose durante más de medio siglo antes de que la “dactilografía” la reemplazara de forma definitiva. [60]
Aquella misma máquina de Foucault atrajo poderosamente la atención hasta tal punto que fue premiada con una medalla de oro en la Exposición Internacional de Londres de 1851, construyéndose y utilizándose posteriormente en diversas instituciones de ciegos de Europa, pero sin llegar a ser de uso general. [61]
Hablando de aquella misma máquina en 1879, Cabello y Madurga, la sometió a crítica, pues a pesar de las maravillas que se podía realizar con ella, resultaba que el ciego no podía leer lo que escribía, o según en que momento le era necesaria e imprescindible la ayuda de una persona vidente ilustrada.
“No contentos con suceso tan brillante, todavía han ido más allá en sus minuciosas investigaciones (se refiere a Braille) consiguiendo ver coronados sus esfuerzos con la invención de una máquina que es, según dice un autor, una verdadera obra maestra de mecánica y valió á su inventor Foucauld una medalla. Por su medio y con sujeción á determinadas claves, se reproducen fácilmente y con una rapidez asombrosa, así los caracteres usuales de la bastarda y de la redonda en color y en relieve, como los convencionales del sistema de puntos y hasta las figuras geométricas planas y muchos adornos, constituyendo un nuevo género de escritura llamada escritura mecánica, de matemática y admirable precisión, y sin embargo queda aun en pié una gravísima dificultad consistente en hallar el medio de que los ciegos puedan quebrantar lo que pudiera llamarse unidad del acto en la escritura, interrumpiéndola cuando sea necesario y continuándola después sin que los de vista tengan precisión de ponerles la mano allí donde la interrumpieron, cuestión que, aunque de solución difícil, no nos atrevemos á llamar insuperable en el siglo de las luces, de las invenciones y de los descubrimientos, pero tampoco somos tan optimistas como algunos que la consideran resuelta con las máquinas de Foucauld, porque si bien es cierto que esas máquinas permiten suspender la escritura en medio de renglón y continuarla después cuando el ciego recuerda la última palabra que escribió, no sucede lo mismo si la olvida, en cuyo caso y para continuar escribiendo necesita el auxilio de las personas de vista.” [62]
Incidiendo en aquel mismo problema de la falta de comunicación, cabe recordar los posteriores comentarios del español Faustino Barberá en su obra La enseñanza del sordomudo por el método oral, editada en Valencia el año 1895, que hablando del uso de la Dactilología, o alfabeto manual español utilizado por los sordos escolarizados, y de la relación existente entre los alumnos ciegos y sordomudos, asilados y reunidos en un solo centro educativo como era la costumbre de aquella época (véase los ejemplos de Madrid y Barcelona), afirmaba lo siguiente:
“Su empleo (el de la “dactilología”) es muy frecuente para la comunicación entre los sordomudos y ciegos: hace el primero los signos sobre la palma de la mano del segundo, y éste responde figurando dactilológicamente las letras ante los ojos de aquél.
También con este objeto existe el Dactilógrafo inventado en 1818; es un teclado de veinticinco letras, correspondiendo cada una a una letra del alfabeto. El ciego toca la tecla que por cierto movimiento imprime en una hoja de papel la letra que va leyendo el sordomudo.
En el Palacio de la Industria de París hemos podido ver una modificación muy provechosa de este artefacto; consiste en una máquina de las modernas de escribir que exponía “La Calligraphe”, (y también se ve en la calle Martel, 21, principal, Paris) tiene señalado el alfabeto Braille en las teclas para que el ciego pueda escribir con rapidez y comunicarse con los sordos que leen.” [63]
Del anterior comentario de Barbera, se desprende que en los finales del siglo XIX, la primitiva máquina de Foucault, ya muy modificaba, se seguía fabricando y utilizando, cuando menos en Francia, en un intento singular de comunicación alfabética, ya no de los ciegos con los videntes, como era de esperar y desear, sino entre los ciegos y sordomudos, intento encaminado a potenciar la comunicación “normal” de aquellos dos colectivos de discapacitados, y muy en particular dentro de los propios colegios conjuntos de su tiempo.
Los últimos años de Llorens y el Congreso de París
Por otra parte, Pedro Llorens, que durante casi cuarenta años fue profesor de la Escuela Municipal de Ciegos y Sordomudos de Barcelona, ejerciendo a todo lo largo de su carrera docente el magisterio musical (enseñando solfeo, guitarra, incluso algo de violín), tuvo que seguir demostrando durante años que su sistema era válido y apto para el aprendizaje de los ciegos, incluso en la misma y propia Barcelona.
Muestra de ello es que casi catorce años después de haberlo dado a conocer por vez primera a las autoridades municipales barcelonesas, tuvo que volver a realizar, como si se tratara de un vulgar principiante, otra nueva demostración ante el Concejal Inspector del momento, Luis Carreras y Aragó (1835-1907), en una sesión que se celebró el 7 de noviembre de 1869, en la sala de Juntas de la escuela.
Demostración para la cual Llorens tuvo que servirse de algunos alumnos suyos, que tuvieron que realizar las “demostraciones pertinentes”, y convencer al señor concejal de la existencia de métodos que permitían relacionarse a los ciegos con lo videntes, cuestión al parecer desconocida totalmente por aquel ilustre y a su vez iletrado concejal de turno, teniendo en cuenta que su profesión era la de médico oftalmólogo, profesión en cual alcanzó fama para la posteridad. [64]
Cuatro años antes de que se obligara a Llorens a realizar aquella extemporánea “demostración”, Antonio Rispa, en su Memoria relativa, afirmaba lo siguiente del sistema Llorens respecto al de Braille, pidiendo de paso que de una vez por todas se pusieran de acuerdo los maestros respecto a qué sistema seguir, formando para ello un tribunal competente, que se debería encargar de dar sentencia al respecto, juiciosa propuesta de Rispa que nadie escuchó, tal como ya era de esperar:
“Con el nuevo profesor Sr. Llorens se adoptó su sistema para enseñar a los ciegos la lectura y escritura de las letras, signos aritméticos y notas musicales de relieve. Lo mismo que el del Sr. Payrot tiene por base este sistema la descomposición de las líneas que entran en un cuadrado; solamente que en este el cuadrado está surcado de más líneas, algunas diagonales y otras curvas, lo cual requiere más aparatos y más destreza de parte del alumno.
Las letras, unas mayúsculas y otras minúsculas como en aquel, son semejantes a las usuales. Tiene respecto del de Payrot que el relieve es menos limpio y menos claro, pero le aventaja en que la mayor parte de las cifras no son convencionales; para las notas de música, bien que con diferente valor, adoptó Llorens los mismos signos que Payrot a corta diferencia, y que éste a su vez había tomado de la taquigrafía musical de Berenguer.
El Sr Llorens debía enseñar el sistema Braille además del suyo. Este, según su autor, es superior a aquel como a los demás, porque con él un ciego puede cantar de repente una lección de música. El sistema de Braille es sin embargo muy generalmente reputado como una obra maestra, superior al usual y más sencillo; además, como compuesto exclusivamente de puntos, es más susceptible al tacto.
Para emitir un juicio comparativo entre estos y otros sistemas más inventados para la enseñanza de los ciegos, es preciso haberlos observado en la práctica. Pero bueno es tener en cuenta lo que queda dicho en otra parte de esta Memoria, y es, que los profesores ciegos -voto competente, si los hay en la materia- son en la adopción y en la invención de sistemas muy poco amigos de los que forman caracteres usuales, que posponen en general a los convencionales y en particular al sistema Braille.
Mucho convendría que un tribunal competente decidiese cual sistema conviene más para evitar la variedad en punto tan importante y adoptar el mismo en todas las escuelas de ciegos pero estamos lejos de este acuerdo.” [65]
Por otra parte, en 1873, Miguel Fernández Villabrille, que en 1883 será maestro-director del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid, y hermano del insigne Francisco Fernández Villabrille, publicó en Madrid su obra La enseñanza de sordo-mudos y de ciegos de España en las exposiciones de 1867 y 1868, exposiciones que habían tenido lugar la primera en París y la segunda en Zaragoza, concurriendo a ambas tanto el Colegio Nacional como la Escuela Municipal de Sordomudos y Ciegos de Barcelona, y entre los asistentes o expositores se encontraba, cómo no, Pedro Llorens Llatchós, al cual Fernández Villabrille dedicó casi una página, elogiando su sistema para escribir en relieve, en comparación con los que estaban corriendo en aquellas fechas, afirmando que había causado mucha impresión:
“…la escritura en relieve del Sr. Llorens y las muestras de esta escritura eran estimadas con justicia, pues eran los primeros ensayos hechos por un Profesor español para obtener la verdadera escritura para los ciegos; una escritura que al par que sea legible para estos lo sea también para los de vista […] y por lo que toca a la ejecución hay algo que desear aún en la forma de algunas letras, es lo cierto que es un trabajo muy digno de aprecio…”
Fernández Villabrille, después de entrar en disquisiciones sobre el uso que se estaba dando a la enseñanza de la escritura con lápiz entre los ciegos, puesta en aquel momento de moda, mediante “unos dobleces en el papel o una sencilla falsilla de líneas en relieve”, volvía a insistir en que el sistema Llorens, indudablemente, era mucho mejor:
“…mejor puede llamarse relativamente invención al sistema Llorens, que siempre tendrá sobre la escritura de lápiz o (la máquina) Foucault, la ventaja de que pueda ser leído por los ciegos lo que hayan escrito, lo mismo que por las personas de vista: en tanto que lo escrito con lápiz, por la máquina Foucault o por el Clavier mecánique (tercera máquina inventada por el ciego Foucault), que imprime letras de una sola vez, como no produce relieve solo será legible para los de vista; para todos menos para el que lo ha escrito.” [66]
Discusión sobre sistemas de lectura y escritura, o de música, que se zanjaría de manera definitiva en 1878, al menos sobre el papel, cuando un congreso internacional decidió, cómo no, en París, la aplicación “universal” del sistema Braille, en el llamado “Congreso Universal para la mejora de la suerte de los ciegos y sordomudos” [67], enterrándose con sus conclusiones finales tanto los sistemas alfanuméricos como los sistemas musicales ideados por gente pionera y luchadora como Pedro Llorens, cuyo sistema musical fue abandonado en 1918, después de 63 años de uso, al que seguiría también en España, pero en 1960, el abandono del sistema musical del madrileño Gabriel Abreu, tras 115 años de su utilización.
Sin embargo, después de aquel congreso de 1878, en España todo siguió exactamente igual, es decir, embarcados en discusiones o en reproches que a nada condujeron salvo a reconocer al año siguiente el propio director del Colegio Nacional de Madrid, Pedro Cabello y Madurga, sucesor de Carlos Nebreda en 1875, que aunque el sistema de Llorens no era perfecto, permitía que las letras fueran escritas y leídas tanto por ciegos como por los videntes, al apenas diferenciarse de los caracteres usuales, y por ello lo único que hacía falta era probarlo y modificarlo hasta lograr alcanzar la perfección.
Reconociendo de paso Cabello y Madurga que no era justo que por ser Llorens de la escuela de Barcelona, o simplemente por ser español, no se le reconociera el mérito en la propia España, a diferencia de lo ocurría de normal con los maestros extranjeros como era el caso de Braille, prueba una vez más del papanatismo hispano.
“Reconocemos también que nuestro juicio (sobre el sistema Llorens) pudiera no ser acertado, ya que hasta ahora no hemos tenido ocasión de comprobarlo en la práctica ni directa ni indirectamente, ni sabemos que se haya enseñado en nuestras escuelas especiales y oficiales de ciegos fuera de la de Barcelona; mas por lo mismo, y porque su ensayo y aplicación pudieran poner de manifiesto la utilidad, conveniencia y aún necesidad de introducir variaciones en la forma de las letras, en las reglas de ejecución, en la pauta y aún en el orden de enseñanza para que fuese más sencillo y fácil y de más importantes y provechosas aplicaciones, desearíamos que los maestros de aquellas, dejando a un lado las consideraciones de un mal entendido espíritu de escuela, si tal hubiera sido, que no lo creemos, la razón de su indiferencia, hagan con el sistema de Llorens lo que han hecho con Braille y con otros, esto es, ensayarlo y modificarlo y perfeccionarlo en su caso tanto como sea preciso para que responda mejor a las necesidades de la enseñanza; que lo bueno debe tomarse de donde venga de donde viniere, y no es justo, procedente ni equitativo que un maestro español, siquiera por serlo y por espíritu de nacionalidad y de verdadero patriotismo, merezca de maestros españoles menor consideración que la otorgada a maestros extranjeros.” [68]
La situación general en los finales del siglo XIX
De hecho, en aquel mismo año de 1879, el mismo Cabello y Madurga explicaba que los distintos géneros de escritura que se estaban aplicando en las escuelas de ciegos de aquel momento se reducían a tres clases: la usual, la mecánica, refiriéndose a la máquina ideada Foucauld, y la convencional o de Braille, que a su vez derivaban en los seis siguientes géneros de escritura:
“1º Escritura convencional representativa de sonidos, o escritura convencional fonética o sonográfica.
2º Escritura convencional representativa de letras usuales, o escritura convencional alfabética o literal.
3º Escritura mecánica directa de caracteres usuales y convencionales sobre papel calcográfico, apreciables únicamente para las personas que ven.
4º Escritura mecánica inversa de caracteres usuales y convencionales en relieve, apreciables para los que ven y para los que no ven.
5º Escritura usual directa, bastarda o redonda, hecha con lápiz, con pluma o tinta, o con punzón o estilo sobre papel calcográfico, apreciable únicamente para las personas que ven.
6º Escritura usual inversa, bastarda o redonda, hecha con un punzón o estilo para producir relieve que permita leerla lo mismo a los ciegos que a los que ven.” [69]
Un hecho digno de resaltar, también en aquel mismo año de 1879 y utilizando de nuevo como punto de referencia a Cabello y Madurga, insistimos director en aquellos momentos del Colegio Nacional de Sordos y Ciegos de Madrid, es que Cabello y Madurga parece desconocer a inventores en la actualidad dados y reconocidos como personajes “universales”. Hecho realmente curioso pues está hablando sobre las escrituras de ciegos y sobre el aspecto general de la cuestión en aquel momento.
Maestros o inventores desconocidos o no citados por Cabello y Madurga al no considerarlos él, es de suponer, fundamentales, tales como, por ejemplo, Johann Wilhelm Klein (1765-1848), en realidad maestro de la escuela de Viena y reinventor del sistema de escritura “picada” alemana, aunque ahora últimamente citado en España, de forma curiosa, como inventor de un libro de gimnasia para ciegos. [70]
Tampoco citaba a Thomas Lucas, autor en 1832 de un alfabeto de tipo taquigráfico, donde se combinaban líneas rectas y curvas, ni a James Hatley Frere (1779-1866), autor de otro sistema taquigráfico de escritura para ciegos, básicamente utilizado para imprimir con él libros de carácter religioso.
Y sin embargo, sí citaba a William Moon (1818-1894), que siguiendo las huellas de Hatley Frere, autor de una especie de alfabeto a medias taquigráfico, elaboró en 1847 un sistema que se hizo muy popular en los países de lengua inglesa donde pervivirá durante largos años, formado por nueve caracteres básicos que permitían representar todas las letras del alfabeto, aunque muy alterado de su forma original, y utilizado al igual que el anterior en obras en general de carácter religioso.
Conclusiones
A modo de resumen muy simple, habrá que admitir que la pena a nivel español fue que Abreu y Llorens no llegaran a ningún acuerdo en su propia época, y en particular con el sistema musical.
Carencia de acuerdo que ha dado como resultado el tener que venir a constatar, de forma muy triste, en la actualidad y con la perspectiva que da el paso del tiempo y el empleo de la metodología científica, tal como resalta de forma objetiva Susana Tapia en su estudio La escritura musical para deficientes visuales en España [71], que el sistema musical de Braille, adoptado a nivel universal en aquel Congreso de 1879, no era para tanto, puesto que dicho sistema hoy se tiene que seguir actualizando constantemente, a la inversa del de Abreu, que permaneció vivo en España y sin modificación alguna hasta 1960, y por tanto acercándose cada vez más el de Braille al primitivo de Abreu, publicado por vez primera en 1855.
Hecho cuando menos paradójico, y más aún cuando en España casi se ha perdido la memoria de la obra dada a conocer por Abreu, “aplastada” bajo la imponente y alargada figura de Braille, y abandono inmerecido, en el caso español, de Abreu.
“El Braille actual y el de Abreu son los dos sistemas que más se parecen por el número de elementos comunes que comparten […] Pero, a pesar de que el Braille actual se ha seguido actualizando y adaptando durante 50 años más desde la retirada del (método) Abreu, y por contra los valores de gráficas son muy próximas, eso quiere decir que en que en el momento de la universalización del Braille ¿era más completo o mejor sistema?
Si es así, ¿por qué la historia seleccionó al Braille para universalizarlo? Tuvo algo que ver que curiosamente España no participara en el Primer Congreso Internacional de Sordomudos y Ciegos, celebrado, casualmente en París?”
Por tanto, un mucho de razón tenía Llorens al afirmar en su tiempo que España, a gran diferencia de la republicana Francia, no se preocupaba en absoluto de aquella enseñanza especial, y aún menos en ayudar y promocionar dentro y fuera de nuestro país a nuestros pioneros y sus respectivas obras, llegándose al punto de olvidarlos durante más de un siglo.
Desidia a la que habría que unir el hecho puntual de otra nueva desidia, ya que España no participó en los dos grandes congresos internacionales celebrados a finales del siglo XIX, teniendo en cuenta que dichos congresos marcaron impronta en las dos enseñanzas especiales: la de ciegos y la de sordos.
El de París de 1879, en el caso de los ciegos, y con Abreu y Llorens todavía vivos y en activo, y donde se impuso, a nivel mundial, el sistema alfanumérico y musical de Braille, y el de Milán de 1880, en el caso de los sordos. Congresos a los que España no se dignó acudir, y menos aún a enviar a nuestros dos pioneros en el caso de los ciegos, haciendo buena la frase de que África empezaba en los Pirineos.
Y así nos fue en ambas disciplinas pedagógicas, ya que con total indiferencia de lo acordado de forma unánime en aquellos congresos, y sin entrar a discutir las bondades o los defectos de sus conclusiones, en España se siguieron aplicando variados y distintos métodos y no uno solo unificado, y siempre en función de cada escuela o cada maestro de turno, dando por tanto la impresión de que nuestro país en aquellos campos docentes concretos se había quedado anclado en la Edad Media, al hacer bueno el viejo dicho popular de que “cada maestrillo tiene su librillo”.
Sirva por tanto el presente estudio para recuperar la ensombrecida gloria tanto de Abreu como de Llorens, evidentemente dignos pioneros ambos de la educación de los ciegos en España.
OBRAS DE PEDRO LLORENS LLATCHÓS
Nuevos sistema para la instrucción de los ciegos con el que se enseña de leer y escribir, con caracteres comunes y música, por mediación de los signos, Juan Roger, 2ª edición, Barcelona (1857); Ventajas e inconvenientes de los sistemas de escritura ideados para uso de los ciegos, Establecimiento Tipográfico de Narciso Rialp, Barcelona (1865); Reglas de urbanidad acomodadas al uso de los ciegos por…, Escuela de Ciegos y Sordomudos, impreso en relieve, Barcelona (1869); Programa de doctrina cristiana arreglado para el uso de los ciegos con sujeción al catecismo de la diócesis por…, Escuela de Ciegos y Sordomudos, parte I en relieve, Barcelona (1871); Método práctico de solfeo compuesto, arreglado y traducido por.., Escuela de Ciegos, 2ª edición, I y II en relieve, Barcelona (1872); Primer libro de guitarra, arreglado y traducido para uso de los ciegos por…, Escuela de Ciegos y Sordomudos, Barcelona (1873); Método completo de piano por la “Unión Artística-Musical”. Puesto en notación especial para uso de los ciegos por…, Escuela de Ciegos y Sordomudos, volumen II impreso en relieve, Barcelona (1875); Primer cuaderno de lectura, Imprenta de la Escuela de Ciegos, 3ª edición, Barcelona (1879); Procedimiento para la enseñanza literaria y musical de los ciegos en la exposición Universal de Barcelona (Texto bilingüe en castellano y francés), N. Ramírez y Cía., Barcelona, (1888).
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Jesús Montoro Martínez, Los ciegos en la historia, Madrid, 1995.
Esther Burgos Bordonau, Historia de la enseñanza musical para ciegos en España. 1830/1938. Madrid, 2004.
A. Gascón Ricao y J. G. Storch de Gracia y Asensio, Historia de la educación de los sordos en España y su influencia en Europa y América, Ed. Universitaria Ramón Areces, Col. “Por más señas”, Madrid, 2004, págs. 331-376 y 388-390.
[1] Antonio Gascón Ricao y José Gabriel Storch de Gracia, José Ricart, primer maestro de ciegos en España, www.ucm.es/info/civil/bardecom/docs/signos.rtf, 2004; A. Gascón Ricao (2004): La enseñanza de los ciegos en España, www.ucm.es/info/civil/herpan/docs/ciegos.pdf.
[2] Para dicha semblanza hemos seguido casi al pie de la letra a la amiga Esher Burgos, Historia de la enseñanza musical para ciegos en España. 1830/1938, Madrid, 2004.
[3] Carlos Nebreda y López, Memoria relativa a las Enseñanzas especiales de los Sordo-Mudos y de los Ciegos, Madrid, 1879, p. 95.
[4] Barbier publicó, entre otras obras, Tableau d’expédiographie (1808); Principes d’expéditive fraçaise pour écrire aussi vite que la parole, París, 1809; De l’instruction des aveugles, París s/f, y Petite Instruction familière pour apprendre de suite aux aveugles a se rendre compte de leurs affaires, consigner leurs idées sur le papier… sans que l’on sois obligé de leer enseigner la figure des lettres, l’usade de la pluma, ni les règles de l’orthographe, ni les dificultes de l’épellation, París, s/f.
[5] Pierre Henri, La vie et l’oeuvre de Louis Braille, inventeur de l’alphabet des aveugles (1809-1852). París, PUF, 1952, p. 40.
[6] Bruno Liesen, “El braille: origen, aceptación y difusión”. Entre dos mundos: Revista de traducción sobre discapacidad visual, nº 19, agosto, 2002, pp. 17 a 20.
[7] Para un conocimiento amplio del sistema de Braille, en la visión del siglo XIX, ver Pedro Cabello Madurga. P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escrituras Estenográficas o convencionales. Alfabeto Sonográfico. Sistema de Puntos de Barbier. Alfabeto angular”. Revista Europea, nº 278, 22 de junio de 1879.
[8] E. Burgos, op. cit.
[9] Luis Vives, De subvencione Pauperum, Brujas, 1526. Del socorro de los pobres, versión española de Lorenzo Riber, Madrid, 1985.
[10] Manuel Saurí y José Mañas, Manuel Histórico- Topográfico, estadístico y administrativo, o sea, Guía General de Barcelona, Barcelona, 1849, pp. 160-161.
[11] Antonio Rispa, Memoria relativa a las enseñanzas de los Sordo-mudos y de los Ciegos, Barcelona, 1865, p. 113.
[12] A. Rispa, op. cit., p. 113.
[13] “Expediente 3307 relativo a un nuevo método de enseñanza para ciegos presentado por el profesor Llorens”. 1855. A183. Comisión de Gobernación. AMA. Vid. “Solicitud de 9 de enero de 1855 de Pedro Llorens al Ayuntamiento de Barcelona”. B100. ACIME.
[14] Raoul Dutry, “La demostración de Guadet”, Entre dos mundos, nº 19, agosto, 2002, pp. 36-40.
[15] Gabriel Abreu Castaño (Madrid, 1834-1881), ingresó en el Colegio de Ciegos de Madrid a los cinco años y como alumno externo, y a los diez en el Real Conservatorio de Música, donde finalizó la carrera con las mejores notas.
[16] P. Llorens, Ventajas e inconvenientes de los sistemas de escritura ideados para uso de los ciegos, y en particular, de los adaptados para su enseñanza. Barcelona, 1865. La Memoria citada está inserta dentro de dicha obra.
[17] Carta dirigida por la Junta de Gobierno de la Escuela de Ciegos al Ayuntamiento de Barcelona. Fechada el 30 de Junio de 1856. Expediente 3204. Op.cit.
[18] Expediente 3204 sobre nombramiento de Pedro Llorens para maestro de música de la Escuela de Ciegos. 1856. A183. Comisión de Gobernación. AMA.
[19] Alfredo Sáenz Urbina, La educación general en Cataluña durante el Trienio Constitucional (1820-1823), Barcelona, 1973.
[20] Juan Carreras y Dagas, profesor de música, compositor y bibliógrafo. Discípulo del organista Antonio Vidal, organista de la Colegiata de San Félix, y de José Barba, maestro de capilla de la catedral de Gerona, sobre 1848 estrenó en Gerona la ópera en dos actos Rosmunda in Ravenna, Il rinegato, melodrama en tres actos, y Los pastorcillos, ópera en tres actos, instrumentando en 1892, Los dos ciegos, entremés lírico dramático, música de Luís Olona y F. A. Barbieri. Fue maestro de capilla de la catedral de Gerona (1851-1860), profesor en Barcelona de la escuela de ciegos, formando parte de la orquesta del Liceo. En 1872, vuelve a Gerona, creando una academia de música. En 1876, pasa a Francia residiendo cinco años en Pons (Charente Marítimo). Vuelve a España, y se establece en La Bisbal del Ampurdán, donde fue organista y maestro de capilla de la parroquia. Reúne una importante colección de instrumentos musicales y una valiosa biblioteca musical, que finalmente fue adquirida por la Diputación de Barcelona, y que en la actualidad está custodiada en la Biblioteca de Cataluña. La Vanguardia, 28-11-1900, p. 3.
[21] Clase de lectura musical y de letras, guitarra y principios de violín dirigida por D. Pedro Llorens. 1856. K119. Matriculación. ACIME.
[22] Legajo 11-65, op.cit.
[23] La reina Isabel II, nombró a Abreu profesor perpetuo de Solfeo, Armonía, Piano y Órgano.
[24] Expediente 3311 sobre el sistema de escribir la música en puntos de relieve por D. Gabriel Abreu. 1856. A183. Comisión de Gobernación. AMA.
[25] Idem.
[26] Notificación del Ayuntamiento de 4 de diciembre de 1856 a la Junta Directiva de la Escuela de Ciegos sobre el Sistema de Gabriel Abreu. B100. Actas protocolarias y Relaciones externas. ACIME. Existe otro ejemplar de esta misma notificación en el Expediente 3311... op.cit., AMA.
[27] A. Rispa, op. cit.
[28] Susana Tapia Paredes, “La escritura musical para deficientes visuales en España: Un estudio comparativo”, Revista Electrónica Complutense de Educación Musical, Volumen 5 número 1.
[29] Informe sobre el sistema de escritura en puntos de Gabriel Abreu. [circa 1856]. K140 / U3. Organización y gestión de los centros docentes. ACIME.
[30] P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura usual inversa de caracteres, Sistema Llorens, Reglas generales de la enseñanza”. Revista Europea, nº 280, 6 de julio de 1879.
[31] P. Llorens, op. cit.
[32] Jesús Montoro Martínez, Los ciegos en la historia, Madrid, 1995, (IV), p. 418.
[33] P. Llorens, op. cit.
[34] C. Nebreda y López, op. cit., p. 98.
[35] P. Llorens, Nuevo sistema para la instrucción de los ciegos..., Barcelona, 1857.
[36] J Abreu, Sistema de escribir la música en puntos de relieve, Madrid, 1856.
[37] Informe de 20 octubre de 1862 enviado a la Junta de Gobierno de la Escuela de Ciegos sobre la impresión y encuadernación de un Primer cuaderno de lectura y del Método de Solfeo. B100. ACIME.
[38] Carta de 30 de noviembre de 1862 enviada por Juan Manuel Ballesteros al Presidente de la Escuela de Ciegos y Sordomudos de Barcelona. B100. ACIME.
[39] Carta de 24 de octubre de 1862 enviada por Francisco Fernández Villabrille al Secretario de la Junta Directiva del Colegio de Sordomudos y Ciegos de Barcelona. B100. ACIME; Francisco Fernández Villabrille, Estado actual y organización de la enseñanza de sordo-mudos y ciegos. Memoria, Madrid, 1862.
[40] Para conocer las diferencias fundamentales respecto al sistema Llorens comparado con el de Abreu, ver E. Burgos, “Las musicografías de Abreu y Llorens: dos sistemas alternativos a la recepción del baille en España”, Integración, nº 46, Diciembre, 2005, pp. 7-12.
[41] E. Burgos, item.
[42] P. Llorens, op. cit., p. 5
[43] Para conocer con todo detalle como funcionaba el sistema Llorens para escritura, ver Pedro Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura usual inversa de caracteres, Sistema Llorens, Reglas generales de la enseñanza”, Revista Europea, nº 280, 6 de julio de 1879.
[44] P. Llorens, op. cit., p. 8.
[45] P. Llorens, op. cit., pp. 8 y 9.
[46] P. Llorens, op. cit., p. 43.
[47] El sistema original del doctor Aniceto Mascaró, natural de Gerona, pero residente en Portugal, estaba basado en la estructura del Braille, pero reportaba en la práctica pocas ventajas al ciego, pues requería del uso de al menos tres hojas de papel y el conocimiento simultáneo de dos alfabetos, al inventar unas letras mixtas, repuntos y líneas, que al tacto eran convencionales y fáciles de retener y a la vista eran letras corrientes en caracteres romanos o latinos, para lo cual era necesario utilizar papel de calcar, resultando todo el sistema muy complicado además de muy caro. El sistema Mascaró fue muy poco conocido en España, y de ahí su escasa aplicación, y al parecer ni siquiera se puso en práctica en el Colegio de Ciegos de Lisboa. E. Burgos, “Las musicografías de Abreu y Llorens”, nota 4.
[48] P. Llorens, Ventajas e inconvenientes..., op.cit.
[49] Gabriel Abreu, Sistema de escribir música en puntos de relieve…: dedicado a los ciegos. Madrid, 1856.
[50] Estenografía: derivado del vocablo griego “esteganos”, que equivale a “cubrir”.
[51] Por tener un punto de referencia sobre el problema de los ciegos en España y, con todas las cautelas que convengan, según una estadística elaborada por el estado español, en el año 1860 había en nuestro país un total de 17.379 ciegos, lo que significaba casi un 12% por cada 10.000 habitantes, mientras que en el caso de los sordos apenas llegaban a 9.860, es decir, el 6,30% siguiendo la misma proporción. Estadística que tiene su reflejo numérico en la Escuela Municipal de Barcelona, donde en el año 1865 había 60 ciegos y 16 ciegas, mientras que los sordos eran 30 varones más 10 mujeres.
[52] E. Burgos, op. cit.
[53] Francesc Costa i Oller, “D. Jaime Isern y Colomer. Nuestros hombres”, Mataró artístico, núm. 3, año 1, Mataró, febrero de 1880, del mismo autor, “D. Jaime Isern y Colomer”, El mataronés, suplemento artístico literario de mataroneses ilustres, núm. 1, año 1, Mataró, abril de 1887.
[54] Informe que D. Pedro Llorens y Llatchós emite ante el Jurado que ha de calificar sobre la conveniencia o inconveniencia de su sistema, comparado con los de Braille y de Abreu, en virtud del acuerdo del Excmo. Ayuntamiento y a instancia del que suscribe (circa 1860).
[55] Informe…, op.cit.
[56] Bruno Liesen, El braille: origen, aceptación y difusión, p. 25.
[57] P. Llorens, op. cit. pp. 8-9.
[58] B. Liesen, op. cit., p. 25.
[59] Ver Bruno Liesen, p. 23. Cf. La descripción y los comentarios de Charles-Louis Carton, “Nouveau procéde d’escriture à l’usage des aveugles. Par M. Louis Braille, aveugle”, en Le sourd-muet et l’aveugle, t. III 1840-1841, pp. 1-13.
[60] Bruno Liesen, op. cit., p. 23. Para conocer el funcionamiento o los componentes de dicha máquina ver P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura mecánica. Pauta Braille. Máquinas de Foucauld. Claves”. Revista Europea, nº 279, 29 de junio de 1879.
[61] Página web: “The old times – Los viejos tiempos”, Historia de la máquina de escribir.
[62] P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura de Ciegos – Consideraciones generales”, Revista Europea, nº 277, 15 de junio de 1879.
[63] Faustino Barberá, La enseñanza del sordomudo por el método oral, Valencia, 1895, p. 32.
[64] Acta de la Junta celebrada el 7 de noviembre de 1869 en la Escuela de Sordomudos y Ciegos de Barcelona. D118. ACIME. Ver Esther Burgos, op. cit.
[65] A. Rispa, op. cit. p. 115.
[66] Francisco Fernández Villabrille, La enseñanza de sordo-mudos y de ciegos de España en las exposiciones de 1867 y 1868, Madrid, 1873, p. 20
[67] Congrés universal pour l’amélioration du sort des aveugles et des sourds-muets, tenu à Paris, du 23 au 30 septembre (1878), París, 1879.
[68] P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura usual inversa o de caracteres en relieve –Sistema Llorens- Reglas generales de la enseñanza”. Revista Europea, nº 280, 6 de julio de 1879.
[69] P. Cabello y Madurga, “Estudios pedagógicos. Instrucción de sordo-mudos y ciegos. Escritura de Ciegos – Consideraciones generales”. Revista Europea, nº 277, 15 de junio de 1879.
[70] Cristina Delgado Alonso y Mª Jesús Calvo Til, Deporte y Discapacidad. Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza.
[71] S. Tapia Paredes, op. cit.
Cómo citar este artículo:
Gascón Ricao, A. (2009).
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