Etapas de la Revolución Francesa

A finales del siglo XVIII, el Antiguo Régimen se tambaleaba en Francia. Ajena a los nuevos tiempos e incapaz de gestionar las transformaciones socioeconómicas, la monarquía seguía ejerciendo su poder absoluto, consolidando y perpetuando las injusticias y desigualdades de la sociedad feudal; a causa de los privilegios de la nobleza y el clero, los campesinos se veían obligados a soportar la mayor parte de las cargas fiscales. Desde mediados de siglo, sin embargo, intelectuales ilustrados como Montesquieu, Voltaire y Rousseau habían minado la legitimidad del absolutismo monárquico formulando principios políticos (soberanía popular, igualdad ante la ley, separación de poderes) que fueron abrazados por la burguesía, clase social ascendente que aspiraba a ver reflejado su poder económico en el ordenamiento jurídico.


Sesión inaugural de los Estados Generales (5 de mayo de 1789)

Los detonantes inmediatos de la Revolución Francesa (1789-1799) fueron la bancarrota financiera del país y las malas cosechas, que generaron una situación de miseria y hambre generalizada. Para solucionar la grave crisis económica y financiera del estado, el monarca Luis XVI convocó en mayo de 1789 los Estados Generales, asamblea que reunía, por separado, a los representantes de los tres estamentos (la nobleza, el clero y el pueblo o «Tercer Estado»).

La revuelta popular y la Asamblea Nacional (1789-1791)

Los representantes del Tercer Estado, con la burguesía al frente, exigieron la sustitución del sistema tradicional de voto (un voto por estamento) por el del voto individual y, ante el rechazo de sus peticiones y la postura vacilante de la monarquía, constituyeron la Asamblea Nacional, proclamándola verdadera depositaria de la soberanía nacional e invitando a los representantes de los demás estamentos a unirse a ella. Los miembros de la Asamblea Nacional, reunidos en la sala del Juego de Pelota, juraron el 20 de junio de 1789 no separarse hasta dar a Francia una constitución.


La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789)

Temiendo que el rey hiciera disolver la Asamblea mediante la fuerza, las capas populares asaltaron el 14 de julio la Bastilla, fortaleza que servía de prisión y que era un símbolo de la monarquía absolutista. La Revolución Francesa había comenzado, y pronto se propagó a otras ciudades y también a las zonas rurales, en las que se desató la revuelta antiseñorial conocida como «el Gran Miedo».

El 4 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional, convertida ya en Asamblea Nacional Constituyente, decretó la abolición de todos los derechos y privilegios feudales, y el 26 de agosto se publicaba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, basada en los principios de "libertad, igualdad y fraternidad". Dominada por los sectores más moderados de la burguesía, la Asamblea desarrolló una extensa obra legislativa que culminó con la aprobación de la Constitución de 1791, que estableció la soberanía popular y la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

El nuevo ordenamiento configuraba Francia como una monarquía constitucional y conjugaba los logros revolucionarios con el respeto al rey: el monarca y sus ministros conservarían el poder ejecutivo. El poder legislativo correspondería a la Asamblea Legislativa, cuyos miembros serían elegidos por sufragio censitario, como también los jueces y miembros de los tribunales.


Arresto de la familia real en Varennes (21 de junio de 1791)

El proceso constituyente no estuvo exento de dificultades, particularmente en su fase final. Mientras fingía aceptar las reformas, Luis XVI negociaba en secreto una intervención de las monarquías absolutistas extranjeras para acabar con la revolución, y en junio de 1791 protagonizó un fallido intento de fuga que desató un fuerte sentimiento antimonárquico. En julio la Guardia Nacional, fuerza que había sido creada por los revolucionarios, hubo de reprimir violentamente una manifestación republicana en el Campo de Marte. En agosto, los reyes de Austria y Prusia lanzaron veladas amenazas de intervención. Con todo, la revolución seguía adelante: tras la convocatoria y celebración de elecciones, la Asamblea Legislativa inició sus sesiones el 1 de octubre de 1791.

La monarquía constitucional: La Asamblea Legislativa (1791-1792)

Sometida a fuertes presiones, la recién implantada monarquía constitucional tendría escaso recorrido: no llegó siguiera a cumplir el año. Aunque la Asamblea Legislativa promulgó medidas progresistas, fue incapaz de satisfacer el descontento de las clases populares ante la carestía de los productos básicos como consecuencia del agravamiento de la crisis económica.

En el exterior, ante el peligro que significaba la irradiación de las ideas revolucionarias por el resto de Europa, se organizó una alianza de fuerzas absolutistas (Austria y Prusia) que entró en guerra con Francia el 20 de abril de 1792. Las sucesivas derrotas de los ejércitos franceses radicalizaron la situación; la izquierda jacobina, grupo republicano minoritario pero influyente de la Asamblea Legislativa, exigía la elección por sufragio universal de una Convención Nacional y la instauración de una República.


El asalto al Palacio Real de las Tullerías (10 de agosto de 1792)

Una amenazante declaración de un general prusiano (en que se manifestaban crudamente los objetivos contrarrevolucionarios de la guerra) desencadenó en París una nueva insurrección de las masas populares (los «sans-culottes»), que el 10 de agosto de 1792 asaltaron el Palacio Real de las Tullerías, residencia del rey, en la que se encontraron documentos que probaban su traición; el monarca fue depuesto y encarcelado.

La República: La Convención (1792-1795)

A la caída de la monarquía siguió la celebración de elecciones (por sufragio universal masculino) y la constitución de la Convención Nacional, cuya puesta en marcha coincidió con la victoria de las tropas francesas sobre los prusianos en Valmy (20 de septiembre de 1792). Dos días después, el 22 de septiembre, la Convención Nacional proclamaba la República.

La lucha por el poder dentro de la Convención entre sus alas izquierda (jacobinos) y derecha (girondinos) tuvo en el proceso y ejecución de Luis XVI (21 de enero de 1793) uno de sus puntos álgidos. Como inmediata respuesta a la decapitación del rey, Austria, Prusia, España, Holanda e Inglaterra se unieron en la Primera Coalición, una alianza sin otro objetivo que acabar militarmente con el proceso revolucionario. Ante el avance de las fuerzas de la Primera Coalición, las conspiraciones contrarrevolucionarias de la nobleza y el clero, el estallido de la revuelta campesina en La Vendée, la escasez de trigo y la generalización de la especulación, la política moderada de los girondinos se mostraba ineficaz.

Los jacobinos, con el apoyo de los «sans-culottes», tomaron las riendas de la Convención en junio de 1793. La Revolución Francesa, más cerca que nunca del pueblo llano, se radicalizó. Se intentaron desarrollar los principios de la democracia social (soberanía popular, sufragio universal), reflejados en una nueva constitución, que no obstante no llegaría a entrar en vigor.


Maximilien de Robespierre

Dominada por los jacobinos, la Convención confirió a las instituciones ejecutivas poderes de excepción: el Comité de Salvación Pública decretaba medidas de urgencia (levas masivas forzosas y control de precios) y el Comité de Seguridad General dirigía una represión contra los enemigos de la Revolución, que llevó a la guillotina a nobles, líderes girondinos y a la reina María Antonieta, así como a cuantos intentaron eludir el reclutamiento. Se había implantado el Terror (1793-1794), etapa dominada por la figura de Robespierre. Sus drásticas medidas tuvieron efecto: las tropas francesas frenaron a los ejércitos de la Primera Coalición y las rebeliones internas fueron sofocadas.

Lograda la estabilidad, la burguesía moderada de la Convención consideró injustificado mantener el estado de excepción y, en julio de 1794, protagonizó la llamada «reacción de Termidor»: retiró su confianza a Robespierre (que fue guillotinado) y desató un «Terror blanco» contra los izquierdistas. La Convención redactó la Constitución de 1795, marco legal de las nuevas instituciones en la siguiente etapa de la República, que se designa con el nombre de su poder ejecutivo: el Directorio.

El Directorio (1795-1799)

En octubre de 1795, la Convención fue disuelta y sustituida por dos cámaras, el Consejo de Ancianos y el Consejo de los Quinientos, elegidos por sufragio censitario; detentaban el poder ejecutivo los cinco miembros del Directorio, renovables a razón de uno cada año. Dominado por la burguesía conservadora, el Directorio se apoyó en el ejército para reprimir las revueltas populares cuando la supresión del control de precios encareció nuevamente los productos básicos, y también para aplastar las conspiraciones e insurrecciones promovidas tanto por los realistas (que aspiraban a restaurar el absolutismo monárquico) como por la izquierda radical.

Mientras en el exterior los generales franceses (entre los que brillaba con luz propia el joven Napoleón) dirigían exitosas campañas militares que culminaron con la derrota de la Primera Coalición en 1797, el Directorio se mostraba incapaz de mantener la estabilidad en el interior, ni siquiera dentro de las mismas instituciones republicanas, víctimas de las luchas intestinas entre diversas facciones. El sufragio censitario no impidió que la izquierda jacobina y los realistas contaran con una considerable representación en el legislativo; a esta amenaza hubo que sumar, en diciembre de 1798, la formación de una Segunda Coalición europea contra la Francia revolucionaria.

La anarquía reinante y la debilidad del régimen inducían a la burguesía y a los principales dirigentes a inclinarse por una solución militar; finalmente, con el apoyo de uno de los directores, Emmanuel Joseph Sieyès, y de otros altos cargos, Napoleón Bonaparte encabezó el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799). La Revolución Francesa había terminado: el Directorio fue substituido por un nuevo régimen autoritario, el Consulado (1799-1804), a cuyo frente se puso, investido de amplios poderes, el mismo Napoleón como Primer Cónsul.

Información más detallada en el artículo La Revolución Francesa.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].