George Washington

 
El Primer Presidente. Durante la lucha, las trece colonias se habían reunido en un nuevo Congreso y promulgado la Declaración de Independencia. Pero la nación aún no había nacido y todo el sufrimiento de la guerra podía resultar estéril si no se actuaba rápidamente. Tras un período de discusiones infructuosas y de declaraciones tan grandilocuentes como vacías, empezó a considerarse perentorio el nombramiento del primer presidente de los recién nacidos Estados Unidos de América. El 30 de abril de 1789, Washington fue unánimemente elegido. No podía competir, y tampoco trató de hacerlo, con los refinados políticos que lo rodeaban, como Thomas Jefferson o John Adams. Habló poco y sugirió menos, pero la Constitución de los Estados Unidos, aún hoy en vigor, le pertenece más que a cualquier otro hombre y está impregnada de su sentido práctico, su visión clara del futuro y su inteligente conservadurismo. Durante sus años como presidente, revistió el cargo de una dignidad que ha llegado hasta nuestros días. Se oponía a dar la mano porque creía que ese gesto de familiaridad no era digno de un puesto de tan elevado rango; en su lugar hacía siempre una inclinación de cabeza. Se vestía ricamente de terciopelo, viajaba en un coche tirado por seis caballos y se consideraba al mismo nivel que cualquier rey europeo. Tenía algo de esa rústica majestad sin arrogancia que tanto gusta a los norteamericanos y que han heredado sus sucesores. Siempre pensó de sí mismo que era el más obediente y el más humilde servidor del pueblo de los Estados Unidos. En 1797 terminó su segundo mandato y se retiró a Mount Vernon, donde murió tres años después viendo hecho realidad el sueño de llevar a su pueblo a la libertad. En la imagen, otro célebre retrato al óleo, efectuado por Gilbert Stuart en 1796.