Marcel Carné

(París, 1909-1996) Director de cine francés. Marcel Carné cursó fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de París, estudios de donde le vendría la afición al cine, al tiempo que ayudaba a su padre, ebanista, y trabajaba para una compañía de seguros. Su madre había muerto prematuramente y, como consecuencia de ello, las mujeres de su familia se habían ocupado de su educación en la infancia.


Marcel Carné

Fue gracias a la esposa del cineasta Jacques Feyder, la actriz Françoise Rosay, protagonista de La kermesse heroica (1935), que comenzó su carrera profesional en el cine como ayudante del propio Feyder y del fotógrafo George Perinal en Los nuevos señores (1927). Alternó esta actividad con la de crítico cinematográfico en revistas como Cinemagazine, Cinemonde, Hebdofilm o Film Sonore.

Su primera actuación como director tuvo lugar en el campo del cortometraje, donde con su propio dinero rodó pequeñas piezas como Nogent, Eldorado du dimanche (1929). Esta actividad le llevó a ser ayudante de uno de los directores más prestigiosos del cine francés, Rene Clair. Su primer largometraje fue Jenny (1936), en el que contó con la colaboración como guionista del escritor Jacques Prevert, con el que inició una fecunda relación. La protagonista femenina fue Françoise Rosay, quien le había ayudado en la puesta en marcha del proyecto.

Un año después dirigió Un drama singular (1937), con lo que comenzó su época de éxito. En esta cinta participó el actor Jean Gabin, y con ella Carné se convirtió en uno de los principales directores del país. Se le situó en un principio en el denominado «realismo poético» francés (corriente que, como señalan diversos autores, tiene más de lo primero que de lo segundo), al que estaban adscritos otros realizadores como Julien Duvivier.

Marcel Carné alcanzaría una importante notoriedad con El muelle de las brumas (1938), película que mantiene una conexión ideológica con el movimiento del Frente Popular y que muestra el ambiente de angustia que se cernía sobre Europa como consecuencia del avance político del nazismo. Sin embargo, dos títulos destacan por encima de todos los demás como verdaderas piezas magistrales del cine francés de esos años. En primer lugar, Les visiteurs du soir (1942), cinta visualmente espléndida realizada en la Francia bajo control del Gobierno de Vichy, pero impregnada según muchos de sentido antinazi. En ella el diablo visita un castillo de noche, en un intento de conseguir el auténtico amor, lo que resulta imposible para él; no obstante, los espectadores franceses la interpretaron como un intento de expresar el espíritu de resistencia frente a la ocupación.


Los niños del paraíso (1945)

Los niños del paraíso (1945) es para la mayoría de críticos su obra maestra. Se trata de una fábula sobre el amor y la muerte, el bien y el mal. Ambientada en el año 1840, su vigor visual y la capacidad para sintetizar las relaciones entre la vida y el teatro han hecho que sea la obra más vigente de Carné y siga manteniendo actualidad para el público contemporáneo. El propio Carné dijo que Los niños del paraíso era un homenaje al mundo del teatro. Parece ser que la idea del guión se le ocurrió al famoso actor teatral (en menor medida cinematográfico) Jean-Louis Barrault.

Durante el segundo año de la ocupación alemana, Marcel Carné y su guionista Jacques Prevert trabajaron afanosamente en este proyecto; Barrault les sugirió que hiciesen una película en la que se ocupasen de Baptiste Duberau, uno de los más famosos mimos franceses, y que añadiesen los crímenes que se habían cometido en el bulevar del Temple, calle que llegó a hacerse famosa por esa trágica circunstancia. A las sugerencias que habían recibido, el director y el guionista añadieron la figura de un famoso criminal llamado Lacenaire.

La idea resultó de lo más feliz; fue también clave la ayuda que aportaron el director artístico Alexandre Trauner y el compositor Joseph Cosma. El propio Barrault interpretó al personaje del mimo. Por su parte, el personaje femenino más importante en el desarrollo de los hechos fue interpretado por la cantante y actriz Arletty. El film tardó tres años en completarse, y fue una las cintas más costosas que se habían rodado en Francia hasta aquel momento.

Con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Marcel Carné tuvo problemas políticos; sospechoso de colaboracionismo, hubo de enfrentase a un tribunal de depuración. Aunque no fue finalmente culpado de nada, las circunstancias cambiaron de un modo decisivo. Muchos de sus colaboradores habituales se habían marchado; se había convertido en un personaje bajo sospecha, y su talento y capacidad de trabajo se resentirían de esa situación.

A pesar de todo, durante los años cincuenta rodaría todavía algunas películas de cierta relevancia. Son, por ejemplo, La Marie du port (1950), cinta de intriga basada en un texto de Georges Simenon, o Teresa Raquin (1953), sobre la novela de Émile Zola, que siempre ha constituido un título muy atrayente para los cineastas. El guión fue de otro escritor muy vinculado al cine, Charles Spaak, cuyo hermano, Paul Henri Spaak, llegó a ser primer ministro de Bélgica; sus sobrinas Catherine y Agnes fueron actrices relativamente importantes durante los años sesenta.

En 1954 Marcel Carné trabajó de nuevo con Jean Gabin en una historia de boxeo titulada El aire de París. A partir de esta fecha su carrera entró en declive. Algunos títulos fueron mal acogidos por la crítica; sólo cabe mencionar Tres habitaciones en Manhattan (1965), también sobre una novela de Simenon. Su última intervención como director fue en la película La merveilleuse visite (1974). Ya retirado, escribió a mediados de los ochenta unas interesantes memorias tituladas La vie a belles dents, en las que reflejaba sus opiniones y dejaba traslucir su amargura.

Las circunstancias de la guerra y la política, en definitiva, impidieron a Carné continuar y redondear su carrera del modo que hubiera deseado y materializar un mayor número de películas. Aun con todo, Marcel Carné es de forzosa mención en cualquier historia del cine por su sensibilidad y su capacidad de narración y ambientación, y se le juzga, sin discusión, como uno de los directores más importantes del cine francés.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].