Népomucène Lemercier

(Louis-Jean-Népomucène Lemercier; París, 1771-1840) Dramaturgo francés que intentó renovar el espíritu y las fórmulas de la tragedia, alejándose paulatinamente de los modelos clásicos y anticipándose a los cánones del drama romántico. Lemercier consiguió con ello conservar a lo largo de su trayectoria el favor del público, al que cautivó con sus innovaciones.


Népomucène Lemercier

Protegido por Madame de Lamballe, de quien su padre era secretario, Népomucène Lemercier pudo dedicarse tempranamente a la literatura y vio representadas sus tragedias (como Meleagro, 1786) apenas iniciada su juventud. Pese a atravesar las turbulencias de la Revolución Francesa y el Imperio, Lemercier mantuvo intacta y exuberante su pasión por el teatro, su atención al arte meditado y estilísticamente experto y el gusto por los clásicos, ensayando con fecunda inquietud intelectual diferentes caminos y corrientes. Una coherencia interna y una independencia moral ni rígida ni intransigente le llevó a aceptar la nueva realidad política y la protección de Napoleón, pero también la soledad digna de sus últimos años. Desde 1811 formó parte de la Academia francesa.

Sus primeras y también mejores obras fueron Le Tartufe révolutionnaire (1795), comedia muy mordaz que revela, junto a un espíritu personal, el conocimiento de la mejor tradición francesa; Agamenón (1797), imitación en parte de los antiguos y en parte de Vittorio Alfieri, pero de vigorosa estructura dramática; y Pinto o la jornada de una conspiración (1800), sobre la conjura que en 1640 elevó al trono portugués a la casa de Braganza, poniendo fin a la dominación española.

Su natural predisposición a acoger y asimilar las innovaciones y la rapidez clara y sabia de su técnica teatral lo llevaron a varias tentativas en que la novedad de ciertas situaciones y las anticipaciones del romanticismo favorecieron el interés de sus contemporáneos; es el caso de Plauto o la comedia latina (1808), Isule et Orovèse (1803), La demencia de Carlos VI (1814, pero representada en 1820), Carlomagno (1816), Saint-Louis (1818), Clovis (1820), Frédégonde et Brunehaut (1821) o Richard III et Jeanne Shore (1824).

La necesidad de salir de las aguas muertas de la literatura neoclásica y de la poesía panegírica estaba viva en él, y se evidenció especialmente en sus poemas, de henchida concepción y un tanto caóticos por la multitud de temas y abstracciones, pero no exentos de páginas líricas: Las cuatro metamorfosis (1799), Les âges français (1803), L'Atlantiade ou la Théogonie newtonienne (1812) y Panhypocrisiade (1819, cantos I-VI; 1832, cantos VII-XX). Su Curso analítico de literatura (1817, en cuatro volúmenes) da testimonio de su sentido crítico.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].