Lorenzo Lotto

(Venecia, 1480 - Loreto, 1556) Pintor italiano. Se desconoce quién fue su maestro, pues realizó numerosos viajes y es probable que aprendiera en diversos talleres; aunque la composición de su estilo es esencialmente veneciana, sus soluciones son muy personales y de gran modernidad. Sus obras de juventud (El obispo Rossi, 1505; San Jerónimo, 1506) tienen cierta relación cronológica con las de Giorgione; estudió también con atención a los maestros de su época, como Bellini, Antonello da Messina y Durero. Tras su estancia en Roma (1508), su obra acusa cierta influencia de Peruzzi, Sodoma, Bramantino y, sobre todo, de Rafael. De regreso en Venecia en 1526, adoptó un estilo más suelto y dramático (San Nicolás en la gloria, 1529; Crucifixión, 1531; Madona del Rosario, 1539; La limosna de San Antonio, 1542). Algunos de sus retratos son verdaderas obras maestras.


Posible autorretrato de Lorenzo Lotto (c. 1545)

Menos afortunado que sus contemporáneos venecianos, pero justamente revalorizado por la crítica moderna y puesto al mismo nivel que los más grandes, Lorenzo Lotto llevó una existencia errante y frecuentemente mísera. Se alejó pronto de Venecia, donde posiblemente se había formado en el círculo de Alvise Vivarini y había sido sensible a la influencia de Antonello da Messina. Su vida es una continua peregrinación de provincia en provincia para cumplir encargos menores; documentos personales muestran que era solitario y que se sintió abandonado, perseguido por dificultades económicas y adversidades de todo tipo. Pasó a Las Marcas, luego a Roma y a Bérgamo, después de nuevo a Venecia y por fin regresó a Las Marcas, donde murió como oblato de la Santa Casa de Loreto.

Artista de gran sensibilidad, atormentado y extravagante, introdujo en la lúcida estructura cuatrocentista de las palas de Giovanni Bellini y de Antonello da Messina una agitada animación, inclinándose por las formas irregulares y ondulantes y por una gama de colores fríos y vivaces, en contraposición con las cálidas y difusas tonalidades tizianescas. Estos elementos aparecen ya en el políptico de la Virgen con siete santos (1508, Pinacoteca de Recanati), aunque posteriormente, mientras residió en Roma (1508-1512), trató de imitar a Rafael Sanzio con obras como el Descendimiento (1512, Pinacoteca de Jesi).

Sus años más serenos y fecundos fueron los que pasó, con breves intervalos, en Bérgamo (1513-1526), donde dejó una de sus obras maestras en la pala con La Virgen con el Niño rodeada de santos (iglesia de San Bernardino). En ella plasmó su concepción libre y personal de la pala de altar, que aquí se fundamenta en la abolición del fondo arquitectónico y su sustitución por un aéreo baldaquino de tela sostenido por ángeles audazmente escorzados, así como en la apasionada tensión de los cuatro santos y la extraordinaria invención del ángel que escribe en la base del alto trono de la Virgen.


Micer Marsilio y su esposa (1523), de Lorenzo Lotto

Lotto no oculta su proximidad con el arte alemán de Alberto Durero o Matthias Grünewald, al tiempo que se aparta de la armonía clásica y rechaza frontalmente el arte áulico de Tiziano, lo que le convierte en un auténtico rebelde que, según Roberto Longhi, fue castigado con la marginación. Una de las más singulares pruebas de su independencia y su fantasía se encuentra en la originalísima distribución compositiva y en el brío narrativo de los frescos con Escenas de la vida de Santa Bárbara (capilla Suardi, Trescore), donde desarrolla una inclinación hacia lo popular resultante de su convivencia con las gentes humildes. Unas veces idílico y otras intensamente patético, el arte de Lotto prosiguió en polémica con el gusto dominante de Venecia a través de las extremadas obras de su voluntario exilio en Las Marcas, como la trepidante y dramática Anunciación (Santa Maria sopra Mercanti, Recanati) y la encantadora predela con las Historias de Santa Lucía (1532, Pinacoteca de Jesi).

También son muy destacables sus retratos, como Micer Marsilio y su esposa (1523), en el que las figuras de los desposados, de miradas ausentes y ensoñadoras mientras unen sus manos, son sometidas al yugo de Himeneo por un amorcillo juguetón de pícara sonrisa. La calidad de la pintura (con los negros del traje masculino soberbiamente matizados y la riqueza de tonos del traje de la esposa, magistralmente pintados con reflejos y técnica veneciana) hace de este enigmático lienzo una pieza capital en la obra del autor. Otros retratos suyos de una admirable agudeza psicológica son Agostino y Niccolò della Torre (1515, National Gallery de Londres), Retrato de un joven con un libro (1527, Pinacoteca del Castello Sforzesco), Gentilhombre de negro (Galería Borghese, Roma), Andrea Odoni (1527, Hampton Court, Londres) o Gentilhombre con una pequeña pata de león (Kunsthistorisches Museum, Viena).

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Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].