Karl Malden

(Mladen Sekulovich; Chicago, 1914 - Brentwood, Los Angeles, 2009) Actor de teatro y cine estadounidense, uno de los más carismáticos del cine de los cincuenta y sesenta, recordado por algunos excelentes papeles secundarios. De origen serbio, en su época de estudiante practicó diversos deportes (sobre todo el rugby), actividad que dejaría huella en su rostro. Demostró gran interés por el mundo del teatro, al que llegó con veinte años, tras pasar por el Goodman Theatre School of Drama de Chicago. Sobre el escenario de Broadway demostró su buen hacer interpretativo, del que se recuerdan sus trabajos en Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, y Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, lo que le llevó a ser llamado por el cine al poco tiempo.


Karl Malden

Sus primeros pasos fueron esporádicas intervenciones que apenas le sirvieron para tomar contacto con el nuevo medio. A partir de El pistolero (1950), de Henry King, su trayectoria artística cambió notablemente: comenzó a despuntar en papeles secundarios de gran relieve, donde combinó un cierto aire agresivo, de miradas penetrantes y alocadas, con otros recursos más templados y socialmente representativos.

Fue así como sorprendió a todo el mundo con su papel en la versión cinematográfica de la obra de Tennesse Williams Un tranvía llamado deseo (1951), de Elia Kazan, en un personaje que conocía a la perfección y que le valió el Oscar al mejor actor secundario. De nuevo participará en otra película de Kazan, enfrentándose a Marlon Brando, esta vez como sacerdote, en La ley del silencio (1954), un excelente trabajo que también le supuso otra nominación de la Academia.

Malden asumió todo compromiso con la garantía que un buen actor sabe dar. Participó en todo tipo de películas: del viejo Oeste, como El árbol del ahorcado (1959), de Delmer Daves, El rostro impenetrable (1961), de Marlon Brando, El gran combate (1964), de John Ford, o Dos hombres contra el Oeste (1971), en que compartió cartel con William Holden y Ryan O'Neal; en dramas deportivos o carcelarios, como El precio del éxito (1956), de Robert Mulligan o El hombre de Alcatraz (1962), protagonizada por Burt Lancaster; o en películas bélicas, como Patton (1970), de Franklin J. Schaffner.

Con el trasfondo de la Guerra de Corea, dirigió su única película: Labios sellados (1957). A partir de los años setenta se refugió en producciones para televisión, entre las cuales es bien recordada su presencia en la serie Las calles de San Francisco (1972-77), una producción de la cadena ABC en la que trabajó al lado de Michael Douglas, y en la fallida Skag (1980), una producción efímera de la NBC en exceso realista para el público estadounidense. Recibió un Emmy por el telefilm Fatal Vision (1984).

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].