Giambattista della Porta

(Nápoles, 1535 - 1615) Científico, erudito y dramaturgo italiano. Giambattista della Porta recibió una buena formación; a los quince años había escrito ya los tres primeros libros de su obra científica más importante: De la magia natural. Poseyó un singular y amplio talento y se interesó por la óptica, la hidráulica, las matemáticas, la astronomía, la fisiognomonía, la agricultura, la criptografía, la mnemotécnica, la quiromancia, la meteorología y el teatro.


Giambattista della Porta

Situado siempre entre la ciencia y la magia o la fe y la superstición, fue uno de los autores que más contribuyeron a la formación del pensamiento científico moderno en la época de la Contrarreforma. Su obra De la magia natural (1558) le dio fama europea y es el mejor reflejo de su personalidad. Al ingenuo fervor con que participó en la búsqueda de la piedra filosofal y al ambiente de prodigio en que a veces gustó envolver sus descubrimientos, se oponen el rigor de sus investigaciones y la importancia de algunas de sus conclusiones. Se le debe la invención de la cámara oscura; en su Fisiognómica, Lavater le cuenta entre sus precursores, y Kepler y otros le atribuyen cierta prioridad en la construcción de los telescopios. Viajó por Italia, Francia y España, y fue acusado repetidamente de brujería por la Inquisición. En 1610 ingresó en la Academia de los Lincei.

Los últimos años de su vida estuvieron singularmente dedicados al teatro y a estudios sobre la atmósfera. Se le atribuyen veintinueve comedias, de las cuales conservamos catorce, notables por el realismo de las situaciones y ciertas audacias y exuberancias de lenguaje que anuncian el teatro barroco; entre ellas cabe citar Cintia, El astrólogo, La Chiappinaria, El moro, Olimpia y Los dos hermanos rivales. Junto a tales obras figuran la tragicomedia Penélope y una tragedia inspirada en la vida de San Jorge.

Obras de Giambattista della Porta

El tratado en cuatro libros De la magia natural, publicado en Nápoles en 1558, es una obra extraña, mezcla de prácticas de magia y de ensayos científicos. En ella se encuentran reunidas, mezcladas con interesantes observaciones experimentales, recetas para dar color rosado al rostro, para tener hijos hermosos o para producir melocotones sin hueso, y descripciones de monstruos como el dragón volante. El autor detalla importantes observaciones sobre los espejos llamados ustorios, es decir, curvos.

En la edición de 1589, además de hablar de una especie de linterna mágica, describe el efecto de las lentes, afirmando que con lentes cóncavas se ven los objetos más pequeños pero nítidos, y con las lentes convexas se aumenta el tamaño de los objetos, si bien aparecen borrosos: así, pues, combinando lentes cóncavas y convexas, se verán nítidas y mayores tanto las cosas próximas como las lejanas. Esta comprobación permite suponer que, con anterioridad a Galileo, consiguió Giambattista della Porta construir un anteojo de larga vista, con ocular divergente. Sin embargo, autores como Giambattista de Nelli sostienen, con razón, que Giambattista della Porta conoció las lentes compuestas pero sin llegar nunca a construir ni a imaginar un verdadero catalejo.

De temas afines a este último se ocupó también el autor en los nueve libros que forman su obra De la refracción óptica, publicada en Nápoles en 1593. El primer libro trata del fenómeno de la refracción a través de superficies planas y de la refracción atmosférica; el segundo estudia la refracción a través de la "pila cristalina" o esfera de cristal, y también a través de una semiesfera de cristal (considerada en su sección principal); sigue luego un grupo de cinco libros dedicados a la estructura y al funcionamiento del ojo, así como el mecanismo de la visión. Finalmente, el octavo trata de las lentes y el noveno se ocupa del arco iris y de los colores producidos por refracción.

Este tratado representa una etapa muy importante de la historia de la ciencia, pues aunque el contenido de los siete primeros libros y del noveno sea un compendio de los conocimientos ópticos de la época, por todos ellos se encuentra difundido un criterio crítico e innovador que no era corriente en el siglo XVI. Della Porta puso así de relieve las deficiencias teóricas y los puntos débiles que los seguidores de las ideas de la época se creían obligados a dejar en la sombra; por ejemplo, proclama abiertamente que, en materia de refracción, el estudio puede explicar muchas cosas todavía poco claras y eliminar muchos errores.

Pero el interés mayor está constituido por el libro octavo, "De las lentes". Es el primer estudio en que se intenta una teoría de las lentes. De hecho, las lentes, aplicadas desde el siglo XIII para corregir la visión de los présbites, permanecían voluntariamente ignoradas en el ambiente científico; no se encuentra la menor referencia a ellas hasta que el propio Giambattista della Porta las aludió de paso en la edición de 1589 de De la magia natural, y sólo ahora trata de sentar una teoría, partiendo de los conocimientos que se tenían de la "pila cristalina". La ordenación seguida por Giambattista della Porta es la actual; primero se consideran las lentes convergentes, luego las divergentes; para cada grupo se estudia el comportamiento sobre su eje, luego fuera del eje, y, por último, sus aplicaciones, tales como el encender fuego con la radiación solar y la corrección de la vista. Aunque la demostración no sea aún rigurosa, es cierto que Kepler partió de la obra de Giambattista della Porta para establecer las bases de la óptica geométrica moderna.

Giambattista della Porta y el telescopio

Su aportación a la invención del telescopio quedó hasta cierto punto mejor clarificada cuando se encontró su obra Del telescopio; considerada perdida, fue hallada en un manuscrito original inédito de la Academia Nacional de los Lincei. La aparición del anteojo, a la que la obra de Giambattista della Porta no dejó de contribuir, aunque involuntariamente; la publicación del Pralipomena ad Vitellionem de Johannes Kepler, que en 1604 revolucionó las ideas sobre el mecanismo de la visión; la intervención de Galileo Galilei, que en 1609 conmovió al mundo con los maravillosos descubrimientos astronómicos hechos con el anteojo; y, por último, la teoría que sobre este instrumento dio Kepler en 1611 en su Dióptrica, constituyen las rápidas etapas de una revolución científica de gran estilo de la que nació la óptica geométrica moderna, en tanto que la óptica clásica, aunque bimilenaria, pasaba del campo de la ciencia al de la historia.

Della Porta, que en todo esto tuvo una acción promotora de primer orden, fue finalmente superado por la ola de progresos. No comprendió la obra de Kepler, ni tampoco el anteojo; aun pretendiendo ser su inventor, lo califica de "una casualidad". Pero cuando el mundo científico, tras de una inútil y general oposición, cedió frente a la resistencia inflexible de Galileo, y reconoció la potencia y el valor del nuevo instrumento, Giambattista della Porta se propuso dar su teoría. Trabajó en ello cuatro años (1611-1615), pero la muerte le llamó antes de que pudiera dar fin a su tentativa.

Las cartas en las que había fijado sus ideas fueron recogidas y, después de algunas vicisitudes, hallaron asilo en la Biblioteca de la Academia de los Lincei. El editor Zanneto habla incluido en un catálogo de libros de próxima publicación una obra de Giambattista della Porta, con el título Del telescopio, obra que nunca fue publicada y cuyo manuscrito se creyó perdido. Fue G. Gabrielle, bibliotecario de los Lincei, quien en el curso de sus investigaciones sobre los primeros académicos examinó este manuscrito, hallando precisamente en él un capítulo titulado Del telescopio. Consciente de la importancia histórica del descubrimiento, se procuró la colaboración de V. Ronchi para interpretar el texto. La transcripción, muy difícil, hecha por María A. Naldoni, ha mostrado que las primeras treinta cartas son el original de otra obra de Giambattista della Porta, publicada con el título de Elementorum curvilineorum; y las otras ciento veinte, que tantas son las del códice, contienen la tentativa de Giambattista de explicar la teoría del anteojo, partiendo de los principios utilizados veinte años antes en De la refracción óptica para las lentes simples.

Aunque el material examinado está muy lejos de haber resultado definitivo, ha sido posible reconstruir el plan general de la obra y sus subdivisiones; ha sido también posible establecer que la tentativa del autor, seguramente por contar ya más de ochenta años, y estar cargado de achaques y agotado, tenía que llevarle al fracaso. En conjunto, de las distintas versiones de un mismo capítulo contenidas en las cartas, resulta claro que también él tenía esta sensación, y ello debió amargarle mucho sus últimos años, pues Stelliola refiere haberle oído decir con desfallecimiento, poco antes de caer en el lecho de muerte, "que la empresa del telescopio le había vuelto loco..., pues era la más difícil y ardua de cuantas había emprendido".

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].