Lana Turner

(Julia Jean Frances Mildred Turner; Wallace, 1920 - Century City, 1995) Actriz de cine estadounidense. Hija de un profesor, fue descubierta por uno de los habituales cazadores de caras nuevas que las productoras de Hollywood tenían por todo el país, a la búsqueda de chicos y chicas que pudieran renovar la insaciable necesidad de actores con que surtir una industria en perpetua evolución. En su caso fue la Metro Goldwyn Mayer la que se fijó en ella y le introdujo en el cine. Empezó con un papel de segunda fila, en una película dirigida por Mervyn LeRoy, titulada They Won't Forget (1937), pero en poco tiempo alcanzaría los lugares principales en las carteleras.


Lana Turner

A comienzos de los años cuarenta participó en la adaptación que Victor Fleming hizo del clásico de R. L. Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll (1941), en la que compartió títulos con Spencer Tracy y una joven Ingrid Bergman. En un principio las dos actrices iban a intercambiar sus papeles, pero Fleming decidió que Turner interpretase a la "chica buena", pues entendía que de ese modo la cinta ganaba en ambigüedad.

Posteriormente interpretó las dos películas que la iban a convertir en una actriz de gran éxito y popularidad. La primera fue El cartero siempre llama dos veces (1946), de Tay Garnett, la más interesante versión de todas las que se hicieron de la novela de James M. Cain, que la actriz protagonizó al lado de John Garfield y que constituye una de las piezas emblemáticas de la novela y el cine negro.

La otra película que contribuiría a su despegue fue Los tres mosqueteros (1949), de George Sidney, otra adaptación cinematográfica de la famosa novela de aventuras de Alejandro Dumas, llevada al cine en numerosas ocasiones. Esta versión, que posee un ritmo y una coreografía que en ocasiones hacen de ella casi un delicioso ballet, se estructuró en dos partes: en la primera destaca más el personaje de D'Artagnan, que interpretó Gene Kelly; mientras que en la segunda es la siniestra milady de Winter, es decir, Lana Turner, quien carga con la responsabilidad en el intento de hundir a la reina a los ojos del rey con la pérdida de los herretes que éste le había regalado.


John Garfield y Lana Turner en
El cartero siempre llama dos veces (1946)

A partir de ese momento Lana Turner se convirtió en una actriz de considerable fama y en uno de los activos más importantes de la Metro Goldwyn Mayer en taquilla. Durante la década de los años cincuenta su carrera continuó con títulos importantes, no sólo por la popularidad de sus éxitos, sino por ser obras que han alcanzado un lugar en la historia del cine por su misma calidad y estructura. En este sentido se debe citar forzosamente Cautivos del mal (1952), de Vincente Minnelli, una visión del mundo de la industria cinematográfica en Estados Unidos que, en realidad, es un profundo estudio psicológico de los comportamientos humanos.

Entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta, Lana Turner rodó tres melodramas que la encasillaron en un cierto tipo de producciones apropiadas para un físico que iba madurando. Se trata de Vidas borrascosas (1957), de Mark Robson, film sustentado en un famoso best-seller norteamericano del que luego se rodarían más versiones; Imitación a la vida (1959), dirigida por Douglas Sirk, con John Gavin como principal actor masculino y que tuvo una buena acogida de público; y Retrato en negro (1960), de Michael Gordon.

Situada en la cumbre de su popularidad y en plena madurez, un acontecimiento la llevó a la primera plana de los periódicos: su hija adolescente, Cheryl, mató al gángster Johnny Stompanato, novio de Lana. La publicidad adversa, incluida la publicación de las tórridas cartas dirigidas a Johnny, fue explotada al máximo por la prensa amarilla, pero apenas afectó su carrera. Durante los años sesenta su actividad prosiguió, pero la importancia de sus filmes iría decreciendo; fueron años en los que procuraba hacer sobre todo comedias, tal vez en un intento de cambiar su imagen y hacer olvidar los sucesos negativos. En los años setenta se agudizó su declive, y cerró su filmografía con Witches' Brew (1980), de Richard Shorr, un pobre y falso final a su carrera.

Lana Turner nunca fue considerada una gran actriz; no tuvo ningún premio de importancia por su trabajo, pero en algunas ocasiones demostró que tenía más cualidades de las que los historiadores del cine le han reconocido. Determinados directores (Vincente Minnelli o Douglas Sirk) supieron extraer de ella interpretaciones que demostraban que había más talento del que solía mostrar habitualmente. Sin embargo, el mayor reconocimiento que le brindó el público fue permanecer en su memoria por una belleza muy adecuada al gusto de la clase media de Estados Unidos de los años cuarenta y cincuenta. Su forma de peinarse y de vestir fue asumida por toda una generación de mujeres.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].