Martín Lutero

 
Retrato. Los mejores retratos del fundador del protestantismo se deben a la mano maestra de Lucas Cranach el Viejo, autor también de célebres caricaturas del papa, incorporadas como ilustraciones en Sobre el papado de Roma fundado por el diablo. En este retrato de 1529, que forma un díptico con el que representa a su esposa, muestra un rostro gordezuelo, con papada, albo y de nariz prominente. Los labios reflejan hosquedad y férrea determinación, mientras los penetrantes ojos oscuros estremecen por su altanería. Algo de esa personalidad febril, atormentada, heroica, de infinita vanidad, intelectualmente vigorosa y secretamente alucinada se ha conservado mejor en esta imagen que en sus copiosos escritos. Debe hacerse constar, no obstante, que Martín Lutero gozó según dicen de un excelente sentido del humor; era aficionado a los juegos de palabras, tal como atestigua su obra. En su último libelo, refiriéndose a los leguleyos del papa, finge equivocarse y rectificar: Drecketen Dekreten wollt ich sagen ("excrementos, decretos, quería decir").