J. K. Rowling

 
Los años difíciles. En 1990 había fallecido, tras una larga y penosa agonía, su madre, con la que la escritora había mantenido siempre una estrecha relación presidida por las afinidades literarias de ambas. Su padre (un modesto trabajador de la empresa fabricante de automóviles Rolls Royce), se acababa de casar en segundas nupcias, por lo que no encontró en él el apoyo necesario para encauzar su vida y sacar adelante a su pequeña hija Jessica. Llegaron, entonces, los tiempos de penurias y estrecheces, en los que Joanne Kathleen Rowling subsistió de mala manera en un incómodo y reducido apartamento, sostenida por un exiguo subsidio de desempleo y aliviada, tan sólo, por su constante afición a la escritura (que, según declaró luego la escritora, fue lo único que le impidió caer en la locura). La aguda depresión mental en que incurrió al perder la autoestima se tradujo también en una peligrosa incapacidad para encontrar cualquier ocupación que no estuviera relacionada con la literatura, lo que incidía cada vez más negativamente en sus menguados recursos económicos, hasta el extremo de que, según palabras de la propia escritora, "hubo días en que si bien Jessica comía, yo no".