Álvaro de Albornoz Liminiana

(Luarca, 1879 - México, 1954) Político y escritor español. Álvaro de Albornoz Liminiana cursó estudios primarios y secundarios en su villa natal, y la carrera de derecho en la Universidad de Oviedo. Licenciado con veinte años de edad, se trasladó a Madrid para seguir los cursos de doctorado, que no concluyó, aunque entró allí en contacto con los intelectuales de la Institución Libre de Enseñanza. De vuelta a Asturias contrajo matrimonio en su villa natal (1899) y abrió un bufete propio en Oviedo, alcanzando con el ejercicio de la abogacía un notable prestigio. También se integró en la vida política asturiana, en concreto en los círculos antimonárquicos, donde deslumbró como orador.


Álvaro de Albornoz e Indalecio Prieto (1945)

Atraído por los postulados del socialismo, su primera militancia fue en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Llegó a dirigirse al público en el mitin socialista del Primero de Mayo de 1898 en Gijón, y durante años trabajaría en el seno del socialismo, tan arraigado en la Asturias minera. También escribió y publicó numerosos artículos y trabajos doctrinales en diversas revistas y semanarios (La Aurora Social, La España Moderna, Nuestro Tiempo, Helios).

Pero poco tiempo después fue alejándose del PSOE para acercarse al republicanismo, como muestra la serie de artículos que vieron la luz en periódicos y diarios asturianos como El Progreso de Asturias (1904-1906), El Noroeste (1902-1909) y La Voz de Luarca (1905-1907). Al mismo tiempo se dedicó a preparar diversos tratados y estudios jurídicos, como los aparecidos en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia: La reforma agraria: la pequeña propiedad (1904), La Iglesia y el Estado (1907) o Sociología (1908), entre otros.

Esta decantación le haría ingresar en 1908 en el Partido Republicano Radical (PRR) que Alejandro Lerroux había fundado el año anterior. En 1910, y a propuesta de Joaquín Costa, decide trasladarse de Madrid (adonde había trasladado su bufete el año anterior) para presentarse a las elecciones generales por esa circunscripción. Allí llevó adelante su campaña electoral, que incluyó la fundación y dirección de La Correspondencia de Aragón, consiguiendo, gracias al apoyo del capitoste del regionalismo aragonés, ser elegido diputado a Cortes (1910).

Tras esta experiencia política, que le permitió dar a conocer su figura por todo el país, a partir de 1914 decidió pasar a un segundo plano, dedicándose más bien a su labor de publicista, conferenciante y estudioso, mientras trabajaba también en su bufete de Madrid. Sus ideas vieron la luz en numerosos periódicos de la capital, como El Liberal (desde 1909), El Radical (desde 1911, del que fue director durante algún tiempo), España (1915-1917), El Mundo (1916-1918), El Parlamentario (1917- 1918), La Libertad (1920-1931), Vida Nueva (1921-1922) y La Opinión (1923), además de en El Pueblo, de Valencia (1923-1930).

En 1921 Álvaro de Albornoz Liminiana tuvo un momento cumbre de su fama periodística al encabezar, en una intervención en el Ateneo de Madrid, la campaña de exigencia de responsabilidades al gobierno por el Desastre de Annual en las Guerras de Marruecos. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) siguió publicando incesantemente en prensa, además de participar en todos los grupos de oposición al nuevo régimen, lo que le valió diversas detenciones, procesamientos y estancias en cárcel, siempre breves.

En 1929 fundó, junto a Marcelino Domingo, Ángel Galarza y Victoria Kent, el Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS), de orientación radical y republicana izquierdista; el mismo Albornoz se encargó del ideario, aprobado por aclamación en el primer congreso (septiembre de 1930). En representación del PRRS participó en el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), el acuerdo de las fuerzas republicanas y catalanistas de izquierda que creó un Comité Revolucionario o “Gobierno en la sombra” que debía conspirar para conseguir la instauración en España de una República. Por ejemplo, fue una de las cabezas de la rebelión que llevó el 12 de diciembre de 1930 al capitán Fermín Galán a proclamar la República en la guarnición de Jaca. Fracasada la sublevación, fue detenido, enjuiciado y encarcelado hasta marzo de 1931.

Pero con la victoria de las fuerzas republicanas (y en concreto de la coalición Conjunción Republicano-Socialista) en las principales ciudades del país en las elecciones municipales del 14 de febrero de 1931, la monarquía fue derrocada, se instauró la Segunda República y se conformó el Gobierno provisional de la misma a imagen y semejanza de aquel comité revolucionario diseñado en el Pacto de San Sebastián. En él, a Álvaro de Albornoz se le había encargado el negociado del Ministerio de Fomento, y como tal tomó posesión de esa cartera ministerial, al frente de la cual estuvo ocho meses.

De su mandato cabe destacar la creación de la Dirección General de Ganadería e Industrias Pecuarias y la preparación de los planes de nacionalización de los ferrocarriles y de repoblación forestal. Mientras, obtuvo escaño por Asturias en las Cortes Constituyentes en las elecciones generales del 28 de junio de 1931, formando parte de la Conjunción Republicano-Socialista. Durante la discusión del proyecto constitucional, entre agosto y diciembre de 1931, se mostró a favor de la disolución de las órdenes religiosas, la nacionalización de sus bienes y la retirada de cualquier ayuda económica a la Iglesia.

Tras la aprobación del texto constitucional y las elecciones generales de diciembre de 1931 que dieron paso a la primera legislatura de la Segunda República, en las que la Conjunción Republicano-Socialista obtuvo también la mayoría parlamentaria, Manuel Azaña volvió a formar gabinete, y en él Albornoz se encargó ahora del Ministerio de Justicia. Durante su mandato al frente de este negociado ministerial preparó la primera Ley del Divorcio de la historia de España, así como la abolición de la pena de muerte y otras reformas importantes, como la Ley de Inspección de Tribunales, la Ley de responsabilidad criminal del Presidente de la República, la creación del Instituto de Estudios Penales, la reorganización del Tribunal Tutelar de Menores y toda la legislación que aplicó el laicismo durante el bienio reformista, como la disolución de la Compañía de Jesús y la reglamentación sobre Confesiones y Congregaciones religiosas (impidiéndoles impartir ningún tipo de enseñanza), o la supresión del presupuesto de Culto y Clero.

En julio de 1933 dejó el ministerio al ser elegido por el Congreso de los Diputados como el primer presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales, que él mismo había organizado desde el Ministerio de Justicia, tras obtener más votos que el otro candidato, el filósofo José Ortega y Gasset. Pero poco más de un año después, el 5 de octubre de 1934, dimitió como protesta por la entrada en el gobierno radical de Alejandro Lerroux (las fuerzas conservadoras y derechistas habían ganado las elecciones generales de noviembre de 1933) de tres ministros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), formación política que consideraba reacia a la lealtad republicana.

En el ínterin, había apoyado a los miembros de su partido que crearon el nuevo Partido Republicano Radical-Socialista Independiente, una escisión del PRRS, aunque no apoyó su posterior fusión con Acción Republicana (AR) y la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) para dar a luz a la Izquierda Republicana (IR) que lideraría Manuel Azaña. No obstante, sí trabajó con ahínco para lograr la unión de intereses de todos los partidos del republicanismo (él mismo acabaría afiliado a Izquierda Republicana), como paso previo a la conformación del futuro Frente Popular, con partidos y sindicatos de izquierdas, que venció en las elecciones generales de febrero de 1936.

En esos comicios obtuvo con un abrumador resultado un escaño por la circunscripción de Asturias, por lo que volvió al Congreso de los Diputados en la legislatura previa al estallido de la Guerra Civil (18 de julio de 1936), tras el triunfo o fracaso a medias de la sublevación militar antirrepublicana que la precipitó. Pocos días después, Álvaro de Albornoz fue nombrado embajador de España en Francia (27 de julio) por el gobierno de José Giral, desempeño que le ocupó los tres años de la Guerra Civil, y cuyo objetivo fue trabajar sin descanso por lograr, infructuosamente, el apoyo activo a la República por parte de la Francia del Frente Popular del primer ministro Léon Blum.

Al final de la contienda se exilió en México, donde residió hasta su fallecimiento. En esta última etapa de su vida siguió trabajando por conseguir el apoyo de la comunidad internacional a la legitimidad del Gobierno de la Segunda República en el exilio (que llegaría a presidir) y la deslegitimación de la dictadura de Francisco Franco. Para ello viajó incesantemente por Hispanoamérica y los Estados Unidos en misiones diplomáticas, por ejemplo, en la Conferencia de San Francisco (1945) que dio origen a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), o en la Asamblea General de dicha organización de diciembre de 1946, en donde se consiguió la condena del régimen franquista. Formó parte de la comisión ejecutiva de la Junta Española de Liberación (JEL, creada en noviembre de 1943), que presidió desde 1945, y organizó la fundación de Acción Republicana Española para coordinar la acción política del republicanismo en el exilio.

En 1945 José Giral conformó un nuevo gobierno de la República en el exilio en el que Álvaro de Albornoz Liminiana figuraba como ministro de Justicia, y el 15 de agosto de 1947 fue nombrado presidente del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores. Durante su desempeño, Albornoz se encargó de elaborar y presentar un memorándum en la Asamblea General de Naciones Unidas de noviembre de 1947 y, en su labor de atraer a la causa republicana a gobiernos y personalidades, en febrero del año siguiente consiguió que fuese invitado oficialmente, en virtud de su cargo, a asistir en Caracas (Venezuela) a la toma de posesión del nuevo presidente venezolano, Rómulo Betancourt.

Volvió a acudir a la Asamblea General de Naciones Unidas celebrada en París en octubre de 1948, pero quedó profundamente decepcionado con la respuesta que encontró en el seno de la organización: la geopolítica internacional se había vuelto favorable al régimen franquista al confirmarse la nueva política de bloques surgida del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el inicio de la llamada “Guerra Fría”. Álvaro de Albornoz presentó su dimisión al presidente de la República en el exilio, Diego Martínez Barrio. Éste no le aceptó la dimisión, por lo que Albornoz formó un nuevo gobierno en febrero de 1949, en el que desempeñó también la cartera de Estado. Pero la Asamblea General de Naciones Unidas de noviembre de 1950 aprobó finalmente levantar el veto al régimen franquista, lo que concluía con las esperanzas del republicanismo de conseguir apoyo internacional para su causa. Álvaro de Albornoz presentó de nuevo la dimisión en 1951, que esta vez sí fue aceptada. Tres años más tarde fallecía en Ciudad de México.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].