Edmund Burke

(Dublín, c. 1729 - Beaconsfield, 1797) Político y escritor británico. Fue uno de los más brillantes whigs de su generación y un ardiente defensor de los principios y de los métodos constitucionales ingleses. En Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790), rechazó la violencia revolucionaria. Escribió también un importante tratado de estética, Investigación filosófica sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y de lo bello (1757), en el que argumentó lo sublime del terror y anticipó las tesis de la novela gótica.


Edmund Burke

Hijo de un abogado, Edmund Burke ingresó en el Trinity College de Dublín en 1744 y se mudó a Londres en 1750 para comenzar sus estudios en el Middle Temple; perdió sin embargo el interés por el derecho, se separó de su padre y pasó algún tiempo vagando por Inglaterra y Francia. En 1756 publicó de forma anónima Vindicación de la sociedad natural (1756), una ridiculización del ideario del vizconde Bolingbroke que apuntaba tanto a su crítica destructiva de la religión revelada como a la moda contemporánea de un “regreso a la naturaleza”.

Una contribución a la teoría estética, Investigación filosófica sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y lo bello (1757), le dio cierta reputación en Inglaterra y fue comentada en el exterior, entre otros por Denis Diderot, Immanuel Kant y Gotthold Ephraim Lessing. De acuerdo con el editor Robert Dodsley, Burke emprendió la publicación de The Annual Register, un informe anual sobre asuntos internacionales; el primer volumen apareció en 1758, y siguió dedicado a esta tarea durante treinta años. En 1757, Burke contrajo matrimonio con Jane Nugent. De este período datan también sus numerosas amistades literarias y artísticas (Samuel Johnson, Oliver Goldsmith y Joshua Reynolds, entre otros).

Después de una primera incursión fallida en la política, en 1765 Burke fue nombrado secretario del marqués de Rockingham, líder de uno de los grupos whig (la facción mayoritariamente liberal en el Parlamento), y ese mismo año ingresó en la Cámara de los Comunes. Burke, que mantuvo el puesto de secretario hasta la muerte del marqués en 1782, trabajó para unificar el grupo formado alrededor de Rockingham, que sería el vehículo de su carrera parlamentaria.

Pronto tomó parte activa en la controversia constitucional que venía marcando la política inglesa del siglo XVIII. La cuestión era hasta qué punto podía el rey controlar el poder ejecutivo: sin infringir las limitaciones de la prerrogativa real establecidas por el acuerdo revolucionario de 1689, Jorge III buscaba reafirmar un papel más activo para la corona, que había perdido cierta influencia en los reinados de Jorge I y Jorge II. El comentario principal de Burke sobre este tema es su panfleto Pensamientos sobre la causa de los descontentos actuales (1770), en el que argumentó que las acciones de Jorge III no iban en contra de la letra sino del espíritu de la constitución. La elección de ministros por motivos puramente personales es favoritismo; la aprobación pública por el pueblo a través del Parlamento debe determinar su selección.

En 1765, la imposición británica de la Stamp Act en las colonias americanas, junto con otras medidas, provocó disturbios y oposición, que pronto se convirtieron en desobediencia y aspiraciones a la secesión. La política británica vacilaba; la determinación de mantener el control terminó en represión. Opuesto a las tácticas coercitivas, el grupo liberal de Rockingham y Burke, en su corta administración de 1765-1766, derogó la Stamp Act, pero afirmó el derecho de la corona a imponer impuestos.

Las declaraciones más conocidas de Burke sobre este tema son el discurso parlamentario “Sobre la fiscalidad americana” (1774) y el texto “Una carta a los alguaciles de Bristol, sobre los asuntos de América” (1777). Burke sugirió que el Parlamento británico debía mostrar una actitud conciliadora, junto con la disposición a atender las quejas estadounidenses y a tomar medidas para restaurar la confianza de las colonias en la autoridad imperial. En vista de la magnitud del problema, la idoneidad de los remedios específicos de Burke es cuestionable, pero los principios en los que basaba su propuesta eran los mismos que subyacen en la Reflexiones sobre la causa de los descontentos actuales: el gobierno ideal es una relación cooperativa y de restricción mutua de gobernantes y súbditos; debe haber apego a la tradición y a las formas del pasado, siempre que sea posible, pero, igualmente, reconocimiento del hecho del cambio y de la necesidad de responder a él, reafirmando los valores encarnados en la tradición en las nuevas circunstancias.

Otra cuestión del Imperio británico a la que dedicó muchos años fue la situación de la India. Después de la derrota en el Parlamento de un proyecto de ley que intentaba poner remedio a la corrupción del gobierno indio (redactado por el estadista whig Charles James Fox), la indignación de Burke se centró en Warren Hastings, gobernador general de Bengala de 1772 a 1785. Fue por instigación de Burke que Hastings fue acusado en 1787.

Burke desafió la afirmación de Hastings de que era imposible aplicar los estándares occidentales de autoridad y legalidad a los gobiernos de oriente, y apeló al concepto de ley natural y a los principios morales enraizados en el orden universal de las cosas, al que estaban sujetas todas las condiciones y razas de los hombres. La acusación, que ahora generalmente se considera injusta (Hastings fue finalmente absuelto), es la ilustración más conspicua de las fallas a las que Edmund Burke estuvo sujeto a lo largo de su vida pública: sus posiciones políticas, en efecto, podían verse empañadas por graves distorsiones y errores de juicio; y así, sus discursos indios cayeron en ocasiones en la emoción violenta, el abuso y la desproporción.

El estallido de la Revolución Francesa de 1789 fue inicialmente recibido en Inglaterra con mucho entusiasmo. Burke, después de un silencio inicial, se mostró tan hostil como alarmado por esta favorable reacción inglesa. Un sermón del disidente protestante Richard Price dando la bienvenida a la Revolución lo movió a escribir sus Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790). El antagonismo profundamente sentido de Burke hacia el nuevo movimiento generó una gran cantidad de respuestas en inglés, de las cuales la más conocida es Los derechos del hombre (1791-1792), de Thomas Paine.

En primera instancia, Burke discutió el curso real de la Revolución, examinando las personalidades, motivos y políticas de sus líderes. Más profundamente, trató de analizar las ideas fundamentales que animaban el movimiento y, aferrándose a los conceptos revolucionarios de soberanía popular y derechos del hombre, enfatizó los peligros de la democracia en abstracto y la mera regla de los números cuando no está restringida ni guiada por el liderazgo responsable de una aristocracia hereditaria.

Argumentó, además, que el fervor moral de la Revolución y sus esquemas especulativos de reconstrucción política estaban causando una devaluación de la tradición y los valores heredados. Frente a todo ello, apeló al ejemplo y a las virtudes de la constitución inglesa: su preocupación por la continuidad y el crecimiento; su respeto por la sabiduría y el uso tradicionales en lugar de la innovación especulativa, por los derechos prescriptivos en lugar de los derechos abstractos; su aceptación de una jerarquía de rango y propiedad; su consagración religiosa de la autoridad secular y el reconocimiento de la imperfección radical de todos los artificios humanos.

Como análisis y predicción del curso de la Revolución, los escritos franceses de Burke, aunque frecuentemente intemperantes y descontrolados, fueron en algunos aspectos sorprendentemente agudos; pero la falta de simpatía por los ideales revolucionarios perjudicó sus potencialidades más fructíferas y permanentes. Es en la crítica y en la afirmación de actitudes políticas fundamentales donde las Reflexiones y Un llamamiento de los nuevos a los viejos whigs (1791) conservan su frescura, fuerza y relevancia.

Burke se opuso a la Revolución Francesa hasta el final de su vida, exigiendo la guerra contra el nuevo estado; por sus ideas, influyentes en Europa, cobró una notable reputación. Pero su hostilidad hacia la Revolución fue más allá de la sentida por la mayoría de su partido, y en particular fue desafiada por Charles James Fox. La larga amistad de Burke con Fox llegó a un final dramático en un debate parlamentario (mayo de 1791). Finalmente, la mayoría del partido pasó con Burke a apoyar al gobierno de William Pitt el Joven. En 1794, al concluir el proceso a Hastings, Burke se retiró de la vida parlamentaria, pero continuó escribiendo hasta su fallecimiento, defendiéndose de sus críticos y oponiéndose a cualquier reconocimiento del gobierno francés. Sus últimos años se vieron entristecidos por la muerte de su único hijo, en quien había centrado sus ambiciones políticas.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].