Lucas Fernández

(Salamanca, c. 1474 - id., 1542) Escritor español. Fue cantor del coro de la seo salmantina y profesor de música en la ciudad (1522). Conoció y trató a Juan del Encina, a cuyo teatro debe aspectos como el paralelismo argumental y el tratamiento técnico, aunque Fernández, opuesto a la moda italianizante, se mantuvo fiel a los moldes de la tradición medieval. Algunas de sus obras se representaban ya en 1501; sus Farsas y églogas al modo pastoril fueron publicadas en Salamanca en 1514.


Primera edición de Farsas y églogas (1514), de Lucas Fernández

Fallecidos sus padres a consecuencia de la peste desencadenada en Salamanca a partir de 1489, Lucas Fernández fue acogido junto a sus dos hermanos por su tío Alonso González de Cantalapiedra. Estudiante de música y de arte en la Universidad de Salamanca, en 1498 comenzó su competencia con Juan del Encina por el puesto de cantor de la catedral, lográndolo Lucas Fernández gracias al apoyo incondicional de su tío y protector Alonso González de Cantalapiedra, capellán de coro, y de Francisco de Salamanca, racionero. Tras la acumulación de diversos beneficiados y distintas rentas, en 1522 obtuvo la cátedra de música de aquella universidad, en substitución de su tío Alonso.

Aunque estudios relativamente recientes han intentado desligar la vinculación que la crítica había establecido entre la obra de Lucas Fernández y la de su competidor Juan del Encina, de quien se le hacía discípulo, es evidente que a Lucas Fernández le caracteriza una mayor vinculación a un tradicionalismo castellanizante que se traduce en la configuración de un mundo realista y costumbrista alejado de la sociedad cortesana y bucólica reflejada por Encina, y de unos protagonistas que al utilizar un lenguaje llano y sencillo ponen de manifiesto una procedencia rústica y popular distante del universo pastoril más renacentista, todo lo cual estaba llamado a tener una trascendencia capital en la posterior literatura barroca, construida en gran medida sobre elementos procedentes de la literatura del siglo XV.

Lucas Fernández, en efecto, enriqueció los efectos escénicos y supo acentuar en sus obras la comicidad y el realismo, pero ignoró las nuevas tendencias del teatro renacentista, que sí fueron incorporadas por Juan del Encina. Si bien es cierto que sin la obra de Encina no tendría explicación la de Fernández, esto no implica que deba ser considerado como un mero autor de segunda fila, imitador de aquél, sino como un verdadero creador capaz de aprovechar elementos y técnicas procedentes de autores anteriores o contemporáneos para aplicarlos a temas y motivos diversos que coloca en ambientes distintos. Menos artista que Encina, es, sin embargo, más tradicionalista y apegado a su tierra.

La producción teatral de Lucas Fernández fue recopilada en el volumen titulado Farsas y églogas al modo y estilo pastoril y castellano (1514), compuesta por tres piezas de carácter religioso y tres de asunto profano. La más importante entre las de tema religioso es el Auto de la Pasión, en el que San Pedro, San Mateo y las tres Marías rememoran patéticamente la muerte de Cristo, consiguiendo que Dionisio Areopagita se convierta al cristianismo. Las raíces y orígenes de esta obra se hallan en los textos de los oficios de Semana Santa y en los poemas medievales sobre la Pasión de Cristo; muchas de las situaciones y de los comportamientos y reacciones de los personajes de la Pasión los encontramos ya en el Pianto della Madonna de Jacopone da Todi.

Como si se anticipara a la doctrina de algunos de los preceptistas de un siglo después, Lucas Fernández tiene el buen gusto de no presentar directamente a Jesucristo y a la Virgen María, y cuando San Mateo pronuncia palabras de los evangelios, lo hace en latín, en un afán, por parte del autor, de no rebajar la condición de los personajes sobrenaturales y mantenerlos en un plano superior al de la lengua y al de la representación. Comparado con Juan del Encina, resulta menos ágil, pero en compensación es más profundo. Su obra tiene un dramatismo directo, lleno a menudo de plasticidad, lo que da como resultado escenas y descripciones de gran efecto que han sido comparadas, por Ángel Valbuena, a las esculturas de un Gregorio Hernández o de un Pedro de Mena, o a la pintura de un Van der Weyden.

Las otras dos obras religiosas, la Égloga o farsa del nascimiento de Nuestro Redentor Jesucristo y el Auto o farsa del nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo, se hallan ligadas aún en ciertos aspectos a su teatro profano: abundan los diálogos y los tipos populares y la acción se desarrolla en un ambiente totalmente pastoril, en el que el anuncio de lo sobrenatural choca con aquel medio rústico.

De las piezas profanas destaca la llamada Comedia de Bras-Gil y Berenguilla, personajes que terminarán casándose tras la mediación de un vecino, Miguel Turra, que ha de convencer al abuelo de la joven, Juan Benito, preocupado por una posible deshonra de la nieta. La descripción en esta obra de un verdadero ambiente rústico posee mucho encanto, y no está exenta de insinuaciones de carácter sexual y de burlas sobre la preocupación tan extendida en la época por el linaje de la persona.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].