Carlos V

 
La abdicación. Entre la primavera de 1547 y la de 1552, Carlos V se encontró en la cumbre de su poder y, sobre todo, se halló profundamente ilusionado al ver cumplidos algunos de los objetivos fundamentales: había logrado pacificar sus dominios y frenar el expansionismo de Francia y del Imperio Otomano. Aquellos que habían sido rivales suyos habían fallecido: Enrique VIII el 27 de enero de 1547, Francisco I el 31 de marzo del mismo año y Lutero el 18 de febrero de 1546. En los tronos de Inglaterra y Francia había reyes que no eran más que niños.

Con la situación relativamente en calma, el emperador pudo por fin llevar a cabo un propósito que llevaba tiempo rondándole: abdicar en favor de su hijo Felipe. Desde hacía algunos años, Carlos V había empezado a acariciar la idea de retirarse a descansar a algún lugar solitario en España, proyecto siempre postergado por las dificultades internacionales y los deseos de dejarlo todo resuelto. En la decisión final tuvo una importancia sustancial lo ocurrido en Mertz, donde el Emperador se dio cuenta de que su presencia al frente de los ejércitos no sólo no era necesaria, sino que podía llegar a impedir la victoria. En efecto, la lentitud con que tuvo que desplazarse el ejército imperial debido a la mala salud de Carlos V había facilitado la defensa de la fortaleza por parte de los franceses.

El emperador hizo llamar a Bruselas a los personajes más relevantes de todos sus reinos, empezando por su heredero. La fastuosa ceremonia de abdicación, rodeada de todo el boato imperial, tuvo lugar el 25 de octubre de 1555 en el palacio imperial de Bruselas. Carlos V entró ayudado por Guillermo de Orange, que posteriormente sería el principal enemigo de su hijo en los Países Bajos. Vestía de negro riguroso, sólo adornado por el Toisón de Oro. En un discurso solemne pronunciado en francés, Carlos V hizo un repaso de todos sus años de gobierno, de sus luces y sus sombras, de las guerras y su eterno anhelo de paz, de los múltiples viajes y de su lucha por la Cristiandad. El discurso acabó con una emotiva despedida y el anuncio de que en su retiro le acompañarían sus dos hermanas, Leonor y María. En la imagen, una representación alegórica de la ceremonia titulada Alegoría de la abdicación del emperador Carlos V en Bruselas (c. 1620), de Frans Francken II.