Alfred Hitchcock

 
Con la muerte en los talones. La siguiente película, Con la muerte en los talones (1959), supuso el reencuentro de Hitchcock con una trama de huidas y persecuciones, que el genial cineasta relató con una arquitectura visual muy elaborada y compleja en su resolución. El publicista Roger Thornhill (papel que interpreta Cary Grant) es secuestrado en el hotel Plaza de Nueva York en pleno día por dos hombres que lo confunden con Kaplan, un agente inexistente. Llevado a la mansión de alguien que se hace llamar Vandamm (James Mason), sus secuestradores intentan matarlo simulando un accidente, pero logra salvarse y decide investigar por su cuenta. Al día siguiente, en la sede de la ONU, el hombre con el que Thornhill se había citado es asesinado ante sus ojos y las culpas recaen sobre él. A partir de ese momento Thornhill, a quien todos confunden con Kaplan, se ve envuelto en una complicada intriga en la que debe enfrentarse al agente enemigo, Vandamm, e intentar esclarecer la verdad.

Rodada en Estados Unidos en su etapa más fecunda, entre obras de la envergadura de Vértigo (1958), Psicosis (1961) o Los pájaros (1963), la película reúne algunas de las constantes del cine del director británico, ya tratadas antes: el falso culpable, la madre posesiva, una intriga que va complicándose hasta llegar a situaciones casi surrealistas y, por supuesto, una mujer rubia, misteriosa y desconcertante. En el filme sobresale con más brillantez que en otros un fino y particular sentido del humor. El mago del suspense logra superarse a sí mismo con la famosa escena en la que Cary Grant es perseguido por una avioneta fumigadora en vuelo rasante.