Pedro Abelardo

(Pierre Abélard​; Le Pallet, 1079 - priorato de Saint-Marcel, 1142) Filósofo y teólogo francés. Talento privilegiado, fue alumno y bien pronto adversario de Roscelino de Compiègne, Guillermo de Champeaux y Anselmo de Laon; de este último, por ejemplo, llegó a decir que «encendía fuego y, en vez de dar luz a la casa, la llenaba de humo». Aun no siendo clérigo, reunía a numerosos discípulos allá donde ejerciera la docencia, ya fuera en Melun, en Corbeil o en París.


Eloísa y Pedro Abelardo (óleo de Edmund Blair Leighton)

En 1117 Fulberto, canónigo de la catedral de Notre Dame, confió a Pedro Abelardo la educación de su sobrina Eloísa, aventajada estudiante que sabía latín, griego y hebreo. Pedro Abelardo se enamoró de Eloísa, que correspondió a su amor y le dio un hijo; el canónigo Fulberto, furioso, contrató como venganza sicarios para que castrasen a Abelardo. Los esposos (pues se habían casado en secreto) ingresaron en sendos monasterios, ella en el de Argenteuil y él en la abadía de Saint-Dénis, pero sus discípulos pidieron a Abelardo que volviera a su magisterio público. La Historia de mis desventuras (1136), obra autobiográfica de Pedro Abelardo, y las Cartas entre Abelardo y Eloísa son testimonios de estos patéticos sucesos.

Tras el episodio de Eloísa, su vida transcurrió entre la enseñanza y un errar por diversos monasterios. Dotado de una capacidad especulativa y dialéctica de excepcional potencia, Pedro Abelardo había ido adquiriendo fama como docente y pensador profundo y riguroso, lo que no impidió los choques con la ortodoxia. Su tratado De la unidad y la trinidad divinas fue condenado a las llamas en el Concilio de Soissons (1121); años más tarde, San Bernardo de Claraval consiguió una nueva condena de frases de sus libros en el Concilio de Sens (1140).

La filosofía de Pedro Abelardo

Pedro Abelardo orientó la teología hacia los métodos de estudio que en el siglo siguiente culminarían en la figura de Santo Tomás de Aquino. Lógico eximio, propuso en su obra Sic et non (hacia 1123) el examen sistemático de los argumentos contrapuestos, es decir, el análisis de las soluciones de los anteriores filósofos que respondieron sí (sic) o no (non) a una determinada cuestión, antes de formular una solución propia.

Reclamó asimismo que la fe fuese limitada por «principios racionales», que expuso en su Dialéctica (1121), por lo que algunos lo consideran padre de la escolástica. La razón dialéctica tiene para Pedro Abelardo un doble cometido respecto a la fe: el de ser su escudo (clypeus) y el de ser su espada (gladium). Como a escudo, le toca la función de despejar las objeciones, dejando patente la no ilogicidad de la fe. Como a espada, le corresponde abrir a la fe campos inexplorados a través de la máxima aproximación posible al contenido de la revelación, terreno este último que conllevaba -obviamente- el riesgo de herejía.

La polémica sobre los universales (conceptos generales y abstractos; por ejemplo, «manzana» como abstracción, frente a las manzanas concretas que vemos y tocamos) enfrentaba entonces al nominalismo, según el cual los universales son meras palabras, y el realismo, que consideraba tales abstracciones tan reales como los objetos concretos. Pedro Abelardo rechazó ambas posturas y originó la tesis intermedia conocida como conceptualismo: los universales no existen en la realidad, pero tampoco son meras palabras, sino un concepto mental que se expresa en la palabra.

Por su espíritu crítico racional y por el papel que su ética otorga al factor individual y situacional, Abelardo rebasa ampliamente la filosofía de su tiempo. Expuesta en su tratado Scito te ipsum (Conócete a ti mismo), la moral de Pedro Abelardo toma la forma de un individualismo intencionalista altamente subjetivo: la intención del sujeto, más que las normas objetivas reflejadas en los libros penitenciales de la época, es el factor determinante de la virtud y del pecado.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].