Zhu Xi o Chu Hi

(Yuhsi, provincia de Fujian, 1130 - ?, 1200) Filósofo chino considerado el padre de la escuela neoconfuciana. Realizó una síntesis de este pensamiento filosófico que estuvo en la base de posteriores interpretaciones y se convirtió en la versión ortodoxa más aceptada bajo las dinastías Yuan, Ming y, sobre todo, Qing (siglos XVII-XX).

Hijo de un funcionario de provincias, Zhu emprendió la carrera civil y llegó a su más alto grado con tan sólo dieciocho años. Su primer puesto en la administración imperial Song fue como secretario en Tung-an, localidad situada en su provincia natal, cargo que ejerció entre 1151 y 1158; durante este período su trabajo se centró en la gestión de los asuntos locales, aunque parece ser que mostró capacidad e iniciativa en la mejora de servicios como la escuela y la biblioteca.


Zhu Xi

Al abandonar dicho cargo en Tung-an no volvió a ejercer función pública alguna en los siguientes veinte años, un largo espacio de tiempo que dedicó a formar su pensamiento intelectual. Fue también en esta época cuando redactó varios memorandos sobre problemas generales del Imperio que hizo llegar hasta el emperador, e incluso escribió un código de protocolo ceremonial que no llegó a conocerse.

Definitivamente adscrito al culto confucionista dominante, Zhu se empapó de las enseñanzas impartidas por los maestros escolásticos más prestigiosos del siglo anterior, como Zhou Dunyi (1017-1073), Zhang Zai (Chang-tsai, 1020-1077) y Cheng Yi (1033-1107), cuyos trabajos recopiló y que influyeron decisivamente en la configuración de su doctrina. Trabó amistad con el pensador Li Tung, junto a quien estudió el modo de recuperar las antiguas enseñanzas de Confucio e integrarlas en un sistema metafísico capaz de equipararse al taoísmo y el budismo.

En 1179 volvió a ocupar un cargo burocrático como prefecto en Nanchang (provincia de Jiangxi), pasando a ocuparse de temas más terrenales, como la administración de los asuntos locales, los avances tecnológicos en agricultura, la fundación de escuelas, etc. Su mayor contribución en este aspecto fue la rehabilitación de la Academia de la "Gruta del Ciervo Blanco", que databa de la época Tang. Sin embargo, no abandonó la actividad puramente intelectual, como prueba la intensa correspondencia que mantuvo con otros pensadores. Es asimismo célebre la controversia que sostuvo con Lu Chiu-yuan acerca de la importancia del autoaprendizaje.

En 1188 volvió a escribir otro de sus memorándum dirigidos al soberano, en el cual le expuso su teoría sobre el gobierno moral, y parece ser que su opinión fue muy tenida en cuenta por los gobernantes Song, que en varias ocasiones le convocaron para que acudiese a la Corte; no obstante, el talante crítico de Zhu y su intolerancia hacia las prácticas corruptas e incompetentes terminaron por granjearle enemigos poderosos, pasando sus últimos años apartado de la actividad pública. Pese a todo, el prestigio de Zhu no disminuyó, y sus comentarios se convirtieron en una referencia obligada para el estudio de la filosofía confuciana al poco de su muerte, como demuestra el hecho de que fuesen incorporados al programa oficial del sistema de exámenes ya en tiempos de la dinastía Yuan (principios del siglo XIV).

La contribución filosófica esencial de Zhu Xi fue proporcionar una síntesis global de la cuestión que siempre había ocupado a los filósofos chinos, la relación del individuo con el universo que le rodea, a través de la compilación y comentario de los escritos confucianos más importantes de la época clásica: las Analectas de Confucio, o Lunyu; el Zhongyong (Doctrina del término medio); el Gran Aprendizaje o Daxue; y la obra de Mencio (372-289 a.C.). Todos ellos, considerados por Zhu la expresión esencial del pensamiento confuciano, fueron agrupados por él en los Cuatro Libros (1177), una renuncia expresa a la visión confuciana que había dominado en las épocas Sui y Tang, y por tanto la recuperación de los clásicos anteriores a la era Han.

La cosmogonía expuesta por Zhu presentaba una doble vertiente, de un lado, los principios inmutables de la forma o li que configuran la materia, o qi; de otro, el Tao (Camino) para alcanzar la autoperfección, concepto que recuperó de Mencio. En el pensamiento confuciano, el Tao no era entendido en el sentido taoísta -el origen de todas las cosas- , sino como el principio sobre el que el sabio debe guiarse para la consecución de una rectitud moral infalible. Según su visión, el único modo de conseguir llegar al Tao es mediante el esfuerzo personal, la autodisciplina, la observancia de las costumbres y los ritos, o el aprendizaje continuo; en definitiva, implicaba un regreso a los antiguos valores preconizados por los clásicos.

Aunque su doctrina era netamente elitista, Zhu no descuidó la atención sobre el orden social, campo en el que recuperó una institución intermedia entre la familia y el Estado, llamada Xiangyue (Pacto Comunitario). El Pacto Comunitario debía vertebrar las relaciones en el seno de la sociedad regulando hasta el más mínimo detalle, y crear una así un medio ambiente propicio para que cada individuo alcanzase por sí mismo la perfección. Zhu también se interesó por la historia, siendo su trabajo más destacado en esta rama del saber el Tung-chien kang-mu (1172), un resumen de una obra suya anterior, basada a su vez en el manual del historiador Ssuma Kuang, que sirvió de referencia obligada para posteriores trabajos sobre la historia de China.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].