Adolf von Baeyer

(Berlín, 1835 - Starnberg, actual Alemania, 1917) Químico alemán, premio Nobel de química en 1905, que destacó por sus investigaciones sobre la estructura y la síntesis artificial de numerosos compuestos orgánicos. Entre sus muchos logros científicos destacan el descubrimiento de la fenolftaleína y la fluoresceína, de derivados del ácido úrico como el ácido barbitúrico y de las resinas de fenol-formaldehído. Pero Baeyer es conocido sobre todo por haber conseguido, tras más de diecisiete años de investigación, la síntesis del índigo.


Adolf von Baeyer

Su padre, el teniente general Jakob Baeyer, fue discípulo de Bessel y creador del sistema europeo de medidas geodésicas. Desde su infancia el pequeño Adolf demostró gran interés por la química; cuando contaba con tan sólo doce años, sintetizó y aisló por vez primera una sal doble de cobre.

Durante los dos primeros años de estancia en la Universidad de Berlín cursó estudios de física y matemáticas. En 1856 se reencontró con la química al incorporarse al laboratorio de Robert Bunsen en Heidelberg. Sólo un año después publicó sus investigaciones acerca del cloruro de metilo (CH3Cl). En 1858 se unió a August Kekulé como primer ayudante de investigación; en su laboratorio trabajó en la síntesis de los compuestos cacodilo y obtuvo el doctorado en química ese mismo año. Kekulé ejerció una gran influencia sobre él en su formación como especialista en química orgánica.

Dotado una aguda intuición para la experimentación químicas, Adolf von Baeyer empleó siempre un equipamiento sencillo en sus experimentos, desconfiando de los aparatos más sofisticados. Sus investigaciones acerca del grupo púrico comenzaron con algunos estudios sobre el ácido úrico que le llevaron a la síntesis del ácido bartibúrico, base de las drogas conocidas como barbitúricos, así llamados en honor de su amiga Bárbara. Estos estudios le permitieron obtener la plaza de profesor en la Universidad de Berlín en 1860.

Baeyer descubrió que si una molécula compleja se calentaba en presencia de cinc en polvo, podía fragmentarse. Empleando esa técnica, dos de sus discípulos, Carl Graebe y Karl Liebermann, desentrañaron en 1868 la estructura de la alizarina, un colorante rojo extraído de la raíz de la rubia tinctorum que se empleaba para teñir los uniformes de la infantería y la caballería del ejército francés. Estos investigadores determinaron que la alizarina poseía un esqueleto semejante al del antraceno y a partir de él la sintetizaron; para ello contaron con la ayuda de Heinrich Caro, especialista en colorantes sintéticos y director científico de la empresa Badische Anilin & Soda Fabrik (BASF).

Entre los logros de Baeyer destaca particularmente la consecución, tras más de diecisiete años de estudios e investigaciones, de la síntesis del índigo, una tintura azul intensa obtenida a partir de las hojas y los tallos de la indigofera tinctorum. Baeyer había comenzado sus investigaciones en 1865; en 1868 consiguió descifrar parte de la estructura. Realizó una primera síntesis en 1878 y una segunda en 1882, sin embargo, ambos procesos eran demasiado complejos para emplearlos con fines comerciales. El mecanismo definitivo lo encontró Carl Heumann en 1890 y es el que se explota desde 1897. Por este trabajo recibió la Medalla Davy de la Real Sociedad de Londres en 1881. La patente que permite obtener ambos colorantes de manera artificial la sigue manteniendo la empresa BASF, principal fabricante de índigo. Hoy en día este colorante es indispensable en la industria textil, donde se emplea en el teñido de los pantalones tejanos.

En 1868 contrajo matrimonio con Adelheid Bendemann. Frutos de la unión serían una hija que se casó con el químico Oskar Piloty y dos hijos que ejercerían la docencia universitaria. En 1871 obtuvo una plaza como profesor en la Universidad de Estrasburgo, que abandonó dos años más tarde para sustituir a Justus von Liebig como Catedrático en la Universidad de Munich, a la muerte de éste.

Su nuevo cargo le permitió disponer de un moderno laboratorio perfectamente equipado. Realizó estudios sobre el acetileno y el poliacetileno; sus trabajos con el benceno y los terpenos cíclicos, por otra parte, le permitieron definir la Teoría de la Torsión, que explica la causa por la cual, de entre todos los compuestos cíclicos existentes, los de cinco y seis carbonos son los más estables. Sus méritos científicos fueron reconocidos en 1905 con la concesión del premio Nobel de química. Este mismo año, con motivo de su setenta cumpleaños, se publicaron de nuevo sus artículos científicos.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].