Luis Barahona de Soto

(Lucena, 1548 - Archidona, 1595) Poeta y médico español. Su obra poética evidencia la influencia del italianismo. Sus fábulas mitológicas, como Acteón, son paráfrasis de Ovidio escritas en octosílabos; son más originales sus églogas en endecasílabos. Su obra más importante, sin embargo, es un extenso poema en octavas titulado Las lágrimas de Angélica (1586), imitación del Orlando de Ariosto muy elogiada por Cervantes y Lope de Vega.

De familia noble empobrecida, Luis Barahona de Soto vivió penosamente durante sus años de estudiante; pero siempre se enorgulleció de su origen y de las condiciones de su existencia. En sus textos figuran algunas alusiones autobiográficas, así como referencias a literatos y personajes contemporáneos, como el capitán Alonso de Céspedes, Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña, el duque de Osuna, Téllez Girón y otros. Mantuvo relaciones con muchos autores de las escuelas sevillana y castellana, a veces a través de una interesante correspondencia literaria.

En Antequera, considerada entonces una pequeña Atenas de aquellos tiempos, fue discípulo del docto humanista y poeta Juan de Vilches. Entristecido por la muerte de su maestro, se dirigió en 1567 a Granada, y combatió contra los moriscos de las Alpujarras sublevados en 1568. Asistió a la tertulia granadina de Alonso de Granada Venegas, y en ella conoció a lo mejor de los ingenios contemporáneos y entabló íntimas relaciones de amistad con el poeta Gregorio Silvestre, quien, al principio, le reprochó sus tendencias poéticas petrarquistas; interesante resulta su intercambio de sonetos. Tras el fallecimiento de Silvestre (1569), Barahona de Soto se trasladó a Osuna, donde frecuentó la academia de Cristóbal de Sandoval; en ella leyó, entre otras cosas, sus epitafios latinos. Entregado al estudio de la medicina, obtuvo en 1571 el título de médico en Sevilla, y ejerció dicha profesión en Archidona, donde fue nombrado regidor.


Primera edición de Las lágrimas de Angélica,
de Luis Barahona de Soto

Aunque en algunas de sus composiciones se manifestaron adversos al movimiento literario que había de culminar en el gongorismo, los poetas del grupo antequerogranadino de finales del siglo XVI son, de hecho, un eslabón más de la cadena que había de culminar en el genial cordobés. Luis Barahona de Soto no es excepción entre sus compañeros, y si uno de sus sonetos ("Esplendores celajes, rigoroso / selvaje, llama...") es una divertida sátira contra el lenguaje poético del divino Fernando de Herrera, en su más famosa composición, Las lágrimas de Angélica, deja traslucir con frecuencia una fina elegancia y cuidado estilo que permiten citarlo entre los precursores de Góngora.

Publicado en 1586, Las lágrimas de Angélica es un poema narrativo a la italiana, un tanto desigual en su estructura y excesivamente sobrecargado de episodios. Dividido en doce cantos, el título completo de este poema caballeresco es Primera parte de la Angélica, pero es más conocido con el de Las lágrimas de Angélica. Quiere ser una continuación del Orlando furioso de Ariosto y relata las aventuras de la bella Angélica, que, tras haberse casado con Medoro, huye de la persecución de Orlando y pasa por toda suerte de peripecias, prisiones y encantamientos mientras intenta recuperar el usurpado reino de Catay.

Las aventuras son más extravagantes que fantásticas y el poema carece de la menor unidad, reduciéndose a un frágil tejido de episodios que se enlazan unos con otros sin conseguir nunca un relieve decisivo. Con lo heroico caballeresco alterna lo fabuloso, sin fundirse, en estilo demasiado espeso, duro y amanerado; hay sin embargo momentos de gran fuerza plástica y de un vivo colorido en las descripciones. Como en la obra de Bernardo de Balbuena, puede hallarse una clara influencia de los libros de caballerías. De este parecer no fueron los contemporáneos de Barahona, que elevaron la obra hasta las nubes. "Hubiese llorado -dice el Cura en el sexto capítulo de Don Quijote de la Mancha- si hubiese hecho quemar este libro (La Angélica), porque su autor ha sido uno de los grandes poetas, no sólo de España sino del mundo." Hay que destacar, junto al de Miguel de Cervantes, el elogio que recibió de Lope de Vega. De la segunda parte del poema sólo quedan fragmentos citados en otras obras.

También bajo la influencia italiana escribió Barahona otras muchas composiciones; de gran belleza y sentido acento es la que permite compararle a Herrera (A la pérdida del rey don Sebastián en África) y, sobre todo, la conocida Égloga de las hamadríades, así llamada porque comienza con el verso "Las bellas hamadríades, que cría..." y que manifiesta aspectos gongorinos. A este grupo hay que añadir su elegía A la muerte de Garcilaso.

Barahona tradujo además libremente a Ovidio; en las Metamorfosis del poeta latino están inspiradas la Fábula de Vertumno y la de Acteón, en las que Barahona de Soto se mantiene fiel a las formas de la escuela tradicional castellana. En la primera narra cómo Vertumno logra satisfacer su amor por Pomona transformándose en la figura de una vieja y llegando así a la joven, a quien le es fácil convencer de que acepte sus insinuaciones y se entregue al apuesto galán en que a continuación se convierte. En la de Acteón cuenta cómo éste fue convertido en ciervo por Diana y devorado por sus propios perros por haber contemplado el baño de la diosa. Ambas fábulas son traducciones bastante fieles de Ovidio, aunque ampliadas y no exentas de ecos virgilianos ni de alusiones a casos reales.

A Barahona de Soto se atribuye asimismo una curiosa obra cinegética en prosa: Diálogos de la montería. Francisco Rodríguez Marín ha probado que esos Diálogos son de Barahona fundándose en el lenguaje: abundan los andalucismos propios del reino de Granada, los diminutivos y las voces de origen árabe; hay además numerosísimas citas de Las lágrimas de Angélica, y el autor tributa grandes elogios a este poema. Los Diálogos se mantienen entre tres interlocutores: Montano, Solino y Silvano (personaje que representa al mismo Barahona), y se escribieron para el que con el tiempo sería tercer Duque de Osuna. Es el más notable de los libros de caza españoles.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].