Jean-Marc Nattier

(París, 1685-1766) Pintor francés. Fue ante todo un retratista de moda, especialmente solicitado en la corte de Luis XV. Con su estilo suave y adulador se hizo popular entre las damas; los retratos que de éstas trazó, con cabellos empolvados, facciones tersas y cutis intachable, obedecían a una imagen estereotipada de la feminidad, pero su encanto y su delicadeza resultaban atractivos para la alta sociedad de la época.


Jean-Marc Nattier

Discípulo de su padre, el también pintor Marc Nattier, y de Jean Jouvenet, Jean-Marc Nattier dibujó primero para grabadores, reproduciendo las grandes composiciones decorativas de Peter Paul Rubens en el Palacio de Luxemburgo y de Charles Le Brun en el Palacio de Versalles. Hallándose en Ámsterdam, el zar Pedro I de Rusia el Grande lo llamó para encargarle retratos y cuadros de batallas. De vuelta a Francia, arruinado por la quiebra del banquero Larr, conquistó rápidamente una clientela aristocrática, sobre todo femenina, a la cual supo complacer, embelleciéndola y enriqueciendo los retratos con muchos accesorios y el frecuente uso del disfraz mitológico.

Su fama alcanzó el cenit entre 1730 y 1745. En 1740 ocupó el puesto de pintor de cámara de la familia real francesa, y se convirtió en su retratista habitual; pintó varias veces a la reina María Leszczynska, esposa de Luis XV, y a sus hijas adolescentes: a Adelaida como Flora (Museo del Louvre) y a Henriette como Diana (Palacio de Versalles), o bien como Vestala (Museo del Louvre), o bien tocando la viola. Retrató asimismo a la primera favorita del rey, la duquesa de Châteauroux, como diosa del alba (con la estrella brillando en su cabeza), y más tarde a Madame de Pompadour.


Marie-Anne de Mailly-Nesle, duquesa de Châteauroux (1740)

Con la evolución de mediados de siglo hacia un estilo menos decorativo, más sencillo y nervioso, Nattier pasó rápidamente de moda y murió casi olvidado. Hoy conserva cierta seducción por la delicadeza de un colorido fresco y ligero, con la nota preferente de esos azules claros, llamados precisamente «bleu Nattier».

Nattier puede ser un excelente retratista en obras más directamente inspiradas en la vida cotidiana, como el Retrato de su mujer tocando el clave, rodeada de sus hijos (Palacio de Versalles), el de Madame d'Antin (Museo Jacquemart André), o el de la misma reina en la intimidad, que parece una burguesa distinguida (Palacio de Versalles), aunque no profundiza nunca en el carácter del modelo. La mayor parte de sus jóvenes lánguidas, de mejillas rosadas y eterna sonrisa, resultan, aunque con más gracia, tan convencionales como las de Pierre Mignard. Maurice de La Tour reflejó mucho mejor que él el espíritu del siglo XVIII en el retrato.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].