Nicolás de Ovando
(Brozas, hacia 1451 - 1511) Gobernador y estadista extremeño considerado el iniciador de la obra colonizadora que siguió al descubrimiento de América. Tras ostentar el título de Comendador de Lares, la Corona le concedió el máximo título de Comendador Mayor de Alcántara en premio a su labor como Gobernador de las Islas y Tierra Firme entre 1502 y 1509.
Nicolás de Ovando perteneció a una encumbrada familia extremeña; fue criado en Cáceres y educado en un ambiente de intensa religiosidad. Ingresó en la Orden Militar de Alcántara para dedicarse al servicio de la Iglesia y de la Corona, detentada por Isabel la Católica, de quien fue un leal y fervoroso partidario. En 1478 obtuvo la encomienda de Lares, una de las más importantes concedidas a la Orden de Alcantara. Fue uno de los diez hombres designados por los Reyes Católicos para acompañar al Príncipe Don Juan en la Corte de Almazán.
Este cargo lo conservaría hasta 1497, fecha de la muerte del Príncipe. En lo sucesivo, Ovando se concentró en la supervisión de todos los asuntos internos relacionados con la Orden de Alcántara, cuyo Maestrazgo pasó definitivamente en 1494 a depender de la Corona de Castilla. En su condición de estrecho colaborador de los Reyes Católicos, se le nombró dos veces visitador de la Orden a la que pertenecía y, posteriormente, se le encargó la reconstrucción de la ciudad de Alcántara, semi-destruida por la Guerra de Sucesión castellana.
Nicolás de Ovando fue nombrado Gobernador de las Islas y Tierra Firme el 3 de septiembre de 1501, en sustitución del juez pesquisador Francisco de Bobadilla, quien poco antes había depuesto de dicho cargo a Cristóbal Colón. Con la llegada de Ovando a La Española comenzó el período de auténtico asentamiento y colonización de los españoles en las Antillas. La flota que lo condujo al Nuevo Mundo zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 13 de febrero de 1502. Esta poderosa escuadra al mando de Antonio de Torres estuvo compuesta por treinta y dos naves y llevaba a bordo 2.500 personas, entre ellas fray Bartolomé de las Casas. La flota llegó a Santo Domingo el 5 de abril.
Apenas asumió el cargo, Ovando hizo el juicio de residencia a Bobadilla y ordenó su embarque a España en la misma flota en la que él había arribado. Las diferencias entre Ovando y Cristóbal Colón se hicieron manifiestas cuando el primero hizo caso omiso de las advertencias del segundo sobre la posibilidad de que un huracán sorprendiera a dichas naves. La catástrofe se produjo, y entre los desaparecidos se contaron el jefe de la Armada, Antonio de Torres, y el ex-gobernador Bobadilla. Pese a este revés, en lo sucesivo, Ovando hizo pública su oposición abierta a los consejos del Almirante Colón y se intensificó la enemistad entre ambos.
Ovando tuvo que lidiar con la costumbre de los colonos españoles que encontró en la isla de vivir desperdigados entre las poblaciones indígenas. Desde un principio dispuso que los colonos trasladaran sus residencias a cualquiera de las nuevas urbes que se fueran fundando. A aquéllos que se mostraron más reacios a convertirse en vecinos se les envió de vuelta a España. De este modo se impuso con éxito la política centralizadora a los conquistadores y colonos españoles.
Una de las primeras medidas dictadas por Ovando se orientó a contener a los indios que se habían rebelado en la región de Higüey en la época en que gobernaba Bobadilla. Ovando envió a la zona del conflicto una expedición militar compuesta por cuatrocientos soldados que, según relata fray Bartolomé de las Casas, dieron muerte a gran cantidad de indios y destruyeron sus poblados.
Para asegurar la dominación de aquella región, el Gobernador dispuso que en Higüey se fundaran las ciudades de Salvaleón y Santa Cruz de Aycayagua. Poco después, sospechando un posible levantamiento en el sureste de La Española liderado por la cacica Anacaona, mandó apresarla, y posteriormente dispuso su ahorcamiento. Con ambos hechos de sangre la isla quedó totalmente pacificada.
El siguiente objetivo de Ovando fue acelerar el proceso de asentamientos urbanos con el que se esperaba garantizar una colonización acorde con las normas centralizadoras de la Corona. Para lograrlo se adoptó el modelo castellano de la Baja Edad Media de hacer calles anchas, rectilíneas y perpendiculares. Así se reconstruyó la ciudad de Santo Domingo, que tras ser destruida por un huracán fue trasladada a la orilla derecha del río Ozama. A continuación, en la región de Jaragua, al suroeste, se crearon las ciudades de Santa María de la Vera Paz, Salvatierra de la Sabana, Santa María de la Yaguana, San Juan de la Maguana y Arzúa de Compostela. Al mismo tiempo, en el norte de la isla se erigieron las villas de Puerto Real y Lares de Guahaba.
Hacia 1508, culminada la época de fundación de ciudades, Ovando se orientó hacia la exploración del resto de las Antillas. Esta iniciativa permitió que la expedición de Sebastián de Ocampo confirmara definitivamente la insularidad de Cuba. A su vez, los viajes de Alonso de Ojeda y los hermanos Camacho se dedicaron a negocios más lucrativos, como la búsqueda de oro y el apresamiento de indios, que hicieron pasar por caribes para poder venderlos como esclavos en Santo Domingo.
La afluencia masiva de españoles a las Antillas y la necesidad de obtener una mano de obra que trabajara intensa y permanentemente en la agricultura no fue del agrado de los nativos, y muchos de ellos prefirieron huir a los montes. Ante esta actitud, los colonos plantearon a la Corona que los indios les fueran repartidos. El 20 de diciembre de 1503, la reina Isabel firmaba una Real Provisión legalizando los repartimientos de indios en favor de los españoles. Con este documento nació la institución de la encomienda, que fue llamada en un principio "repartimiento". La Corona confiaba cierto número de indígenas a los colonos españoles, convirtiéndolos de esta forma en encomenderos.
Esta comisión daba derecho a los españoles a exigir de los indios una prestación laboral o un tributo. En contrapartida, los encomenderos estaban obligados a instruirlos en la religión católica y a protegerlos. Entre 1503 y 1505, el Gobernador Ovando generalizó los repartos de indios en la isla La Española, hecho que permitió que se desarrollara a gran escala no sólo la agricultura, sino la extracción aurífera a costa de la explotación de esta mano de obra.
El resultado inmediato del repartimiento de indios en las Antillas no fue su cristianización, como denunció fray Bartolomé de las Casas, sino su progresivo exterminio. Los indios morían masivamente no sólo por el agotamiento en el trabajo, sino por las nuevas enfermedades que les transmitían los españoles. La disminución de la población nativa de Santo Domingo condujo a que el valor de la misma aumentase y a que, con el pretexto de la falta de brazos para la agricultura, Ovando autorizara en su Gobernación el tráfico de indios capturados por los expedicionarios en otras islas aledañas. También hay que destacar que introdujo desde la península cultivos europeos y ganado porcino, caballar, bovino y mular.
La labor colonizadora de Ovando fue evaluada en la época como innovadora y positiva, a pesar de las críticas de Bartolomé de las Casas, que acusaba al gobernador de haber promovido la destrucción de las Indias. El 9 de julio de 1509, Nicolás de Ovando fue sustituido por Diego Colón en la Gobernación de las Indias. La Española contaba ya con más de 3.000 vecinos en unas quince villas pobladas.
Nicolás de Ovando regresó a España y fue premiado por los Reyes Católicos con la concesión del título de Comendador Mayor de la Orden de Alcántara. Murió el 29 de mayo de 1511 en el transcurso de una Junta Capitular de la referida orden. Fue enterrado en la Iglesia de San Benito de Alcántara. Ovando, de carácter prudente y equitativo, dejó un mapa de la isla Española y unas memorias que no se llegaron a publicar.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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