Donald Rumsfeld

(Chicago, 1932) Político estadounidense que fue secretario de Defensa con Gerald Ford (1975-1977) y en la administración de George W. Bush (2001-2006). Donald H. Rumsfeld nació en Chicago el 9 de julio de 1932, en el seno de una familia de origen alemán. Estudió con una beca en la Universidad de Princeton, en la que se licenció en ciencias políticas en 1954. Sirvió en la Marina como aviador e instructor de vuelo (1954-1957) y pasó a la reserva con el grado de capitán.

Inicios en la política

Su carrera política se inició en 1957, cuando llegó a Washington como ayudante de un congresista, mientras trabajaba en un banco de inversiones. Elegido miembro de la Cámara de Representantes por el Partido Republicano en un distrito de los suburbios de Chicago en 1962, fue reelegido en 1964, 1966 y 1968. Durante las cuatro legislaturas se manifestó conservador en materias de defensa y política exterior, pero respaldó las leyes de derechos civiles.

Dimitió en 1969 para incorporarse a la administración de Richard Nixon, en la que ocupó diversos cargos en el Departamento de Finanzas, luego como ayudante y consejero presidencial, hasta que fue designado embajador en la OTAN (1973-1974), donde comenzó a familiarizarse con los temas de defensa.


Donald Rumsfeld

En agosto de 1974, al producirse la dimisión de Nixon a causa del escándalo del Watergate, Donald Rumsfeld regresó a Washington para actuar como jefe del equipo de transición del presidente Gerald Ford. Tras unos meses como secretario general de la Casa Blanca, se convirtió en el secretario de Defensa más joven en la historia del país (1975-1977), un cargo al que también aspiraba George Bush.

Las relaciones entre ambos se degradaron considerablemente a raíz de ese episodio de pugna por el poder entre la elite republicana. Por su exigente gestión en el Pentágono se granjeó el respeto de los militares. Su fama de «halcón», que no le ha abandonado, surgió cuando se opuso sin cautelas a la ratificación del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT) firmado con la Unión Soviética en 1972.

En sus memorias, Henry Kissinger, que fue su compañero de gobierno como secretario de Estado con el presidente Ford, lo describió como «un hábil y muy trabajador político-burócrata en el que la ambición, el talento y las ideas se funden sin fisuras». En 1976 publicó un curioso opúsculo titulado Las normas de Rumsfeld, una colección de consejos para actuar en las luchas políticas en Washington. Su estilo seco y dominador no facilitó las relaciones con sus subordinados, civiles o militares.

Años en la sombra

Con la llegada al poder de la administración demócrata de Jimmy Carter, Rumsfeld pasó a la empresa privada. Fue presidente ejecutivo de la multinacional farmacéutica Searle and Co. (1977-1985) y presidente de la General Instruments Corporation, una compañía dedicada a las tecnologías punta (1990-1993).

Nunca estuvo, sin embargo, muy alejado de la política ni de la Casa Blanca. Aspiró a la candidatura republicana para la vicepresidencia en 1980, pero Ronald Reagan prefirió a Bush padre. En 1983, el presidente Reagan le encargó una misión especial en Oriente Medio, y de esa época data su entrevista con Saddam Hussein en Bagdad, en el momento en que Iraq estaba en guerra con Irán y la política de Washington en la zona estaba dictada por el temor de una propagación de la revolución iraní. El 30 de diciembre de 2002, el diario The Washington Post publicó una enojosa fotografía en la que Rumsfeld aparece estrechando la mano de Saddam el 20 de diciembre de 1983. En mayo de 1984, quizá frustrado por sus escasos progresos, renunció al encargo presidencial para volver a los negocios.

Se retiró a los pocos días de haber anunciado su candidatura presidencial en las elecciones primarias de 1988. Durante la presidencia de George Bush padre (1989-1993), con el que había competido, Rumsfeld no logró ningún cargo oficial, pues la secretaría de Defensa a la que aspiraba recayó en Richard Cheney. Luego dirigió la campaña presidencial del senador republicano Robert Dole, que en 1996 fue derrotado por el demócrata Bill Clinton.

Su travesía del desierto continuó durante la presidencia de Clinton, aunque éste lo nombró presidente de la comisión encargada de estudiar el sistema de misiles antibalísticos en 1999. Su informe respaldó la pretensión republicana de una defensa nacional antimisiles que había tenido su primera manifestación en la famosa «guerra de las galaxias» del presidente Reagan.

Secretario de Defensa del gobierno Bush

El presidente George W. Bush, a instancias de su vicepresidente, Richard Cheney, lo recuperó para su gobierno. Juró como secretario de Defensa en la administración Bush el 20 de enero de 2001. Como subsecretario de Defensa o número dos del Pentágono fue designado Paul Wolfowitz, un intelectual vinculado a la política, teórico del neoconservadurismo, considerado por muchos analistas el cerebro del equipo de Bush, que desde hacía más de veinte años venía exponiendo la tesis de que el régimen de Saddam Hussein era el mayor obstáculo para la estabilidad de la zona.

El plan de Rumsfeld para la delicada modernización de las fuerzas armadas, que incluía el cierre de numerosas bases y el abandono de programas de armamento que juzgaba obsoletos, tropezó pronto con la oposición de los estados mayores e incluso de sus correligionarios republicanos en el Congreso.

No obstante, persistió en su objetivo último de elaborar una estrategia militar para el siglo XXI hasta convertir al ejército en una especie de policía global y galáctica, frente a los que seguían abogando por una overwhelming force (‘fuerza aplastante’) sobre el terreno. En su opinión, el centro de los intereses de Estados Unidos ya no estaba en Europa, sino en Asia. En su obsesión por la modernización tecnológica, siguió apostando por el despliegue de un sistema de defensa antimisiles.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 trastornaron todos los proyectos. La misma mañana en que el avión se precipitó sobre el Pentágono, Rumsfeld salió del despacho perseguido por las llamas y trató de ayudar a las víctimas en medio de la tremenda confusión. Su actitud galvanizó a las tropas. Se negó a cerrar el Pentágono, a pesar del incendio pavoroso y de los daños considerables, y se convirtió en uno de los símbolos de la determinación estadounidense.

El Pentágono del siglo XXI

El secretario de Defensa asumió un nuevo protagonismo como el hombre al que incumbía vengar a Estados Unidos y organizar la ofensiva general contra el terrorismo, cuyo primer episodio sería la fulgurante campaña militar en Afganistán y la derrota del régimen de los talibanes. La nueva situación geopolítica permitió aumentar considerablemente los presupuestos del Pentágono, convertido en el centro de la nueva guerra contra el «eje del mal» (Iraq, Corea del Norte e Irán) denunciado por el presidente Bush en su mensaje sobre el estado de la Unión en 2002.

En pleno debate diplomático en todos los foros internacionales sobre la mejor manera de actuar contra el régimen de Saddam Hussein, en una reunión de la Alianza Atlántica en Praga (22 de enero de 2003), Rumsfeld se refirió de manera hiriente a las divergencias europeas al señalar que Francia y Alemania, opuestas a la estrategia estadounidense, representaban a la «vieja Europa», mientras que la mayoría de los países de la OTAN, cuyo centro de gravedad se había desplazado hacia el este, apoyaban a Washington. El secretario de Defensa se promocionó como el portavoz de los neoconservadores, intervencionistas y poco inclinados a contemporizar con los aliados europeos, en contra de la posición más moderada y multilateral del secretario de Estado, Colin Powell.

La campaña de Iraq convalidó algunas de las previsiones de la guerra electrónica: la efectividad de los bombardeos con bombas guiadas y misiles de alta precisión, la actuación de los comandos de fuerzas especiales para asegurar los pozos de petróleo y la movilidad de los helicópteros Apache, que sembraron el terror en las mejores unidades iraquíes.

Pese a los contratiempos de la primera semana y la confusión que llegó a reinar en algunas unidades, Rumsfeld mantuvo la estrategia del avance acelerado de los blindados hacia Bagdad, con exiguas tropas de tierra, mientras que algunos generales eran partidarios de una pausa en los combates para consolidar las líneas de avituallamiento y esperar algunos refuerzos. La rápida caída de la capital iraquí, que permitió eludir los temibles combates callejeros, dio la razón al jefe civil del Pentágono.

La guerra de Iraq y el éxito de los planes bélicos del Pentágono convirtieron a Donald Rumsfeld en uno de los secretarios de Defensa más influyentes de la historia de Estados Unidos. Partidario a ultranza de la guerra digital, con pocos soldados, muchas máquinas y una potencia de fuego sin parangón, sus polémicas con la jerarquía militar más tradicional fueron pronto acalladas por la fulminante derrota del régimen de Saddam Hussein en una campaña de veintiún días.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].