Teodoro de Mopsuestia

(También llamado Teodoro de Antioquía y Teodoro el Intérprete; Antioquía, c. 350 - Mopsuestia, 428) Teólogo griego. Discípulo de Nestorio, fue obispo de Mopsuestia o Mopsuesto en Cilicia (392 o 393) y uno de los más destacados representantes de la escuela teológica de Antioquía, opuesta a la de Alejandría por el método interpretativo bíblico. Su doctrina sobre la Encarnación, realizada a partir de un análisis metafísico y psicológico, influyó en las tesis de Nestorio.

Hijo de una familia noble y rica, el joven Teodoro frecuentó la escuela de retórica del famoso Libanio. Sin embargo, no cumplidos todavía los veinte años, su vocación se volvió a la vida ascética: ingresó en la comunidad dirigida por Diodoro de Tarso y se dedicó al estudio de los libros sagrados. Poco después conoció un momento de nostalgia de la vida mundana y abandonó el claustro, al que, sin embargo, regresó tras la insistente y elocuente invitación de su amigo y condiscípulo Juan Crisóstomo. Ordenado sacerdote hacia el año 383 por el prelado Flaviano, permaneció algún tiempo en Tarso, junto a su antiguo maestro, que regía entonces esta sede episcopal. En 392 el propio Teodoro fue nombrado obispo de Mopsuestia. Participó en diversas discusiones y concilios, y acogió a Juliano de Eclano, expulsado de Italia como partidario de Pelagio.

A su muerte dejó una considerable herencia literaria, así como la fama de gran maestro de la exégesis en el espíritu de la tradición antioqueña y de temible adversario de cualquier forma de herejía. No obstante, después de la condena en el año 431 del nestorianismo, se levantó en torno a la memoria de Teodoro una apasionada campaña de recriminaciones y aprobaciones que duró más de un siglo y terminó, finalmente, con la victoria de sus enemigos, quienes lograron hacerle condenar solemnemente en 533 en el quinto concilio ecuménico de Constantinopla (condenación de los Tres Capítulos, origen de la prolongada controversia) como primer responsable del nestorianismo y, además, como favorecedor del pelagianismo en Oriente.

La crítica moderna intenta aclarar lo que pueda haber de cierto en estas tendencias divergentes de la tradición, y procura, singularmente, reconstituir la personalidad de Teodoro de Mopsuestia a través del estudio de la parte de su producción auténtica conservada y de la discriminación de lo que no le es atribuible. Junto con los antiguos catálogos (Ebedjesu, crónica armenia "de Seert"), han facilitado la consecución de la primera finalidad las cuidadosas investigaciones de las "cadenas" griegas y los manuscritos orientales.

De la vasta actividad exegética de Teodoro han llegado hasta nosotros, gracias a ello, el comentario a los Salmos, en "cadenas" griegas y una traducción latina; el dedicado a los doce profetas menores; el de San Juan (en una traducción siríaca y fragmentos griegos); el comentario de las cartas menores de San Pablo, en una traducción latina, y, además, algunos fragmentos de los comentarios a las epístolas A los romanos, A los corintios (I y II) y A los hebreos. De los textos restantes del autor conservamos los Discursos catequísticos, en siríaco, y gran parte de la obra De Spirítu Sancto, discusión con los macedonianos sostenida en Anazarbo en 392. Existen, además, muchos otros fragmentos de Mario Mercator, León de Bizancio, las actas del Concilio que le condenó, Facundo de Ermiana, etc. Sin embargo, la autenticidad de tales pasajes de la producción de Teodoro resulta dudosa o incluso negativa; ello, por ende, no facilita la reconstitución de su ideología doctrinal.

En la configuración del destino humano, Teodoro de Mopsuestia concibe dos fases muy distintas y contrapuestas (teoría de la "doble catastasis"): la primera de ellas, anterior al advenimiento de Jesucristo, está caracterizada por la mortalidad y la mutabilidad; en la segunda, que, inaugurada por Jesucristo, se realiza efectivamente con la resurrección general, el hombre se hace inmortal desde el punto de vista físico, e inmutable (impecable) moralmente. Por consiguiente, según Teodoro, la redención consiste no en el restablecimiento de un estado primitivo sobrenatural, sino en la instauración de otro completamente nuevo y superior.

La cristología de Teodoro se halla caracterizada por el interés puesto en la distinción de las dos naturalezas y, por lo tanto, en la perfección de la humana en Jesucristo, contra el criterio de Apolinar. Sin embargo, aun cuando en este aspecto, lo mismo que en la polémica frente a los macedonianos, deban reconocerse los grandes servicios prestados por Teodoro al cristianismo en el desarrollo de su teología, no todos los eruditos se hallan de acuerdo en su rehabilitación, recientemente intentada. Aunque Teodoro hable de una "persona" de unión en Cristo, parece, en definitiva, considerar aún este vínculo de las dos naturalezas (el Verbo, engendrado por el Padre desde la eternidad, y Jesús de Nazaret, nacido de la Virgen María) como un nexo moral a lo sumo, pero no sustancial o "hipostático", según la definición del concilio de Calcedonia.

Las principales aportaciones de Teodoro de Mopsuestia son, sin embargo, las del ámbito exegético. Si bien su teoría de los dos grados de inspiración, el de los libros sapienciales y el de los propiamente proféticos, se vio condenada en Constantinopla (aun cuando resulte susceptible de una interpretación en sentido ortodoxo), las sólidas exigencias de la actividad anterior a la exegética, referentes a la discriminación del texto auténtico, y el rigor en la aplicación del concepto de la teoría antioqueña en la identificación del sentido típico y mesiánico de la Sagrada Escritura, hacen de Teodoro, junto con su maestro Diodoro, el fundador de la exégesis científica.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].