Lo somni

Escrita en 1398, poco después de haber sufrido un encarcelamiento ("poc temps ha passat que estant en la presó"), la acción de esta obra del escritor y humanista catalán Bernat Metge se sitúa en la cárcel, donde finge que se le aparecen el rey Juan I de Aragón, muerto poco antes en el curso de una cacería, y dos personajes mitológicos: Tiresias y Orfeo. La obra no es más que la transcripción del supuesto diálogo que sostuvieron Bernat Metge y dichos personajes. La presencia del rey da lugar a una primera discusión sobre el alma humana y su destino una vez separada del cuerpo, en la que Bernat Metge hace suya una actitud escéptica y materialista ("ço que veig crec, e del pus no cur"), calificada por el rey de epicúrea, mientras éste adopta una posición estrictamente ortodoxa, que prevalecerá al final de la obra.

El libro segundo trata de las causas de la muerte de Juan I y su suerte posterior. El rey hace saber a Bernat Metge que desde el comienzo del Cisma, que había dividido a la Cristiandad en dos grandes bloques, cada uno de ellos con su Pastor respectivo, no ha entrado nadie en el Paraíso, si bien su alma y la de su padre, el rey Pedro IV el Ceremonioso, no sufren pena alguna en esta situación transitoria en que se encuentran, por cuanto fueron fervientes defensores de la inmaculada concepción de María. Juan I expone seguidamente los motivos de su insólita aparición: si ha ido a visitarle es para evitar su condena perpetua, resolviéndole satisfactoriamente las dudas que siempre había manifestado en torno a la verdad revelada.


Manuscrito de Lo somni

En el libro tercero, Orfeo y Tiresias relatan sus vidas, siguiendo en ello el texto de las Metamorfosis de Ovidio. La de Orfeo termina con una descripción del Infierno y la de Tiresias con una brutal invectiva contra las mujeres. En el cuarto y último libro, el autor replica a los ataques de Tiresias con un extraordinario elogio de las mujeres (desde la Virgen María hasta las reinas catalanas, pasando por las damas ilustres de la Antigüedad) y una invectiva contra los hombres, en la que deshace todo el aparato argumental propuesto por Tiresias. Con unas palabras finales de Tiresias, con las que exhorta al autor a no amar sino a Dios, Bernat Metge despierta del sueño.

En la génesis de Lo somni (El sueño), fruto de una hábil acumulación y refundición de elementos clásicos, medievales y humanísticos, Bernat Metge se sirvió de un conjunto de obras que ponen de manifiesto la complejidad espiritual de la época en que fue compuesto. En primer lugar, el Comentario de Macrobio al Sueño de Escipión ciceroniano, del que procede no sólo el título, sino también la justificación literaria y estética de Lo somni. En cambio, el diálogo contenido en el libro IV de De la República de Cicerón, comentado por Macrobio, le proporciona el pensamiento y la forma. Las Tusculanas, que el mismo Cicerón imitó en su De la República, le proporcionan la argumentación en torno al problema de la inmortalidad del alma, que Bernat Metge opone a su escepticismo personal. Junto a estas influencias ciceronianas debemos colocar la ejercida por el famoso De la consolación de la filosofía de Boecio y el Corbaccio de Boccaccio.

En general, puede verse en Lo somni un sustrato autobiográfico que nos da la clave de las fuentes literarias utilizadas por el autor y una imitación constante de aquellas obras que ofrecen una posibilidad de semejanza con la situación personal de Metge. Por ejemplo, su encarcelamiento, su condición de privado y su infortunio político le aproximan a De la consolación de Boecio; la identidad de situación entre sus amores ilícitos con una amante ignorada y la viuda tan brutalmente satirizada en las páginas del Corbaccio le aproximan a Boccaccio. Finalmente, Bernat Metge se sirve del De las mujeres ilustres boccaccesco (para rebatir la sátira contra las mujeres en el libro III) y de las epístolas de Petrarca. Junto a estas influencias fundamentales en la génesis de Lo somni, han sido señaladas otras parciales o simples reminiscencias de autores clásicos (Ovidio, Virgilio, Valerio Máximo), tratadistas eclesiásticos (San Gregorio Magno, Casiodoro, San Jerónimo, Santo Tomás de Aquino), autores medievales en lengua vulgar (Ramon Llull, Dante) o humanistas (Secreto, de Petrarca).

Ahora bien, todas estas influencias e imitaciones (algunas de ellas literales) son reducidas a una total unidad de creación por la perfecta estructura de la obra, la voluntad de estilo y la actitud espiritual del autor. La autonomía de un lenguaje seguro y afiligranado, con valor por sí mismo, independientemente de cualquier contenido conceptual, hace de Bernat Metge el primer estilista consciente de la literatura catalana. La frase está construida con una insinuante elegancia de tonos y matices. El período es amplio, armonioso, equilibrado por un perfecto sistema de acentos que le confieren una sonoridad genuinamente ciceroniana. El léxico es seleccionado a menudo teniendo sólo en cuenta la belleza fónica del vocablo; el latinismo, usado con discreción y sin pedantería, sustituye a la palabra romance que en determinadas ocasiones podría malograr la solemnidad de la expresión.

Junto a esta voluntad consciente de estilo, es preciso consignar una actitud radicalmente nueva ante la jerarquía de los valores espirituales. Lo somni surge del mundo prehumanístico, el cual, derivado directamente del Trecento italiano, traduce, entre el humanismo medieval y el estrictamente renacentista, una situación de crisis. Es el fruto de una nueva actitud frente a la latinidad clásica y los problemas del hombre, y se revaloriza a éste como sujeto de experiencia y análisis frente al universo. En tal sentido son iluminadores ciertos pasajes: "hom són així com los altres, e cové que seguesca llurs petjades", reminiscencia evidente del "homo mensura" de Terencio, así como aquel otro con que Tiresias da fin a su discusión con el autor y que constituye un resumen de Lo somni: "...entén en tos fets propis (no dic, però, mundanals ni transitoris, mas espirituals e perdurables), e especialment en conèixer e millorar tu mateix", en las que, si es cierto su paralelismo con la moral del cristianismo, no lo es menos con el "Nosce te ipsum" de Sócrates, así traducido y glosado en las Tusculanas de Cicerón.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].