Lupercio Leonardo de Argensola

(Barbastro, 1559 - Nápoles, 1613) Poeta español. Fue secretario del duque de Villahermosa, de la emperatriz María de Austria y del duque de Lemos, a quien acompañó a Nápoles. Hizo quemar sus poemas, pero sobrevivieron algunos, que fueron publicados por su hijo Gabriel Leonardo, junto a los de su hermano Bartolomé, en las Rimas (1634). Su poesía es un modelo de perfección formal y de clasicismo. También escribió tres obras dramáticas de escaso valor.


Lupercio Leonardo de Argensola

Lupercio Leonardo de Argensola estudió en la Universidad de Huesca y luego en la de Zaragoza, en la que fue discípulo de Andrés Scoto; es posible que también oyese a Pedro Simón Abril, el famoso traductor de Aristóteles y Plauto. Aprendió muy bien latín y leyó ya entonces con fervor a Horacio, del que tradujo algunas odas, y a los satíricos Marcial, Juvenal y Persio.

En 1582 se trasladó a Barcelona y, desde Lérida, escribió una epístola a Juan de Albión que es una de las primeras muestras de su ingenio poético. De estos años deben de datar sus tres tragedias al modo neoclásico, Filis (perdida), Isabela y Alejandra, de muy poco interés literario, aunque las elogiara Miguel de Cervantes en su Don Quijote de la Mancha (el elogio le sirve para atacar a Lope de Vega). Precisamente fue Cervantes en La Galatea (1585) el primero en alabar a los dos hermanos; retrató además muy bien a Lupercio en sólo dos versos: “Edad temprana, pensamientos canos, / maduro trato, humilde fantasía”.

Este “maduro trato” llevó a Lupercio a desempeñar, a partir de 1585, la secretaría del duque de Villahermosa, Fernando de Aragón. De joven asistió en Madrid a cierta academia poética, quizás la Academia de los Humildes, donde adoptó el sobrenombre de Bárbaro porque estaba enamorado de Mariana Bárbara de Albión, con quien casó hacia 1587. Al morir el duque de Villahermosa en 1592, Lupercio Leonardo de Argensola pasó a desempeñarse como secretario de la emperatriz María de Austria, relacionándose con la más alta nobleza.

En 1595 los diputados aragoneses le nombraron notario extracto o cronista; tres años más tarde elevó un curioso dictamen a Felipe II insistiendo en que no se abriesen los teatros por la indecencia de las comedias y de los comediantes; tal criterio moralista preludia a los críticos del siglo XVIII. Al ser nombrado virrey de Nápoles, el conde de Lemos ofreció a Lupercio el puesto de secretario y llevó consigo a su hermano Bartolomé de Argensola, junto con Mira de Amescua, Barrionuevo y Ortigosa. En Nápoles fundaron la Academia de los Ociosos; unos años antes había asistido a otra de Zaragoza, en la cual leyó dos discursos.

En diciembre de 1612 escribía a los diputados de Aragón diciéndoles que tenía casi terminada la historia de Carlos I, pero murió pocos meses después y, según escribió su hermano Bartolomé de Argensola, “abrasó sus poéticos escritos nuestro Lupercio y defraudó el deseo universal de ingenios exquisitos”. Bartolomé rescató lo que pudo y, junto con su propia obra, lo entregó al hijo de Lupercio, Gabriel Leonardo, diciendo en su testamento que eran “para sí y su entretenimiento, sin que se esparzan y vayan a manos ajenas, que en fe desto no mando que se quemen todas”.

Pero Gabriel Leonardo no hizo caso de esa recomendación, y en 1634 publicó en Zaragoza el volumen titulado Rimas de Lupercio y del Doctor Bartolomé Leonardo de Argensola. En el prólogo da cuenta de las dificultades que tuvo para reunirlas, “que ha sido igualmente difícil para mí que pudiera serlo para un extraño”. Incluyó de Lupercio 94 poemas y 190 de Bartolomé, pero desde el siglo XVIII hasta hoy han aparecido nuevos poemas porque se copiaron en numerosos manuscritos.

Lupercio Leonardo de Argensola piensa que la poesía debe estar vinculada con la filosofía moral y recomendaba, como Horacio, que los jóvenes aspirantes a poetas “lean mucho, escriban poco, amen borrar mil veces cada palabra, que por no hacerlo así los poetas de su tiempo, dice Horacio que erraban”. Recomendaba también, junto con la de Horacio, la lectura de Juvenal, Persio y Marcial. Su poesía, como la de su hermano, se sitúa en una línea clasicista que convivió en la época con las corrientes barrocas (el culteranismo de Góngora y el conceptismo de Quevedo).

Gabriel Leonardo ordenó las composiciones de Lupercio de Argensola en cinco series: poemas amorosos, satíricos y burlescos, religiosas y morales, de circunstancias y un último grupo en que incluyó sus traducciones de Horacio. Los poemas amorosos de Lupercio contienen una filosofía de origen platónico, como se ve claramente en algún soneto: “No es lo mismo el amor que el apetito, / que en diferente parte se aposenta”. Recurren con frecuencia a la mitología y se caracterizan por su antisensualismo y su huida de fórmulas que habían cristalizado en la lírica renacentista como consecuencia de la abrumadora influencia de Petrarca.

Puesto que Lupercio relaciona estrechamente la poesía con la filosofía moral, era lógico que se sintiese tentado por la poesía grave y seria, con influencias de Horacio y Séneca, pero esta misma gravedad le llevaría a escribir poesía satírica, con recuerdos de Marcial, Persio y Juvenal. Ya en su primera carta en tercetos a Juan de Albión, Lupercio arremete contra los abusos de las comidas y bebidas, contra los mentirosos, los aduladores y los presumidos perfumados con algalia, a los que tacha de “algalieros semidamas”. También en los tercetos que leyó en la academia madrileña satiriza a los falsos caballeros, a los pretendientes, a las damas cortesanas y a las “sofísticas doncellas”. Los poemas religiosos de Lupercio, escasos en número, son poemas circunstanciales escritos a ruegos de amigos, o poemas de certámenes.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].