Steven Spielberg

(Cincinnati, Estados Unidos, 1947) Director, productor y guionista cinematográfico estadounidense. De la generación de directores surgida a lo largo de los años 70, Steven Spielberg es el más claro ejemplo de armónica conjunción entre el talento y la visión comercial. En un breve período de tiempo pasó de ser uno de tantos realizadores televisivos a director de primera línea, responsable de algunos de los más grandes éxitos de la historia del cine.


Steven Spielberg

A diferencia de sus compañeros de generación, Spielberg no finalizó los estudios universitarios; su cinefilia, sin embargo, no era menos apasionada y profunda que la de éstos y aportaba, además, su inmenso talento narrativo y su no menos inmenso olfato para anticipar e inaugurar los caminos que habían de seguir las nuevas tendencias de los géneros en el nuevo Hollywood. Tras comenzar la carrera de filología en la California State University, abandonó la facultad al ser contratado por la división televisiva de la productora Universal; ello ocurrió, según la leyenda, tras ser sorprendido una noche mientras rondaba por los decorados de los estudios.

Al poco tiempo empezó a dirigir episodios de series como Marcus Welby y Colombo, pero el inesperado éxito de la versión para el cine de su telefilme El diablo sobre ruedas (1972) le abrió las puertas de la gran pantalla. El diablo sobre ruedas es un brillante ejercicio de suspense abstracto, deudor de algunas de las más prominentes obsesiones de Hitchcock, en el que un automovilista se ve tenazmente asediado en una carretera desértica por un enorme tráiler con intenciones asesinas.

La pericia demostrada en esta opera prima le permitió seguir adelante, y tras el mal resultado de Loca evasión (1974), road movie ya realizada expresamente para la pantalla grande, Spielberg puso la primera piedra de su multimillonaria trayectoria con Tiburón (1975), adaptación de un best seller de Peter Benchley en el que volvió a demostrar su dominio del suspense y su habilidad para juguetear con las emociones del espectador, especialmente sobre la base de lo terrorífico. Lo que diferencia, sin embargo, a Tiburón de otros filmes de su género es su cuidada atmósfera clásica, la evocación del género clásico de aventuras, el regusto de las películas "de grupo" realizadas por el clásico Howard Hawks.

La acción se sitúa en Amity, una pequeña localidad de la Costa Este de Estados Unidos que vive esencialmente del turismo. Aunque ha habido claros indicios de que un tiburón acecha la costa, los intereses de los comerciantes y hoteleros fuerzan al alcalde a no aceptar la recomendación del jefe de policía de cerrar temporalmente las playas. El desastre no se hace esperar, y un día, delante de los ojos de todos los bañistas, un niño es devorado por un tiburón. El jefe de policía cierra la playa y pide ayuda a un oceanógrafo, que confirma, tras la autopsia, que puede tratarse de un tiburón blanco de gran tamaño. Los dos hombres partirán a la caza del escualo junto a un huraño y curtido pescador, Sam Quint, que pronto evocará en el espectador al capitán Ahab, obsesionado en matar a Moby Dick en la inmortal novela de Herman Melville.


El papel de Robert Shaw en Tiburón (1975) recuerda al capitán Ahab de Melville

Con Tiburón, Steven Spielberg inició un reinado de éxitos de taquilla y definió una nueva aproximación al cine de espectáculo que aunaba entretenimiento con calidad. El filme, de gran presupuesto y rodaje extremadamente accidentado, se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de la historia e instauró el modelo moderno de superproducción, con elevados costes de márketing y efectos especiales. De hecho, el verdadero protagonista de la película, además de la destreza técnica de Spielberg, fue el ingenio del tiburón ideado por Robert Mattey, cuyo peso era de catorce toneladas y que debía ser manipulado por veinte hombres. El coste total del escualo artificial, más otros dos de menor tamaño utilizados en diferentes planos, fue de casi medio millón de dólares de la época.

Además de elementos del cine de terror y del de aventuras, Tiburón fue uno de los primeros títulos en los que puede hablarse de gore (es decir, no escatimar al espectador ni sangre ni vísceras) debido a la extremada crueldad de ciertas tomas. Pero el filme no sólo se apoyaba en esta baza. Escenas como la inicial, en la que una bañista nada en el mar de noche hasta que es atacada, y a la que acompaña una memorable música de John Williams, o la de la borrachera de los tres protagonistas en el camarote mientras esperan el encuentro con el monstruo, certifican la inmensa calidad de Tiburón, un clásico moderno y sobrecogedor que, por supuesto, engendraría numerosas secuelas de limitado interés.

Después de Tiburón, Spielberg entró en la constelación de los mitos al realizar Encuentros en la tercera fase (1977), revisión del género de ciencia-ficción posterior a La guerra de las galaxias que muestra el camino que seguirá buena parte de la producción al sustituir el tono terrorífico por una rendida fascinación ante la capacidad del cine para maravillar y despertar las emociones de la audiencia. El modo en que se presenta la desmesurada nave-madre de los alienígenas en el último tramo del filme (impresionante despliegue de efectos especiales) dice mucho de un director siempre obsesionado por recuperar para el cine la emoción virgen de un niño absorbido por la grandiosidad y la magia de lo que muestra la pantalla (un tema que será recurrente en su obra posterior en títulos como Hook o Parque Jurásico).


Harrison Ford como Indiana Jones en En busca del arca perdida (1981)

Tras el fracaso comercial de la ambiciosa farsa de ambiente bélico 1941 (1979), el talento de Spielberg se aunó con el del también soñador George Lucas para levantar uno de los proyectos más exitosos del cine de entretenimiento contemporáneo: En busca del arca perdida (1981). El intento de recuperar el ambiente y la emoción de las antiguas películas de aventuras (aquí se respira, en parte, el espíritu de La guerra de las galaxias) encuentra en el magnífico personaje de Indiana Jones, el arqueólogo con gran facilidad para meterse en innumerable peligros, un puntal para devolver a las pantallas el talante inverosímil y prodigioso de los seriales de los años 30. Spielberg construyó una fascinante montaña rusa en la que el espectador sigue, con emoción, todos los peligros que acechan a Indy Jones, desde una tribu de indígenas peruanos hasta una agrupación de temibles serpientes. Para interpretar al protagonista, Spielberg y Lucas habían pensado en el televisivo Tom Selleck, pero su contrato con la serie Magnum le impidió aceptar un papel que acabaría recayendo, como regalo divino, en Harrison Ford.

La gran facilidad de Spielberg para mimetizar la especial vibración del cine clásico (el suspense, la velocidad, la limpidez de la puesta en escena) lo convierte en uno de los creadores más hábiles de su tiempo; los sucesivos episodios de la serie, Indiana Jones y el templo maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada (1989) profundizan aún más en el sentido de entender el cine como gran juguete para un niño-adulto que descubre a cada momento que todo es posible dentro de una pantalla. Recoger la figura del padre de Indiana Jones (formidable Sean Connery) a la búsqueda del Santo Grial en el tercer capítulo de la trilogía representa, además de un nuevo paralelismo con la saga galáctica de Lucas, el final de viaje idóneo para un cineasta claramente empeñado en encontrar el grial de las emociones perdidas en el sueño de la infancia.

No menos relevante fue E.T., el extraterrestre (1982), fábula religiosa en clave de ciencia ficción que se convertiría en la película más taquillera hasta la fecha. La historia comienza con la llegada a la Tierra de una misión pacífica de extraterrestres botánicos, que han venido a recoger muestras de plantas. Pero son descubiertos y, en la huida precipitada, uno de los miembros de la expedición se queda en tierra. Solo, perdido y asustado, el extraterrestre se refugia en un granero, donde es descubierto por Elliot, un niño de diez años, que decide enconderlo en su casa y lo bautiza como E.T. El extraterrestre inicia su aprendizaje sobre la vida en la Tierra, pero echa de menos su planeta y desea volver. La pandilla de amigos de Elliot, que participan del secreto, deciden ayudarlo a volver a "su casa". El ejército descubre el secreto y captura a E.T. para su estudio. El extraterrestre muere, aunque posteriormente resucita, y con la ayuda de Elliot y sus amigos consigue volver a su planeta.


E.T., el extraterrestre (1982)

Espectáculo soberbio e inteligente que llega directamente al corazón del espectador, la película trascendió de inmediato el ámbito puramente cinematográfico hasta convertirse en un fenómeno social. Sin embargo, la Academia de Hollywood siguió sin rendirse a los pies del nuevo «rey Midas» del cine y le otorgó cuatro Oscar de los llamados menores: efectos visuales dirigidos por Dennis Muren, sonido, efectos de sonido y música. Spielberg, que también produjo la película, quiso sobre todo entretener y emocionar, aunque sin renunciar a hacer un alegato antirracista en favor de la tolerancia y la solidaridad entre seres distintos. Parte del éxito se debe al diseño del pequeño extraterrestre (obra del italiano Carlo Rambaldi, que ya había trabajado en el de Alien), que consigue desprender ternura y simpatía, además de tener una gran capacidad expresiva. La música de John Williams, un auténtico especialista y asiduo colaborador de Spielberg, hace el resto.

Después de E.T., el extraterrestre, Spielberg alternó su faceta de productor con la de director, con mayor éxito en la primera (Poltergeist, 1982; Gremlins, 1984; o las tres entregas de Regreso al futuro, dirigidas por Robert Zemeckis) que en la segunda (El color púrpura, 1985; El imperio del Sol, 1987), filmes en los que intentó abordar temas dramáticos como el racismo o el trayecto iniciático de la infancia y que no fueron del agrado ni de la crítica ni del público. Tras rodar los títulos citados de la serie iniciada con En busca del arca perdida, se sucedieron diversos éxitos y fracasos hasta recibir el reconocimiento de la Academia de Hollywood con los seis Oscar otorgados a La lista de Schindler (1993), drama en blanco y negro sobre el genocidio nazi que fue uno de sus proyectos más personales; el filme relata el caso real del industrial Oskar Schindler, que salvó a unos mil doscientos judíos de los campos de exterminio.

Un año después se aliaría con otras dos destacadas figuras de la industria del ocio (el productor Jeffrey Katzenberg y el magnate discográfico David Geffen) para fundar los estudios cinematográficos Dreamworks. También en los 90 provocó una explosión mundial de «dinomanía» con Parque Jurásico (1993) y El mundo perdido (1997), basadas en las novelas de Michael Crichton, y contó con Tom Hanks para el papel principal de Salvar al soldado Ryan (1997), cinta bélica de extremado realismo que resultó otro éxito en taquilla y en la ceremonia de los Oscar, de la que se llevó cinco estatuillas. Con el cambio de siglo volvió al cine fantástico de corte futurista con A.I. Inteligencia artificial (2001), filme que había sido proyectado por Stanley Kubrick, y Minority Report (2002), con Tom Cruise en el papel protagonista. En 2004 rodó la comedia romántica The Terminal, con Tom Hanks y Catherine Zeta-Jones, y en 2005 una enésima versión de la novela de H. G. Wells La guerra de los mundos.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].