Ludwig van Beethoven

 
La etapa final. En 1815, la sordera de Beethoven era ya total. Ello, aunque le apartó de la práctica interpretativa, fuera como pianista o director de orquesta, no impidió que prosiguiera su labor compositiva, que dio como fruto obras tan monumentales como la Sonata para piano Op. 106 "Hammerklavier" (1817-1818) y los impresionantes últimos cuartetos para cuerda, incomprendidos en su tiempo por la modernidad de su lenguaje, como la Gran fuga Op. 133 (1825-1826). Pero los resultados más prominentes de esta tercera y última etapa fueron la soberbia Missa Solemnis, en honor del arzobispo de Olmütz, y la Sinfonía núm. 9 en re menor, con su grandioso coro final basado en la Oda a la alegría de Schiller; era el punto final y la síntesis de toda la fuerza musical que el llamado "general de los músicos", puente de oro entre Mozart y Wagner, fue capaz de desplegar ante los hombres. En la imagen, la tumba de Beethoven en Viena.