Francesca Bertini
(Elena Seracini Vitiello; Florencia, 1892 - Roma, 1985) Actriz italiana, la más representativa de las grandes divas del cine mudo italiano. Sus primeros años transcurrieron en la ciudad de Nápoles, en donde destacó muy pronto como actriz en las funciones del Teatro Nuevo. A los dieciséis años debutó en el cine, en un pequeño papel de La diosa del mar (1904), aunque fue su trabajo en Il trovatore (1910) el que marcó definitivamente su figura cinematográfica en el seno de la productora Film d'Art Italiano (FAI).
Francesca Bertini
En apenas diez años deslumbró a los espectadores italianos y extranjeros con su belleza y su gran proyección escénica. Fue contratada por Baldassare Negroni ("Celio Film") para trabajar en cintas como Entre las llamas/Idilio trágico (1912), de Emilio Ghione, y poco después el productor Giuseppe Barattolo la contrató para que interviniera en sus películas (llegó incluso a denominar a su productora "Bertini Films"). Fue Barattolo el que consolidó su prestigio a base de intensas campañas publicitarias con las que difundió el rostro de la estrella que más llamaba la atención entre las divas italianas de la época.
Por esa época rivalizó con Lyda Borelli, aunque la imagen de Francesca Bertini siempre resultó mucho más interesante para el público masculino, y fue el universo de Bertini el que dominó buena parte de las producciones italianas de la década de 1910. En este contexto, los elevados sueldos de estas actrices marcaron en gran medida el tipo de producción en la que se encontraban (las crónicas señalan que Francesca llegó a tener un sueldo anual superior al millón de liras de la época).
Francesca Bertini dio un toque personal a todos los papeles que interpretó, e impuso un estilo refinado y elegante en el vestuario de sus películas. Su peculiar intuición interpretativa le permitió asumir una relación de gran entendimiento con la cámara y los directores, a la vez que hacía muy notable su intervención en cada proyecto, sobre todo para cuidar al máximo la imagen que el espectador esperaba de ella.
Tuvo como compañero de reparto y director, entre otros, a Gustavo Serena (Assunta Spina, 1915), y su trabajo estuvo dominado por una gran dosis de naturalidad dramática. Trabajó a finales de los años diez con Roberto Roberti, padre de Sergio Leone, que la dirigió en varias películas y que fue el director que mejor supo controlar su carácter difícil. Francesca Bertini no era una actriz cómoda, sino más bien todo lo contrario, actitud que no empañó su gran capacidad para la improvisación. En apenas una década intervino en más de setenta películas, la mayoría de ellas dramas que acaban en tragedia, historias pasionales provocadas por los celos en las que las mujeres llevan la peor parte (se suicidan o mueren o son asesinadas por motivos diversos).
A punto de firmar en 1921 un contrato en Hollywood con la Fox, decidió abandonar el cine por un tiempo al contraer matrimonio con el conde Paul Cartier, un banquero suizo, con quien fijó su residencia en París. La actriz también manifestó que la luz artificial que dominaba en todos sus rodajes había estado a punto de dejarla ciega.
Su primer trabajo sonoro fue Mujer de una noche (1930), película de la que se rodaron varias versiones: en alemán, francés e italiano. Bertini fue protagonista de las versiones rodadas por Amleto Palermi y Marcel l'Herbier. Cuatro años más tarde, el propio L'Herbier la dirigió en la segunda versión de Odette. En su reencuentro con el cine de los años treinta, Francesca Bertini confirmó su calidad interpretativa al demostrar que no le había afectado su alejamiento de los platós. Se adaptó perfectamente al sonido y no se vio obligada a abandonar la profesión, al contrario que otros muchos actores incapaces de superar el tránsito del mudo al sonoro.
Años después apareció esporádicamente en varias películas. Durante la Segunda Guerra Mundial vivió en Madrid, hecho que le permitió intervenir en Barcelona en la producción Dora, la espía (1943), al tiempo que interpretaba en el teatro La dama de las camelias, con la que obtuvo uno de los éxitos más sonados del momento. Apareció por última vez en la gran pantalla en la película Novecento (1976), de Bernardo Bertolucci.
En 1983, Gianfranco Mingozzi rodó un documental sobre su vida, L'ultima diva, en el que ofrece un retrato muy interesante para comprender su figura y una de las épocas más gloriosas del cine italiano, época que la misma actriz había rememorado en muchas páginas de su autobiografía, titulada Lo demás no cuenta. Lamentablemente, muchas de las películas de Francesca Bertini han desaparecido.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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