José Echegaray

(José Echegaray y Eizaguirre; Madrid, 1832 - 1916) Dramaturgo, ingeniero y político español. Se graduó con el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, en la que entró como profesor. Sus ideas políticas y económicas liberales le llevaron a participar en la Sociedad Libre de Economía Política en defensa de las ideas librecambistas.


José Echegaray

Tras la revolución democrática de 1868, en la que no había participado, contribuyó al afianzamiento del nuevo régimen ocupando diversos cargos políticos: fue diputado en las Cortes constituyentes, director general de Obras Públicas (1868-69), ministro de Fomento (1869-70 y 1872) y ministro de Hacienda (1872-73). Participó activamente con Ruiz Zorrilla en la fundación del Partido Radical.

Tras el hundimiento de la monarquía de Amadeo de Saboya (1873) apoyó el efímero régimen de la Primera República, a la que sirvió encargándose por dos veces del Ministerio de Hacienda (en 1873 y 1874). A él se deben medidas como la Ley de Bases de Ferrocarriles (1870) o el monopolio de emisión de billetes del Banco de España (1874).

Siguió fiel a sus ideales republicanos tras el pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos que restauró la Monarquía (1874). No obstante, participó como diputado en las Cortes monárquicas de 1876, a fin de poder defender su gestión de las críticas de los conservadores. Luego participó con Cristino Martos y Nicolás Salmerón en la fundación del Partido Republicano Progresista (1880) y, finalmente, aceptó entrar en la política del régimen de la Restauración, formando parte del ala izquierda del Partido Liberal de Sagasta.

Fue en su época un hombre de inmenso prestigio, presidente del Ateneo de Madrid (1888), director de la Real Academia Española (1896), senador vitalicio (1900) y dos veces presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894-96 y 1901-16).

Obras de José Echegaray

Echegaray fue además un dramaturgo de gran éxito entre el público de la época, si bien desprovisto de valores literarios visto desde nuestros días; no obstante, en 1904 la Academia sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura, decisión que escandalizó a las vanguardias literarias españolas y, en particular, a los escritores de la generación del 98 (Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno). En virtud de su prestigio fue llamado nuevamente a la cartera de Hacienda en un gobierno presidido por Eugenio Montero Ríos (1905).

Aunque se le considera el máximo exponente del teatro de la Restauración, la obra de Echegaray recuperó los procedimientos más estridentes de la escena romántica. En 1874 había estrenado sus dos primeras piezas, El libro talonario y La esposa del vengador, pero fue el drama histórico En el puño de la espada (1875) el que empezó a proporcionarle popularidad. Desde entonces escribió más de sesenta comedias y dramas. Muchas de sus obras constituyeron verdaderos acontecimientos y fueron traducidas a varios idiomas, viéndose el autor ensalzado y consagrado por el público y la crítica. Junto a obras de tema histórico, entre las que destaca En el seno de la muerte (1879), abordó asuntos contemporáneos en O locura o santidad (1877) y El gran galeoto (1881). Su creación más célebre, Mariana (1892), fue escrita para la actriz María Guerrero.

En su producción abundan los conflictos melodramáticos, con duelos, amores adúlteros y suicidios tratados de forma efectista y declamatoria, sin elemento alguno de verosimilitud o análisis psicológico. Mientras las tendencias realistas se imponían en el ámbito de la novela, José Echegaray prefirió recuperar los rasgos más truculentos y espectaculares del teatro romántico. Actualmente los éxitos clamorosos y la fama de Echegaray parecen excesivos; con todo, no puede negarse que muchos de sus dramas ofrecen, aparte su hábil construcción escénica, momentos de exaltada pasión e incluso de aparente grandeza, ante los cuales el espectador no puede permanecer indiferente. No hay que olvidar que una parte importante de la fascinación que ejerció ese teatro sobre el público debe atribuirse al virtuosismo de grandes actores como Vico, Ricardo y Rafael Calvo, María Guerrero, etc.; para ellos y a su medida escribió muchos de sus dramas.

En 1904 compartió con el poeta provenzal Frédéric Mistral el premio Nobel de Literatura, lo que suscitó las críticas de los jóvenes autores modernistas y de la Generación del 98. Ángel Ganivet calificó sus obras de "estupendos mamarrachos", y los críticos posteriores apenas las consideraron algo más que una imitación insustancial de Calderón de la Barca. La Academia sueca había manifestado su preferencia por el dramaturgo catalán Ángel Guimerà, cuya superioridad como artista creador con respecto de Echegaray era evidente; presiones y conveniencias oficiales inclinaron la balanza en favor del madrileño.

En su último período se advierte un afán de renovación a través de los dramas El hijo de don Juan (1891) y El loco Dios (1900), en los que trató de aproximarse al lenguaje naturalista de Henrik Ibsen. No obstante, este intento fue infructuoso y el teatro de Echegaray quedó rápidamente superado por la visión satírica de Jacinto Benavente.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].