Francisco de Goya

 
Saturno devorando a un hijo
1820 - 1823
Pintura mural pasada a lienzo. 1,46 x 0,83
Museo del Prado, Madrid.

Anciano y con graves problemas de salud, durante el efímero reinado de José Bonaparte, Goya compró una quinta a orillas del Manzanares, con la intención de convertirla en su hogar definitivo. Hacia 1820 empezó a decorar las paredes principales de la casa, conocida después como la "Quinta del Sordo", con las pinturas murales que reciben el nombre de "pinturas negras", tanto por su gama de color, reducida casi al blanco, al negro y determinados tonos castaños o dorados verdosos, como por su negra significación de pesimismo sombrío.

La interpretación en detalle presenta aún muchos puntos oscuros, pero la idea general de la maldad del mundo, la crueldad ciega y de la inútil esperanza, parecen suficientemente explícitas. Quizás de todas estas visiones atormentadoras, la más terrible sea la pintura que lleva por título Saturno devorando a un hijo. El mito, como es bien sabido, alude al Tiempo devorador de sus propias criaturas. El Goya anciano, atormentado por su visión desolada del mundo, sintió con dolorosa intensidad el absurdo paso del tiempo que le abocaba a la muerte.

Este lienzo es, pues, una de sus visiones más crueles y uno de los puntos de partida del expresionismo moderno. De ahí el que pueda calificarse a Goya de un expresionista avant la lettre. Todas las pinturas de la casa (en la que Goya apenas habitó, pues en 1823, al marchar a Francia, la regaló a su nieto) fueron adquiridas en 1873 por el barón belga Émile d'Erlanger, que las hizo pasar a lienzo y las regaló al Prado en 1881.