Diego Velázquez

 
El desayuno
Hacia 1618
Lienzo. 1,07 x 1,01
Museo del Ermitage, San Petersburgo.

Diego Velázquez, además de retratar a numerosos personajes cortesanos, dejó múltiples escenas costumbristas protagonizadas por gente corriente. En ellas puso de manifiesto su amor hacia el pueblo y su concepción profundamente humana de la vida.

En El desayuno, conservado en el Museo del Ermitage, el artista nos muestra a dos alegres jóvenes que, aparentemente, han invitado a un hombre viejo, un vagabundo quizá. El argumento y los personajes se repiten a menudo en la obra del pintor.

Velázquez resalta a los gesticulantes jóvenes, llenos de vida y osadía, cuya actitud contrasta con la del algo inmóvil y reservado anciano que, mientras escucha la juvenil charla, da muestras de poseer gran experiencia. La comparación entre juventud y vejez está hecha de una forma delicada y con mucho tacto.

Fuertes contrastes de luz y sombra organizan magistralmente el espacio pictórico. Con gran habilidad es utilizada la luz para resaltar los rostros, el blanco mantel, el vaso de vino, el pan, el plato con comida y la fruta. El artista presta atención a todos los detalles. Cada objeto está dibujado admirablemente y la obra entera transmite gran verismo.